Encuentros

«La mirada más fértil es siempre la mirada del otro»

Plàcid habla sobre su último libro, «Como un ángel sin permiso». Por E. Vasconcellos

Plàcid Garcia-Planas (Sabadell, 1963) no supo qué responder cuando un hombre le preguntó en el tren si era escritor. «¿Por qué lo preguntas?», contestó. «Porque golpeas muy fuerte las teclas», replicó su compañero de viaje. Plàcid no es escritor. Tampoco un periodista al uso. Es reportero, y tiene una idea muy clara de lo que eso significa: «El reporterismo es la esencia del periodismo».

Viajó como enviado especial a la Primera Guerra del Golfo y los Balcanes cuando nadie en La Vanguardia, periódico para el que trabaja desde 1988, se ofrecía a hacerlo. «Ahora se ha convertido en un deporte de masas», apunta. En el frente se dio cuenta de que los periodistas eran poco más que turistas, lanzando flashes de actualidad que se extinguían como una bengala en el aire.

«Las buenas crónicas no son las que cuentan lo que pasa, sino las que explican lo que queda». Solo estas últimas sobreviven al paso del tiempo. Pone como ejemplo a Agustí Calvet i Pascual, que bajo el seudónimo de Gaziel firmó memorables artículos en la Primera Guerra Mundial. Su crónica del 25 de mayo de 1916 terminaba así:

Cuanto más arreciaba el bombardeo, más potentes se alzaban las voces humanas. Y el rumor del conjunto era como una gigantesca y maravillosa sinfonía, en que los temas rudos de la destrucción, del odio y de la muerte, se mezclaban con los aires eternos del patriotismo, de la libertad y de la justicia.

(Leer la crónica completa aquí y aquí).

La receta del reportero

La observación, el gusto por los detalles y el afán por la excelencia se dan cita en el periodismo de guerra, lo que el catalán denomina «literatura bajo presión». La habilidad para evocar sensaciones en el lector sin faltar a la realidad es como cocinar con Adrià, bromea el periodista. La clave está en descubrir sabores desconocidos combinando ingredientes cotidianos.

Hablando de placeres sensibles, Plàcid menciona que para saber reportear hay que saber hacer el amor. «El periodismo es un ‘ménage à trois’ entre el escritor, la realidad y el lector, donde las palabras siempre son las sábanas». Una aventura erótica que empieza con un flechazo, una bala de palabras que el reportero dispara hacia el público. El periodista cree que el mejor modo de seducir es hablar en primera persona. Pero el «yo», en este caso, nada tiene que ver con el egocentrismo. Garcia-Planas apuesta por la empatía con los personajes de las historias y asegura que «la mirada más fértil es siempre la mirada del otro»: «Hay que verse como lo haría el otro, cambiar la perspectiva, abstraerse».

Reportaje sobre Zabi. Por La Vanguardia

El periodismo tiene además la facultad, o la obligación moral, de transmitir algo más que palabras: «Somos capaces de succionar parte del alma de una persona y compartirla con el lector», comenta Plàcid describiendo un movimiento ondular con la mano. Una de sus historias más conocidas es la de Zabi, un travesti afgano que fue asesinado por una familia de carniceros después de actuar en una boda. Sucedió meses después de ser entrevistado por Plàcid. «Terminé el reportaje preguntándole si quería añadir algo, y me dijo: ‘Que alguien me saque de este país’. Pero yo no lo saqué». Curiosamente, lo dice con más resignación que sentimiento de culpa.

Reconoce que está obsesionado con el final de sus textos. «Es curioso porque, cuando empecé, me preocupaban los principios». Quizás sea porque los periodistas inexpertos tratan de conquistar al lector en la primera frase, mientras que los curtidos se preocupan más por dejar huella.

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