Moncloa-Argüelles

Crónica de una misa de 7

Misa de siete de un miércoles que da el pistoletazo de salida a los cuarenta días –Cuaresma– en los que los católicos se preparan para la Pascua.

Miércoles de ceniza.

Interior de la Iglesia del Buen Suceso. Por B. Valverde

Javier López de Arcaute es el organista de la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso, que lleva en el barrio de Argüelles desde 1868. Antes, los cimientos del Buen Suceso reposaban en el número 1 de la Puerta del Sol, que desde hace 76 años ilumina Madrid con la botella de Tío Pepe y que en pocos meses será sustituido por las manzanas Jobs de la única Apple Store de España.

La primera lectura lleva corbata rosa y tiene entradas. Corresponde a un hombre que tiene aspecto de rozar los cuarenta y que emite un tono de voz lo suficientemente alto como para que se le siga escuchando aunque la puerta del templo no pare de recibir fieles. Más de 500 personas, sentadas y de pie, ocupan el hexágono de la planta de la iglesia. Carritos, mochilas, bolsas de la compra, de plástico, de cartón (de tienda de ropa) y de las sostenibles. Por una especie de pacto tácito como el que se establece en el metro a la hora de ocupar los asientos, los jóvenes del Buen Suceso apoyan sus espaldas en las paredes mientras las cinco hileras de bancos se llenan de cabelleras canosas y peinados abombados de señoras mayores.

El órgano de Javier suena por segunda vez. Ya lo había hecho  al comienzo de la misa. Alaba la variación de timbres que tiene este órgano, compuesto por algunos tubos nuevos y otros que cuentan más de 40 años. La misa brevis gregoriana hace vibrar las tres tuberías que se encuentran en el segundo piso del templo. El organista resalta las piezas que canta en gregoriano (Señor ten Piedad y Cordero de Dios) y en latín, pero asegura que intenta que la mayoría sean en castellano.

Es el momento del evangelio. De San Mateo. «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha», una crítica del apóstol para los que les gusta rezar de pie y que les vean, asegura Don Miguel, el párroco de la Iglesia del Buen Suceso. Con la mano izquierda y con la derecha Javier lleva desde pequeño tocando todo tipo de teclados. Ha sido profesor de música de instituto y ahora, ya jubilado, confiesa disfrutar como orga

 

nista. Lleva desde 1991 encargándose de animar a los vecinos de Argüelles que acuden al Buen Suceso a cantar durante las misas. «Podían cantar más… y mejor», bromea Javier.

Un día especial

Durante la homilía el sacerdote habla de conversión, de la decisión personal de querer cambiar. Da pie a la imposición de ceniza en la cabeza de las cuatro filas de personas que se forman en los pasillos del Buen Suceso. Javier ocupa hoy el órgano por ser un día especial. Generalmente acude los domingos y en días señalados.

En el altar se perciben movimientos como si de una representación de teatro en pleno proceso de cambio de escenario se tratara. Un  segundo cura traslada el cáliz a la mesa central y un monaguillo, que acaba de hacer su primera intervención, ayuda a Don Miguel a preparar la comunión.

Cuatro filas de nuevo, menos vecinos que en el ritual de la ceniza. Una mochila Eastpack naranja, un paraguas en un día que destaca por el sol, canas, rodillas en el suelo y un señor con abrigo beige que le indica a su mujer que se han equivocado de fila al recuperar su sitio después de comulgar.

El ruido de la calle Princesa se filtra mientras el escenario del altar vuelve al primer acto y la flexión de las rodillas evoluciona a extensión. Interludio organístico para ambientar. «Es un recurso que utilizo mucho entre estrofas, para que la gente, y yo mismo, respire. Y en momentos como estos», asegura Javier. Paz para todos, para el de la derecha y el de la izquierda. No se perciben grandes movimientos en los bancos.

Las 19:45. El órgano suena más fuerte que en toda la misa. Hace años sonaba mejor, afirma Javier: «Aunque no lo notes necesita una reparación». De las tres tuberías sale Victoria tú reinarás.

El organista retira sus manos de los tres teclados cuando aún no se ha vaciado la iglesia. Quedan diez minutos para la siguiente hora en punto. El músico tiene que descansar, el rey de la orquesta no puede faltar a misa de ocho.

2 comentarios en «Crónica de una misa de 7»

  • Es probable que esta periodista acabe de inaugurar un nuevo género en el mundo de las letras: la crónica eclesiástica. No sería el más popular, pero si cuenta historias tan bien estructuradas y con interés como la de ahí arriba, seguro que tendría su público.
    Felicidades un día más.

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