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Cuando el fútbol era una parte más del negocio

El «bubble football» es un nuevo deporte surgido en Noruega
El «bubble football» o «fútbol burbuja», como símbolo de la introducción del «boom» inmobiliario en la Tercera División madrileña. Foto: funballz.com

Antes de que llegara la crisis, el fútbol modesto también tuvo su propia burbuja. O de otra manera, el «boom» inmobiliario también encontró acomodo en el deporte. Entre 2000 y 2007, aunque aquí las fronteras siempre son difusas, algunos empresarios entendieron que el fútbol era una parte más de su negocio. En general eran personas relacionadas con la construcción y su modo de actuar resultaba siempre parecido. Una vez conseguida la presidencia del club fichaban futbolistas sin escatimar en gastos para conseguir los mejores resultados deportivos. Lo mismo que hacen hoy muchos jeques árabes en el fútbol profesional inglés.

Pero, ¿por qué algunos constructores inyectaban muchísimo dinero en clubes amateur de la Tercera División? ¿Lo hacían solo por razones deportivas? No. Antonio Fuentes, codirector de la web elgoldemadriz.com y  referencia dentro del fútbol madrileño, da algunas claves: «Esta gente se metía al fútbol porque adquiría notoriedad y reconocimiento público. A la vez, y al tratar con políticos, era un medio para obtener licencias urbanísticas o permisos para construir». Cuenta este periodista: «el fútbol era una parte más de su empresa. Tenían afán de lucro, no solo era una cuestión deportiva, aunque lógicamente cuanto mejor le iban las cosas al equipo también mejor para ellos».

Otros van más allá. Un futbolista que pasó por varios equipos dirigidos por estos empresarios, y que prefiere no dar su nombre, afirma rotundamente: «El fútbol era el sitio donde se lavaba el dinero sucio de la construcción». Atlético Pinto, Ciempozuelos, Cobeña, Parla, Móstoles o San Sebastián de los Reyes son algunos ejemplos de clubes en los que se dejó sentir la burbuja inmobiliaria. Diferentes personas que conocen bien el fútbol madrileño coinciden al explicar que el presupuesto anual de estos equipos rondaba entre los 400.000 y el medio millón de euros, tres o cuatro veces superior a lo normal en Tercera División. En resumen, actuaban como clubes profesionales en una categoría amateur.

Conviene aclarar que las principales fuentes de financiación de una entidad deportiva son tres: subvención de las administraciones públicas, cuotas de los abonados y publicidad. Por tanto, la gran diferencia entre los clubes gestionados por estos empresarios y los que no lo estaban era de dinero. Concretamente, del que ponía de su bolsillo el constructor. Este podía suponer desde el 70 % hasta casi la totalidad del presupuesto, como era el caso del Cobeña.

El ascenso meteórico del Cobeña

Cobeña es un pequeño pueblo de poco más de 6.000 habitantes situado al noreste de Madrid. Allí, un empresario llamado Paco Barroso creó un equipo que en menos de una década pasó a jugar de Tercera Regional a Segunda División B, dando un salto de seis categorías. ¿Cómo lo consiguió? A base de dinero. Un futbolista que en aquellos años jugó en el Cobeña comenta: «A Paco le gustaba mucho el fútbol y era enormemente codicioso. Siempre quería más y fichaba a los jugadores mediante talonario. Incluso se proponía contratar a futbolistas profesionales de Segunda División».

Según el mismo futbolista, cuando este empresario quería fichar a alguien le llamaba a su despacho. Una vez allí, le ponía un montón de dinero en la mesa, «hasta 12.000 euros», que por supuesto nadie declaraba. Cuando el futbolista aceptaba la oferta, se establecía un contrato laboral, que muchas veces incluía un puesto de empleado en la empresa de Barroso. «Acudíamos a la oficina de diez de la mañana a cuatro de la tarde todos los días, aunque prácticamente no hacíamos nada», expresa la misma fuente. Por aquel entonces, hace una década más o menos, Barroso tenía una empresa que vendía piezas de menaje del hogar por teléfono, que le reportaba grandes beneficios. Sirva de anécdota que después de dejar el Cobeña, este empresario se quiso presentar a las elecciones del Real Madrid.

El mayor éxito de Cobeña fue jugar en Segunda B
El Cobeña ascendió seis categorías en menos de una década. Foto: Archivo

Ahora apenas se hacen contratos laborales en el fútbol modesto, pero antes era más común. ¿Los motivos? Por un lado, se ofrecía al jugador seguridad económica, incluso por varios años, mientras que por otro se justificaba el gran salario que se pagaba. Cuando lo normal en Tercera División era y es que un futbolista perciba 400 o 500 euros mensuales, los pertenecientes a clubes dirigidos por este tipo de empresarios podían ganar «2.000, 3.000 e incluso 5.000 euros». En 2004, con el Cobeña en Tercera, Barroso fichó a Mutiu Adepoju, un delantero nigeriano que había disputado tres Mundiales con su país. En un reportaje de El País, el empresario declaraba: «Este año debemos subir a Segunda B como sea y Mutiu, al que pagamos 30.000 euros y que tenía una oferta del golfo Pérsico, tiene que contribuir a ello».

No fue ni mucho menos único el caso del Cobeña. Aunque con más tradición futbolística, el Ciempozuelos también obtuvo sus mejores resultados cuando el constructor Javier Trompeta accedió a la presidencia. Hasta en tres ocasiones se quedó a las puertas del ascenso a Segunda B un equipo en el que igualmente se manejaban salarios de profesionales. Precisamente en una de esas eliminatorias decisivas, en 2007, Trompeta pagó el viaje a Murcia a siete periodistas para cubrir la información del equipo. Después de dejar el club, este empresario es actualmente el vicepresidente de la Federación Madrileña de Fútbol.

Desaparición de clubes, deudas y descensos

Tal como estos empresarios llegaron al fútbol, se fueron. Sin previo aviso. Barroso dejó el Cobeña en 2007, tras no poder mantenerse el equipo en Segunda B. El club ni siquiera compitió la temporada siguiente. Desapareció. Ahogado por las deudas a jugadores y con contratos laborales de por medio, ni el ayuntamiento ni nadie pudieron sostener a un equipo que existía gracias al dinero que ponía el empresario. Cinco años después, el Fondo de Garantía Social (Fogasa) ha pagado parte de lo que se les debía a los futbolistas.

Otro club histórico, el Móstoles, firmaba también su certificado de defunción este verano. Su desaparición es la consecuencia de un cúmulo de despropósitos. Los continuos impagos, acompañados de innumerables denuncias, hicieron que el curso pasado el ayuntamiento retirara la subvención al club y que para esta temporada le prohibiera utilizar el estadio municipal de El Soto. Según una persona que trabajó en el club, se llegaron a dar situaciones esperpénticas, como la desaparición de parte de la recaudación tras un partido benéfico, o la suspensión del penúltimo encuentro de Liga por falta de jugadores (solo se presentaron siete y al poco de empezar dos de ellos se lesionaron).

¿Qué pasa cuando un club no paga y mantiene deudas? «La Federación Española puede prohibir a un equipo en verano la inscripción para las competiciones de la temporada siguiente», cuenta un empleado de la federación madrileña. El mismo trabajador explica el proceso: «Para que la Federación intervenga tiene que haber denuncias de impagos. El club puede pagar hasta el 30 de junio. Si no lo hace se abre un plazo extraordinario durante el mes de julio y de proseguir las deudas el club se vería obligado a desaparecer».

Ejemplo de buena gestión

Pese a que el fútbol madrileño «ha pegado un cambio radical en los últimos cinco años», según la reflexión de Antonio Fuentes, no en todos los clubes hubo intromisión del «boom» inmobiliario. Este es el caso del Pozuelo. Allí siempre ha existido una filosofía que ahora está muy de moda: No gastar un euro más de lo que se ingresa. El club lleva solo tres años en Tercera y en su debut en la categoría incluso estuvo a punto de subir a Segunda B. «En aquellos días el presidente, Isaac Cardoso, no dormía por las noches», confiesa Chema Ramos, su entrenador desde hace un lustro.

Antes de detallar casi uno por uno a cada integrante de la plantilla, Ramos explica cómo se financia el club: «Al contrario que la mayoría, el ayuntamiento no da subvención al equipo. Aunque a cambio nos cede las instalaciones del Valle de las Cañas y, gracias al ingenio de la directiva, logramos sobrevivir». Ese ingenio se traduce en la explotación del estadio, en el que se juega un campeonato de empresas de fútbol-7 que le reporta al club 40.000 ó 50.000 euros, y en una Escuela con más de 600 niños. Son las principales fuentes de financiación de un club al que hace unos años «nadie quería venir», según su entrenador.

Actualmente, el Pozuelo aparece como uno de los equipos más apetecibles de la categoría. ¿Por qué? La conclusión la tiene Ramos: «Por lo general el futbolista modesto ya no busca ganar más o menos, sino que el dinero que le prometan en verano luego se lo puedan pagar durante todo el año. Y puedo asegurar que no hay un jugador en toda la Comunidad de Madrid que diga que el Pozuelo le debe dinero».

 

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