Ficciones

El joven y el mendigo

El rostro oculto del mendigo
El rostro oculto del mendigo (Foto: Ignacio Gil)

Una mañana de junio,

del año dos mil y pico

paseaba por la calle

un joven y apuesto chico

que pese a no trabajar

era por su casa rico.

 

En esto vio a su lado

a un hombre pobre harapiento,

con el pelo deshilado,

y con el rostro mugriento,

junto a una bota de vino

echado sobre el cemento.

 

El joven que caminaba

apretó su vista al frente,

acelerando su paso,

mas se frenó de repente

por la voz de aquel mendigo

que pedía dulcemente:

 

-Por el Amor de Dios, joven,

tú eres rico, yo soy pobre:

dame, por poco que sea,

algo de lo que te sobre,

aunque sea nada más

una moneda de cobre.

 

El muchacho le miró

y se puso a razonar:

-¿Por qué te quedas tumbado

si aún puedes trabajar?

¿Por qué no empiezas de nuevo

y te buscas un hogar?

 

El mendigo le miró

con un gesto de piedad:

-Todo lo que tú me dices

ya lo tuve, de verdad;

pero ahora únicamente

necesito caridad.

 

El chico vio en su rostro

una sombra familiar,

y sin saber bien por qué

se puso casi a temblar;

quiso echarle la moneda

para huir de aquel lugar:

 

-Con tu voz me has perturbado,

y mis pasos detenido,

pero por ser insistente

te daré lo que has pedido:

ten tu moneda de cobre

y hasta siempre me despido.

 

Los ojos se le llenaron

con infinita tristeza;

mostrando sobre su palma

la rojiza y sola pieza

el mendigo replicó

ladeando la cabeza:

 

-Ahora que del todo sé

lo que yo para ti valgo,

y temo que con tu ayuda

de esta esquina no salgo,

aguarda sólo un segundo,

que he de confesarte algo:

 

Yo no tengo vida propia,

soy producto de tu sueño,

una imagen en tu mente

de recorrido pequeño:

desapareceré en cuanto

tú desarrugues tu ceño.

 

Mas aun dentro de tu sueño

un papel me corresponde:

disculpa, con esta pinta,

que en tu juventud te ronde,

pero esta cara que ves

tu rostro futuro esconde.

 

No dejes que el egoísmo

en tu espíritu se instale:

hoy es este viejo pobre

lo que de tu mano sale,

y esta moneda de cobre

lo que tu corazón vale.

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