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Por amor a Lusi

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Lusi reflexiona frente al horizonte | Foto: I. Jordán

 

«¡Oh ciudad de los gitanos!

¿Quién te vio y no te recuerda?

Ciudad de dolor y almizcle,

con las torres de canela»

F. García Lorca

 

Ser punk con 17 años no era extraño en los ochenta. Tenías el caballo para soñar con mundos nuevos, menos sucios. Te ibas de casa porque tu padre no soportaba el estruendo de Los Ramones, tronando por el radio-casette a todo volumen. Porque tu madre se turbaba ante el cartel rojinegro colgado de la pared de tu habitación con aquél escandaloso «Ni dios ni amo», el mismo que los de la CNT te regalaron al pasar por el local recién devuelto a la confederación.

Entrar de okupas en el cine abandonado del barrio sin que te aplicasen la Ley de Vagos y Maleantes resultaba tan novedoso como el Interviú en los kioskos, los fanzines de la Prensa Marginal Madrileña —una editora alternativa— o los discos de Kaka de Luxe.

Blanca, con 42 años, mantiene el mismo espíritu rebelde a pesar de haber pasado los últimos 25 en la calle. Espalda cuadrada, verbo directo, mirada firme. Pelo moreno, sonrisa franca, piernas fuertes. «Hay que llenar los vacíos que te surgen al abandonar la rutina de la droga. El cariño de un perro no se paga por nada de este mundo». Sus botas negras con refuerzos de acero hacen de ella una heroína de Bertolt Brecht.

Tiempo atrás cogía un kunda —taxi irregular compartido entre varios yonkis— en Embajadores que por menos de 5 euros la llevaba hasta Valdemingómez. «En una ocasión quisieron robar al kundero, pero lo impedí porque yo mantengo la palabra». Palabra y orgullo es lo único que les queda a los que viven en la calle, «aunque el orgullo muchas veces tienes que tragártelo». «Muchos hombres te prometen cambiar de una esquina a otra, pero quien estuvo a mi lado para sacarme de aquello fue él», sostiene.

Él es Juan, esposo de Blanca, al que le faltan algunos dientes. Ama los perros y los gatos, tanto o más que ella. Desciende de un inglés combatiente en la batalla de Elviña, ocurrida en 1809 durante la Guerra de Independencia. Sus restos reposan en el Cementerio de los Ingleses de la Costa da Morte. Juan, de 50 años, sirvió en la Legión durante 19 y formó parte de los cascos azules que se desplazaron a Bosnia en 1993. «Al mando de una tanqueta, sufrí un ataque por parte de los croatas que costó la vida a mi acompañante, una venezolana. La onda expansiva del fuego de la bazooka despidió el vehículo más de diez metros. Yo iba conduciendo, y ni un rasguño», comenta con escepticismo.

Blanca y Juan viven en una caseta levantada dentro de un solar cercano a la Gran Vía. Su dueño les ha cedido el terreno ante la falta de constructores interesados en edificar, ni tampoco obtener crédito para levantar los pisos nuevos.

Al reconocer a Lusi entre los muchos perros que una gitana posee en el poblado de Valdemingómez, él, Iñaki —dueño de la perra—, y Eugenio —otro compañero—, acordaron la operación de rescate y proyectaron desencadenarla para el día 22 de noviembre.

Llega el día D. Se desplazan al teatro de operaciones en el vehículo de Iñaki. Él permanece a la espera de la acción de choque encabezada por Juan dentro del coche, con la intención de internarse en la ciudad de los gitanos. Sin levantar sospechas, se adentran hasta la casa donde se encuentran los Yorkshires. Una vez allí, Juan, al ver cómo un chiquillo sostiene a Lusi en sus brazos, se la arrebata, trinca la perra y salen corriendo.

Son muchos los muchachos, mujeres y churumbeles desocupados, que al instante salen disparados en loca carrera tras los cascos azules, abriendo fuego de piedras. Con gran ingenio, tiran al suelo las contadas monedas que les quedan, para que al agacharse a recogerlas la legión de perseguidores al menos retrasen su caza. Son más numerosos los que vienen por detrás que los euros disponibles. Los gitanos despechados no ceden terreno en el rastro de su justicia, y los hombres de la misión no encuentran más alternativa que soltar la perra.

Miran el modo de buscar refugio en casa de una conocida, y así lo hacen. Les cuenta que perder un perro o un gato para los gitanos significará que «les cae la negra encima», o lo que es lo mismo, «siete años de maldición».

Oscurece. La tarde ha transcurrido con el ritmo acelerado del pecho de un corredor de fondo, e Iñaki regresa a Madrid sin sus compañeros ni la perra, tras el fracaso de la misión.

Protegidos por la noche, Juan y Eugenio logran burlar las afrentas gitanas, sin un euro y sin aliento al no encontrar a Iñaki. Agotados, sin Lusi, se las ingenian para que el último autobús que cubre la línea los lleve de regreso hasta la noche alegre de la Gran Vía.

Al llegar a casa, Blanca pregunta:

—¿Y la perra?

Al fondo de la habitación suena un tema de Kaótiko:

«Sin política y sin dios

sin que nadie me sujete…»

12 comentarios en «Por amor a Lusi»

  • Alucinado estoy. Si esto es el periodismo que se enseña en el master de ABC, más vale que hagáis un curso de zapatero remendón del Inem, o algo así.

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  • Ana María García Rodriguez

    Esta historia de Lusi, tan bien contada y mejor ambientada, nos traslada a los años de nuestra juventud ¿perdida?, – simplemente vivida – y nos engancha como si se tratara de un «culebrón venezolano».

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  • Bueno tenemos aqui a dos expertos en periodismo. Querido Miguel si esta es la educación que te han enseñado mucho tienes que aprender de un zapatero remendón.

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  • Amo mi profesión tanto como a mi perrita. Lusi es una hembrita de tan sólo 2 kg. y aunque parezca cacchorrita realmente tiene 10 años. Los cumplirá el día de Reyes.
    Soy pianista en los hoteles de máxima categoría, y de la calle, donde me fascina empaparme de las conversaciones dispares y ¡mayoritariamente interesantísimas!
    No puedo creer, -no quiero creer- que no sea posible hacer una investigación sobre el tema. No me voy a dar por vencido. Nació un día de Reyes, ha sido el único gran regalo de mi vida adulta y, aquí y ahora le doy mi más silencioso grito de llamada. La encontraré. Lo sé.

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  • SOY IÑAKI. Su amito.

    Mil gracias por vuestro apoyo. Desgraciadamente aun no la he podido abrazar… Lusi…, Lusi…. Mi niña…., ¿Dónde te tienen?…. 🙁

    Trataré de ir contando. Esta tarde voy a intentar dar con ella por otra vía.

    Gracias. Difundid por favor esta página o el evento que tengo pautado en su página de Facebook.

    Un beso a todos.

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  • Hola, me llamo Pablo y soy intimo amigo de Iñaki Jordan Bosgos. No me puedo creer que siga habiendo personas sin moral ninguna, y puedan robar el corazon de otras personas sin ningun tipo de sangre fria. Estoy sorprendido con la noticia, y con ver el estado en el que esta Iñaki al averle pasado esto. Espero que gracias a todo lo que se esta moviendo este chico, valgala pena para recuperar a Lusi, perrita que conoci desde que ella tenia pocos meses de vida. Gracias por que la noticia de su robo se este moviendose de este modo. Esperemos tenga un final feliz. Un sabrazo a todos lo que colaboran

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    • Pablo, soy Maria, preocupada por Iñaki. Si pudieras dime como está, te lo agradecería. Un saludo.

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  • Soy María, Iñaki.
    Vamos a encontrar a Lusi.
    Y el articulo está fantásticamente escrito.

    FUERZA Y NO DESCANSES HASTA ENCONTRARLA !!!

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