Guadalajara

El deporte rey: los dardos

Diana electrónica con tres dardos en el centro
Una diana electrónica con la «jugada maestra» para cualquier dardero (Foto: Miriam Samper)

Los historiadores conjeturan —porque no han encontrado los inicios ciertos— que los guerreros en la época medieval, hastiados en el tiempo entre batalla y batalla, comenzaron a tirar astillas a las tapas de los barriles de vino, compitiendo entre sí para ver quién se acercaba más al centro. Más tarde, y con el juego extendido entre los militares, cambiaron las barricas por secciones de troncos de árboles colgados entre las ramas. Este nuevo «tablero» tenía una ventaja: los círculos concéntricos en la madera permitían dilucidar con mayor exactitud las puntuaciones de los participantes. La práctica se extendió por Inglaterra y Estados Unidos, y era tenida en alta por la gente de armas porque les permitría afinar su puntería. Pero la popularidad de este juego no se limitó a los bajos estamentos. Personajes como el rey Enrique VIII —un jugador compulsivo— se apunto a la fiebre de la diana.

Así, gracias a que hace unos 700 años unos militares británicos aburridos comenzaron a tirar astillas a un barril, 1.200 jugadores participan en la liga de dardos provincial de Guadalajara. Aunque los troncos han dado paso a las dianas electrónicas, y las astillas a dardos, que se pueden personalizar hasta casi el infinito. Con sus «herramientas» preparadas, los casi 300 equipos de la provincia se baten una vez por semana entre risas y cervezas. Porque al igual que sus inicios en torno al vino, ahora son los bares —los campos de juego— y las cañas rememoran su origen sin saberlo.

«Lo fundamental es que es una práctica muy sociable. Tú quedas con tus amigos un día a la semana para pasar un buen rato y conocer a otra gente. De hecho, se intentó hace años convertir los dardos en deporte, pero exigían que se jugase en polideportivos, quitándole la salsa al asunto». Así explica esta práctica Marcial Galván, encargado de organizar la liga Bullshooter —el campeonato de diana electrónica más importante en España—, en Guadalajara. Él es el impulsor de esta moda en la provincia, que suma 20 años de vida: «Bullshooter me ofreció llevar esta liga hace dos décadas y empezamos con unos 20 equipos. Ahora, por la crisis, el número de jugadores ha bajado. Pero en épocas buenas hemos llegado a tener 400 equipos y unas 2.500 fichas». Tanto es así que su mujer, Chon Monceda, dejó su trabajo en una residencia de ancianos para poder ayudarle. «Esto lleva mucha dedicación. Tenemos que coordinar los partidos —existen dos ligas, femenina y masculina, con hasta cinco categorías y subcategorías dentro de ellas—, sino también para las fichas y los campeonatos nacional, europeo y mundial», explica Chon.

Los dardistas

Shanghai Internacional Darts Rubén Prieto, Daniel Carrasco, Chon Moncada, Victor Perlado
Chon Moncada y sus compañeros (Rubén Prieto, Daniel Carrasco y Victor Perlado), en la competición internacional de Shanghái (Foto: Chon Moncada)

Pero Chon no es una mera organizadora. Esta mujer, que salvando las distancias y algo más podría ser así como un Enrique VIII de nuestro tiempo —aunque ahora dice que solo juega los días de partida—, tiene uno de los palmarés más envidiables de esta competición. Atesora cuatro campeonatos nacionales, y ha participado en siete meridianos europeos y seis mundiales. De hecho acaba de volver hace menos de un mes del campeonato mundial de Shanghai, donde quedó quinta en la modalidad de 501. «Me aburría de verle jugar (a Marcial) y entré en su equipo. Siempre se aprende más con los chicos», asegura. Su marido recalca que el papel de las mujeres en la liga de dardos en Guadalajara es primordial para situar a la provincia como un referente en España: «Son ellas las que nos han hecho más conocidos, porque han quedado cuatro veces campeonas a nivel nacional».

Esta competición, que se celebra todos los años en la localidad alicantina de Benidorm, aglutina a participantes de todo el país en un fin de semana donde los dardos y la fiesta son dos componentes esenciales. Cuando la crisis era solo una palabra más en el diccionario, unos 980 alcarreños llegaron a participar en este torneo. «Ahora es muy triste, porque la gente no tiene ni para tomarse una Coca-cola en el bar el día que juega. Es una pena», lamenta Marcial.

Sin embargo, la competición sigue a pesar de las bajas, en parte debido al «apetitoso» premio: un viaje a Las Vegas (Estados Unidos) para participar en el torneo internacional. «No solo vamos a jugar a Las Vegas. Unos días antes Bullshooter organiza diferentes excursiones, como visitar Nueva York, el Cañón del Colorado o recorrer la famosa Ruta 66», explica Chon. Ella ya ha estado cuatro veces, y reconoce que, aunque la cultura es muy diferente, prima el compañerismo. «Jugábamos contra unas afroamericanas, y siempre que tiraban, nos chocaban los puños. Una de ellas, que pesaba como 160 kilos llevaba los dedos llenos de anillos y hacía bastante daño. Al final opté por darme la vuelta por detrás de la diana por no chocar con ella», rememora con una sonrisa.

Los triunfos alcarreños

El equipo de
Las «2003 La Canda» en el campeonato de Las Vegas. Chon (arriba, derecha) y sus compañeras Abigail Marián, Iris López, Johana Tarbero (Foto: C. Moncada)

Pero Chon no es la única arriacense que planta cara en el campeonato internacional. Sus compañeras de equipo, Las «2003 La Canda» (Cristina Mata, Rosa López, Ángela Pérez y Abigail Marián), también la acompañaron en su último periplo por la ciudad estadounidense del juego y el placer. Y en Shanghái el equipo mixto estaba compuesto por la propia Chon, el guadalajareño Víctor Perlado y dos tarraconenses, Rubén Prieto y Daniel Carrasco. «España está entre los diez primeros equipos del mundo en diana electrónica, aunque en Las Vegas hemos llegado a quedar en segundo y tercer puesto», confirma Marcial.

A pesar de los buenos resultados, el objetivo final es pasar un buen rato con los amigos. Abogados y médicos dejan sus quehaceres diarios un día a la semana para juntarse con amigos y echar unas partidas. Al igual que aquellos militares que, hace siete siglos, combatían el tedio de la guerra lanzando astillas a un barril de vino vacío.

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