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Lucas de Ulacia, en moto desde los 4 años

Lucas corriendo en un campeonato en Montmeló. Foto: Javier de Ulacia
Lucas corriendo en un campeonato en Montmeló. Foto: Javier de Ulacia

La pasión de Lucas por las motos comenzó cuando tenía apenas cuatro años, pero no se planteó el convertirse en piloto profesional hasta hace dos. Poco después de cumplir los quince, él y su padre fueron a ver una carrera del Campeonato de España de Velocidad (CEV) en el circuito de Cheste. Allí descubrió la Kawasaki Ninja Cup (KNC), competición que se considera el primer escalón del motociclismo nacional. Empezó a preguntar por el mundillo y le interesó tanto que decidió intentarlo. Entonces, comenzó lo más duro: la caza de patrocinadores.

Después de una carrera. Foto: Javier de Ulacia
Después de una carrera. Foto: Javier de Ulacia

Y es que el camino para alguien que quiera dedicarse profesionalmente al mundo del motor  no es fácil. Lucas tuvo que sacar lo mejor de sí para demostrar su talento, pero al final hubo premio: empresas como Lomonaco, Caser, Scorpion, Locura, Fujitsu, Condeactivos, el grupo Simpson o Abat apostaron por él.

En esta temporada, con solo 17 años, Lucas ha subido de categoría: aunque quería seguir participando en la KNC, donde quedó sexto en la última temporada, un cambio del modelo de moto le empujó a dar el salto a la categoría de 1000 cc., la más importante dentro de la competición con mejor nivel en España.

Tercera posición. Foto: Javier de Ulacia
Tercera posición. Foto: Javier de Ulacia

Para poder acceder al primer nivel ha tenido que entrenar mucho. Cada día se ejercita durante dos horas y media en el gimnasio e incluso llega a complementarlo con natación o footing.  En febrero comienza con un nutricionista para mejorar su rendimiento físico. Tiene que acoplarse a la moto, ya que la nueva acelera más que un coche de Fórmula 1 (estos son capaces de pasar de 0 a 100km/h en menos de tres segundos). «Tanto física como mentalmente tengo que estar al 100% encima de ella», explica.

La afición por las dos ruedas le viene de su padre, Javier, y de su hermano mayor, a los que siempre les han apasionado. Ellos fueron quiénes le enseñaron a conducir. Se puede decir que gracias a Javier, Lucas ha podido llegar tan alto. A los 11 años le inscribió en el Bultaco Camp, un campamento en Barcelona que inicia a los niños en las carreras de motos y les enseña a conducir con velocidad y precaución. La experiencia fue tan satisfactoria que repitió los tres veranos siguientes.

 

Lucas con uno de sus trajes. Foto: Loreto Sánchez Seoane
Lucas, con uno de sus trajes. Foto: L. Sánchez Seoane

Aunque tiene mucho apoyo familiar, su madre le puso una única condición: «Haz lo que quieras pero de aquí no sale ni un duro». Así fue. Lucas, gracias a sus patrocinadores, es capaz de financiar por completo el equipo y poder pagar hoteles y comidas durante los entrenamientos y las competiciones. Pero esto no es suficiente para poder entrenar tanto como quisiera: el  alquiler de los  circuitos es elevado y solo se lo puede permitir durante dos días en la semana previa a  cada carrera. Durante el verano pasado Lucas tuvo la suerte de pasar una semana entera entrenando en el circuito de La Selva (Gerona). Lo aprovechó al máximo: se despertaba a las 5 de la mañana y hasta las 5 de la tarde no guardaba la moto.

En su casa, sus cascos, trajes, botas y pósters ocupan una habitación entera. El fondo de pantalla de su ordenador es un «collage» de fotos de sus carreras. Dentro de una bolsa de tela guarda con mucho cariño un tubo de escape destrozado: era el que llevaba la moto la primera vez que entrenó en un circuito profesional, y le hace acordarse de las precauciones que debe tomar en todo momento. Para él, es muchísimo más peligrosa la carretera que el circuito. «Desde que compito veo de manera distinta las motos en la calle, ya que en la carretera sirven única y exclusivamente para desplazarse; si quieres correr es mejor irse a un circuito, donde hay medidas de seguridad».

Lucas enseña su tubo de escape destrozado. Foto: Loreto Sánchez Seoane
Lucas enseña su tubo de escape destrozado. Foto: L. Sánchez Seoane

Lucas compagina su afición con los estudios de Bachillerato. «Me encantaría poder dedicarme profesionalmente a las motos, pero los estudios son muy importantes y no quiero dejarlos», asegura. Muchos deportistas de élite tienen que elegir  entre abandonar los estudios o la opción de un Bachillerato deportivo en el que los dos cursos se hacen en tres años para poder tener más tiempo para entrenar.

En el mundo del motor, el nombre de Lucas de Ulacia empieza sonar con fuerza.

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