Guadalajara

Atención 112: Urgencia animal

Búho Real en el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Guadalajara
Búho Real en el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Guadalajara. Fotos: P. B.

Son las siete de la mañana y suena el teléfono de Manuel. Le avisan de que hay un buitre malherido en un ala por un choque con el tendido eléctrico, y que llegará en media hora a la clínica. Manuel se viste y llama a Fernando. Van hacia el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Guadalajara. Como si un paciente entrara en urgencias, al llegar el animal herido le examinan, le hacen pruebas y deciden qué hacer continuación. ¿Es necesaria la operación? Este episodio es uno de los muchos que han pasado por este “hospital de urgencia” de animales salvajes que funciona desde hace 26 años y atiende unos 150 caos al año.

«Un día a día aquí es atender a las entradas que llegan, como en urgencias: revisar los tratamientos, los vendajes, si hay que realizar alguna operación… y entre medias te llega algún herido», explica Fernando López Heredia, el coordinador del zoo municipal de Guadalajara. Una vez diagnosticados, los animales pasan su convalecencia en sus propias habitaciones, las mudas. «Viene del lenguaje de la cetrería, que es donde se guardan las

Radiografía del esmerejón con un ala fracturada
Radiografía del esmerejón con un ala fracturada

aves». En total existen 8 espacios de este tipo. Ahora hay dos ejemplares de búhos reales que se ponen a la defensiva en cuanto alguien abre su puerta. Hay otros animales, como el ejemplar de esmerejón con el ala rota que se recuperan en una jaula aislada dentro de la propia consulta. «Aún le queda, pero va bastante bien», asegura Manuel López Fernández, el veterinario titular del centro y que siempre está de guardia, las 24 horas, los 365 días del año. Manuel trabaja además con su equipo de profesionales, pendientes en todo momento de las entradas en el centro.

«Los casos que más recuerdas son esos en los que el animal llega casi muerto. Pero, de repente, empieza a responder al tratamiento y sale adelante», dice Fernando. Su pequeño despacho está decorado con varios cuadros de aves, de las que se declara un apasionado. «Me salieron los dientes tratándolos», asegura. El centro funciona con una comisión mixta entre el Ayuntamiento de Guadalajara y la Delegación Provincial de la Consejería Medio Ambiente de la Junta.

El alta veterinaria

Voladero en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre
Voladero en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre

Antes de que los animales vuelvan a su hábitat natural deben ponerse en forma. Aquí entra en juego la zona de fisioterapia del centro, los voladeros. «Son como los gimnasios para aves. Aquí los tenemos hasta que se recuperan totalmente». Se trata de espaciosas jaulas al aire libre donde los animales pueden moverse con amplitud y recuperar la tonicidad muscular antes de ser liberados.

Pero no siempre puede ser así: «Algunos casos son irrecuperables y, aunque salen adelante, no son aptos para la vida en libertad. Esas aves se quedan en el zoo, puesto que serían presa fácil de los depredadores. A nosotros nos sirven además para concienciar a los más jóvenes de los peligros a los que se efrentan estos animales», explica Fernando. El zoo municipal cuenta con un aula mediambiental por el que pasan unos 10.000 niños al año procedentes de los colegios de la provincia. «Un zoológico no se entiende si no es para educar en el respeto a los animales de la gente», dice Fernando.

De hecho, el centro participa en varios proyectos de recuperación de especies en peligro de extinción, como el lince ibércio, el buitre, el milano real o el alimoche. «Hemos mandado especímenes a Bulgaria, Italia o Francia cuando había un exceso de aves de este tipo en Guadalajara o estaban troqueladas [aves que están acostumbradas al contacto humano y se amansan]».

Ganado en peligro de extinción

Cabras de la raza blanca celtibérica, una de las especies en peligro de extinción
Cabras de la raza blanca celtibérica, una de las especies en peligro de extinción

«La gente está muy concienciada de que hay especies como el águila real o el oso pardo que están en peligro de extinción, pero no saben que animales más comunes también están amenazados». Así habla José Alberto Viñuelas, alma del plan para la recuperación de ganado autóctono en Guadalajara y director del Centro Agrario de Marchamalo.

Seis especies de ovejas y cabras que durante siglos pastaban por los campos castellanos ahora se ven abocadas a desaparecer. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, junto con el Ayuntamiento de la ciudad y el Colegio de veterinarios intentan recuperar estas especies y concienciar sobre todo a los ganaderos. «El problema de estos animales es que han sido cruzados con otro tipo de razas que son más pequeñas y, por lo tanto, comen menos pienso y salen más baratas», explica Viñuelas.

Especies invasoras

Al igual que hay especies que desaparecen, otras se contagian como una plaga. Estas son los invasores, que como en otros lugares del mundo, amenazan la fauna autóctona. «Los mapaches y los visones son los que más dañan este ecosistema. Son depredadores voraces, además de que discurren por el cauce de los ríos, por lo que se propagan con gran velocidad», explica Fernando.

Mapaches en el zoo municipal de Guadalajara
Mapaches en el zoo municipal de Guadalajara

Muchos ejemplares de visones han escapado de las granjas peleteras: «La mayoría mueren por otros depredadores o de hambre. Pero los que sobreviven se convierten en un peligro», dice Fernando. En el caso de los mapaches, algunas familias los toman como mascotas, aunque cuando alcanzan un tamaño considerable y causan destrozos, sus cuidadores optan por soltarlos en la naturaleza, sin pensar en las consecuencias. «Hay que ser muy responsable cuando tienes un animal así, y saber lo que conlleva».

Pero hay otros casos. Por ejemplo, el mejillón cebra, que se aposenta en los los fondos de los ríos alterando su ecosistema, ya ha sido detectado en la cabecera del Tajo. En cuanto a los peces, por una raza autóctona en el río Henares, seis son foráneas. «Pasa igual que con los mapaches. La gente los suelta en el agua y así tenemos ejemplares de lucio o pez gato, que rivalizan con los propios».

Por eso es tan importante la función de concienciación. «Es un trabajo de futuro. Sé que lo que hago ahora tendrá consecuencias dentro de 20 años». Fernando ha sido consciente de esta labor cuando, las pasadas Navidades, se le acercó un matrimonio con un joven. Le enseñaron una foto de hace más de 40 años en la que salía el propio Fernando cuando trabajaba con lobos, un niño y sus dos padres. El matrimonio le explicó que era su hijo, el hombre que tenía al lado. «Gracias a que ese día le dejaste tocar a un lobo mi hijo decidió convertirse en veterinario».

Manuel López Fernández (izq) y Fernando López Heredia (dcha) en el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje
Manuel López Fernández (izquierda) y Fernando López Heredia, en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre

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