Opinión

Jesuitas

La estatua de San Ignacio guarda la entrada a la Basílica de Loyola. Fotos: F. D-I.
La estatua de San Ignacio guarda la entrada a la Basílica de Loyola. Fotos: F. D-I.

A principios de 2013 un compañero del Máster me preguntó si actualmente hay jesuitas en España. A mí me brotó del alma contestarle:

-Otra cosa no, ¡pero España está llena de jesuitas!

Respuesta exagerada si consideramos fríamente que en España habitan unos 47 millones de homínidos y que apenas pululan por nuestra piel de toro 1.300 jesuitas. La deformación de mi punto de vista halla causa en que, desde que mis padres me metieron en preescolar hasta que salí de ICADE con el título de Derecho, mi formación ha estado en manos de la Compañía de Jesús.

Entre pitos y flautas, unos 20 años con jesuitas por doquier. El primer milagro digno de análisis es que yo mismo no haya optado por seguir los pasos de San Ignacio, el Fundador. Sigo creyendo que mi vocación es otra. El segundo milagro es que tampoco soy en puridad un rebotado, de estos que luego escriben libros vengativos (caso del AMDG de Pérez de Ayala). Es más, he escrito versos amables para mi colegio (Versos dispersos, del Recuerdo al Café Gijón, Editorial Círculo Rojo, 9 euros).

San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús
San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús

En el Recuerdo aprendí a leer, a escribir y a jugar al fútbol en un patio atestado por 200 niños. En el Recuerdo me dieron la Primera Confesión, la Primera Comunión y el primer grito digno de trauma. En el Recuerdo hice muchos amiguitos para luego ir perdiéndolos. En el Recuerdo viví algunos de los momentos más felices y algunos de los más duros de mi vida. Pero soy de los que prefiere que el tiempo acrisole los recuerdos.

Jesuita era el máximo responsable del campamento de Vinuesa, al que fui cuatro veranos. Su apodo es El Papi, aunque cuando mi padre estudiaba en el Recuerdo le llamaban El Tomate, por el color y la forma de su cara. El Papi intentaba librarnos del pecado a gritos, decía unas homilías estupendas en la Laguna Negra y al volver al Raso de la Huerta nos leía, como Papi que era, la leyenda de Alvargonzález tonimachadiana. Otro jesuita, Antonio de Mateo (q.e.p.d.), nos hacía reír con su magnífico sentido del humor; su insulto preferido era «¡merluzos!».

Con jesuitas recorrí dos caminos de Santiago (el del Norte desde Baamonde y el portugués desde Tui) en los espinosos pero cruciales años de la ESO. El padre Rafael Mateos Poggio, gran coleccionista de sellos y vendedor de «melones a cala», ha sido mi mejor profesor jesuita. A los jesuitas peregrinos les agradezco haberme inculcado el sentido de la austeridad, del servicio, de la oración, de la profundidad, de la espiritualidad y de la naturaleza, entre otros muchos sentidos. En los caminos escribí mis primeros diarios, en los que todavía puedo reconocerme.

Con los jesuitas visité Loyola, junto a Azpeitia, al terminar 1º de Bachillerato. Y dos años más tarde anduve el maravilloso camino a Javier, desde Roncesvalles, en una experiencia inolvidable. En el castillo de Navarra recé frente al Cristo de la sonrisa.

El Cristo de Javier, el Cristo de la sonrisa
El Cristo de Javier, el Cristo de la sonrisa

Precisamente se llama Francisco Javier la Comunidad Universitaria en la que me enrolé durante seis años. En 2005 viajamos a Colonia (autobús, pie y barco) para las primeras JMJ de Benedicto XVI. «¡No es tan estricto, el Papa Benedicto!», cantábamos. En un autobús un jesuita me dio un extraño masaje en la pierna sin que yo se lo pidiera.

Con los jesuitas he vivido Pascuas y Ejercicios Espirituales. Con ellos he viajado a Lisboa, a Salamanca y a Roma para recoger la gran cruz de la juventud. Conozco a un jesuita que ha recibido los siete sacramentos. A jesuitas que se dejan la piel en países de África, Sudamérica o Asia. A jesuitas que ayudan en los barrios más deprimidos de Madrid. A algún jesuita que, antes de serlo, era más conquistador que Don Juan Tenorio. A otro con el que bailaba Partiendo la pana de los Estopa. A un jesuita cantautor. A jesuitas sabios, a otros menos. A jesuitas que se salieron.

También participé en una multitudinaria eucaristía en Loyola en la que el Padre General de la Compañía, el castellano Adolfo Nicolás Pachón, tradujo la homilía al inglés y al vascuence. Con toda esta experiencia me atrevo a escanciar algunas de las virtudes que estimo denominador común entre los miembros de la orden: la amplitud de horizontes, la entrega apasionada, la apuesta fuerte por la vida, la valentía espiritual.

Francisco, el primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia
Francisco, el primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia

Lo que jamás se había visto, hasta el 13 de marzo de 2013, era un jesuita Papa.

Dejo un soneto para celebrarlo.

 

Se abre junto a las aguas del Urola

un espacio de paz y de armonía,

que tuvo la gracia de ser un día

cuna de San Ignacio de Loyola.

.

De verde y espíritu se acrisola

un remanso de fe y de alegría,

cuartel general de la Compañía

que la bandera de Cristo enarbola.

.

Paraje que sobrecoge y silencia,

y otorga al fatigado peregrino

descanso de ocupaciones mundanas.

.

Mientras dure y después de mi existencia

quiero reencontrarte en el camino,

entre las montañas guipuzcoanas…

De verde y espíritu se acrisola, un remanso de fe y de alegría...
De verde y espíritu se acrisola, un remanso de fe y de alegría…

Un comentario en «Jesuitas»

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