Guadalajara

La carrera espacial despegó en Guadalajara

[imagebrowser id=43]

Al referirse al globo aerostático a muchos les retrotraerá a finales del siglo XIX, a las novelas de Julio Verne y a viajes románticos de aventureros con reloj de bolsillo. Aún se pueden ver en algunos campos de vuelo en ocasiones especiales. Incluso existen concentraciones de globos aerostáticos, como la European Ballon Festival, que se celebra anualmente en la provincia de Barcelona, a modo de testigo de aquellos años en los que no existía el avión. Pero, ¿sabían que el globo a principios del pasado siglo cumplía la misma función que los actuales satélites? ¿O que gracias a este invento se crearía el germen de los primeros trajes espaciales que llegaron a la luna? ¿Y conocían que la ciudad de Guadalajara fue el origen de todos estos hechos? Este es el viaje en globo a través del tiempo por el comienzo de la aerostación en España, que despega desde tierras alcarreñas.

Al igual que la historia de esta disciplina se perdió eclipsada por la aviación, sus comienzos en España también parecen olvidarse. A finales del siglo XIX, la Academia de Ingenieros, el cuerpo de investigación del Ejército, se asentó en Guadalajara. Desde allí se dedicaron al estudio de cuestiones como las fortificaciones, las trincheras, caminos, puertos… En 1896 se dio un paso más: se compró un globo y el Ejército decidió que algunos de estos científicos viajasen por Europa para estudiar el desarrollo de la incipiente aeronáutica. Aún faltan años para que los aviones dominen el cielo, y en su lugar se encuentran estos colosos aerostáticos, punteros en la estrategia militar.

«Los globos funcionaban como los satélites de ahora», explica Pedro José Pradillo y Esteban, historiador y escritor del libro Guadalajara, cuna de la aerostación española. «Los globos cautivos [con forma alargada] no sirven para viajar ni tampoco tienen capacidad de vuelo [cuando existen grandes ráfagas de viento no pueden subir grandes alturas] ni de maniobra. Se suben dos personas, la encargada de manejar el globo y el observador, que se dedica a fotografiar al enemigo y tomar datos para luego pasar la información por telegrafía a la artillería, quien lanzará los proyectiles a esos focos», continúa Pradillo.

Las obras de construcción de uno de los hangares del Parque de Aerostación
Las obras de construcción de uno de los hangares del Parque de Aerostación. Foto cedida por P.J. Pradillo

Intentando aprovechar este nuevo sistema táctico y para darle un desarrollo a esta nueva tecnología, ese mismo año se inauguró el Parque de Aerostación en Guadalajara. Anteriormente, el lugar estaba destinado a campo de maniobras del citado Cuerpo de Ingenieros. Poco a poco se empezaron a construir varios hangares o un taller de globos (el único edificio que queda en pie hoy en día), y se comienzan a diseñar aparatos propios, a imagen de los modelos europeos. Además de los globos cautivos, se experimenta con los globos libres, «pero siempre desde una perspectiva militar», aclara Pradillo. Ayudaban en la recogida de datos meteorológicos o en el seguimiento de fenómenos como los eclipses de sol.

Además se investiga acerca de los paracaídas: «Hasta ese momento era impensable que una persona se tirase apoyado por este método, pero si se arrojaban todo tipo de bultos y mercancías, con los que se hacían pruebas. Los primeros sistemas de apertura de lona lo desarrollaron esos ingenieros durante el siglo XX», explica el historiador alcarreño, experto en el sector y quien posee multitud de documentos acerca del mismo.

El siglo de los éxitos

Portada de la revista Actualidades haciéndose eco del logro español
Portada de la revista Actualidades haciéndose eco del logro español. Foto cedida por P.J. Pradillo

Con el nuevo siglo las empresas se hacen mucho más ambiciosas y entre 1906 y 1908 se construye el primer dirigible nacional: el Español. Este prototipo es ideado conjuntamente por Leonardo Torres Quevedo (quien también fue el padre de inventos como el teleférico o el telekino) y el capitán Alfredo Kindelán: «Es un gran avance, porque era un híbrido entre los dirigibles blandos que estaban construyendo los franceses y el modelo rígido del zepelín alemán». Torres Quevedo, reconocido ya entre la jerarquía científica, tiene ciertas desavenencias con Kindelán y toma contacto con una empresa francesa para mejorar su proyecto. Esta empresa firma un acuerdo de patente abierta a todos los países menos a España, por lo que el Ejército nacional nunca podrá beneficiarse de los avances de Torres Quevedo: «Su dirigible tuvo una difusión tremenda, sobre todo en el ejército británico, aunque también se exporta otros países como la URSS o a Japón».

La fuga de este cerebro de la ciencia incita al ejército a comprar otro dirigible, el España, aunque sin la tecnología del prototipo francés. Un año antes, en 1909, el Parque de Aerostacion de Guadalajara obtiene un papel destacado durante el conflicto con Marruecos, como elemento de reconocimiento: «Para eso se había creado y había que utilizarlo, claro», apostilla Pradillo. Cuatro años más tarde se crearía el Servicio de Aeronáutica Militar, que dependía de la Sección de Ingenieros del Ministerio de Guerra, y que sería el germen de la aviación en España.

Guadalajara se convirtió en el eje principal de este sector. Tanto es así que la empresa de automóviles de lujo y competición, Hispano-Suiza, construyó en 1917 una sede que, además de coches, produciría motores para aviones. La fábrica fue inaugurada tres años después por el rey Alfonso XIII y su consorte, Victoria Eugenia. De hecho, el monarca se paseaba a menudo por las instalaciones del Parque de Aerostación. «Cada dos por tres venía para ver qué se está haciendo, cómo va ese dirigible, como se desarrollan los paracaídas… era lo más desarrollado del ejército español de la época», asegura el historiador. De sus intalaciones saldrían al menos ocho modelos diferentes de aeronaves hasta su cierre en 1939.

Los Felix Baumgartner españoles

Ensayos con globos libres
Ensayos con globos libres. Foto cedida por P.J. Pradillo

Pero las prácticas militares no eran las únicas que se potenciaban. Los experimentos con globos esféricos o libres continuaban su curso. Al igual que hace unos meses Félix Baugmgartner batió el récord de vuelo tripulado en globo a casi 40.000 metros de altura, los pilotos de la época intententaban alcanzar la distancia más alejada del suelo terrestre. «El comandante Benito Molas intentó batir el récord de altura en 1928, después de participar en la Copa Gordon Bennett [la competición aerostática mundial más importante de la época] un año antes». El reto era conseguir alcanzar los 9.000 metros de altura en un esférico de 2.200 metros cúbicos. Antes, solo el francés Joseph Sadi-Lecointe había conseguido llegar a los 11.145 metros, si bien a bordo de un biplano especial.

Molas tuvo un primer intento fallido que volvió a repetir unos meses después. El globo Hispania se elevó hasta los 5.000 metros desde Guadalajara y fue avistado en Alcalá de Henares, donde se perdió su pista. Ese mismo día por la noche fue encontrado en la pequeña localidad de Yela (Albacete), con Molas fallecido en su interior. «Sufrió un shock a cierta altura, y murió por asfixia», explica Pradillo. Según las mediciones posteriores, el globo consiguió llegar a una altura mayor de 10.000 metros.

«Años después recoge el testigo de Molas el ingeniero militar Emilio Herrera Linares. Se plantea que, por qué después de tantos años de éxitos de la aerostación española, nunca se haya podido batir el récord de altura». Y así se pone manos a la obra a principios de losaños treinta para diseñar un aerostato de 24.000 metros cúbicos, 36 metros de diámetro y 1.740 kilos de peso, todo ello construido en Guadalajara. El objetivo: superar los 20.000 metros de altura. La experiencia de Molas había puesto de manifiesto que el piloto del globo necesitaría de un traje adecuado, así que Herrera Linares ideó un revestimiento de tres capas que luego aprovecharían los ingenieros soviéticos y estadounidenses para hacer los modelos de los trajes de sus astronautas. El propio Herrera describía así su trabajo en sus memorias:

[box border=»full»]

Herrera Linares con el traje especial que serviría de referencia para astronautas soviéticos y estadounidenses
Herrera Linares con el traje especial que serviría de referencia para astronautas soviéticos y estadounidenses. Foto libro Guadalajara, cuna de la aerostación española

«Como resultado de estos estudios y ensayos consiguientes, quedó construida la primera escafandra del espacio que haya existido y se haya ensayado en el mundo. Estaba compuesta de tres trajes; uno, Rasurel, de lana, a raíz de la carne, y envolviendo completamente el cuerpo desde el cuello hasta la punta de los pies y de las manos; otro de caucho absolutamente impermeable al aire, cubriendo también todo el cuerpo desde el cuello hasta las extremidades; y otro resistente, de tela reforzada con alambres de acero, en la forma de acordeón, en cada una de las articulaciones atirantadas con cables de acero para que no se extendiera, pero permitiendo la flexibilidad. La cabeza iba cubierta desde el cuello, por un casco de aluminio con un tragaluz circular delante de la cara, cerrado por tres cristales todos transparentes a la luz visible; uno irrompible, otro opaco a los rayos ultravioletas y otro opaco a los rayos infrarrojos. Estos cristales iban provistos interiormente por una sustancia antivaho, y el casco iba atornillado en un círculo metálico alrededor del cuello unido herméticamente al traje de caucho y al traje resistente. En el interior del casco iba un tubo inhalador para inyectarme oxígeno puro dentro de la boca, y un absorbedor del anhídrido carbónico de mi respiración; y el micrófono para hablar con el exterior por radio…»

[/box]

El fin de la aerostación

Herrera explicó su proyecto tanto a la comunidad científica (quien le avaló por completo) como a las autoridades pertinentes. «No le autorizan porque estamos en plena Guerra Civil. Al final cortan el globo para hacer los capotes para los soldados y la escafandra desaparece». Y como la escafandra, se pierde el rastro a la aerostación en 1936.

Los aviones les ganan la partida a los globos, porque pueden transportar más personas. Además después se vería su fracaso como artefactos hábiles en la Segunda Guerra Mundial. «Los dirigibles solo se utilizan para la observación, aunque tampoco funcionan, ni para el combate. La aerostación se queda obsoleta y no tiene más sentido», dice Pradillo.

Poco a poco se va desmantelando el complejo, vendiendo los terrenos, derruyendo los edificios. De todo aquello solo queda el taller de globos, el mismo que le dio la gloria a la ciudad y por el que cientos de alcarreños pasan en la actualidad sin saber siquiera su historia: «¿Por qué se pierde el valor de las cosas? Porque los edificios no se ponen en valor. Y ahora el error es que se ha recuperado ese único edificio como centro social y no como centro de interpretación de la aerostación», se lamenta el historiador.

Y así, truncado por la guerra y relegado al olvido, termina el viaje por uno de los episodios más gloriosos del país y de Guadalajara, que por unas décadas se convirtió en el referente de la ciencia en España y de donde salieron figuras que, por lo menos, permanecerán para siempre en los libros de historia.

7 comentarios en «La carrera espacial despegó en Guadalajara»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *