Reporterismo

Una nueva moneda circula en Madrid, el boniato

Carteles publicitarios del Mercado Social de Madrid. Fotos: C. Sánchez

En Madrid, desde hace un año es posible comprar un libro, adquirir un mueble, solicitar los servicios de un fontanero o tomar una cerveza y pagar en boniatos, la moneda del Mercado Social (MES), un sistema complementario al euro asentado sobre la no competencia y el consumo responsable.

En Almendralejo (Badajoz) tienen el eXpronceda; en Barcelona, el ecoSol…, así hasta 143 zonas, comarcas o ciudades en toda España. En Alemania, Austria y Suiza conviven actualmente más de 60 monedas locales independientes, con las que los ciudadanos pueden pagar, por ejemplo, el autobús. Hasta 56 países en todo el mundo disponen de economías alternativas, agrupadas en el CES (Community Exchange System), el primer y único sistema de comunidades de intercambio.

El Mercado Social de Madrid lo componen a día de hoy unos 220 socios individuales y 4 colectivos y 60 entidades productoras de bienes y servicios, de sectores tan diversos como la alimentación, la construcción, las artes gráficas, el transporte o la educación.

Comprar en boniatos, de momento solo es posible de forma virtual, no hay una moneda física. Las transacciones se realizan a través de una herramienta en internet, cuyo difícil manejo está dando algunos quebraderos de cabeza. «La gestión es muy complicada: la herramienta es un lío», lamenta Jose, de Traficantes de Sueños, una librería, editorial y distribuidora de la calle de Embajadores que acepta boniatos desde hace cuatro meses. En esta librería reconocen que, por ahora, las compras en moneda social son «muy escasas».

En la librería Traficantes de Sueños es posible pagar en boniatos

Cuando un consumidor compra por primera vez en alguna de las empresas adscritas, paga de la forma habitual, en euros (no tiene boniatos); pero paga el total del importe menos un porcentaje llamado de bonificación que fija cada entidad (normalmente, entre el 3 y el 10%). Es decir, si un producto cuesta 30 euros y el establecimiento admite un 10% de bonificación, el consumidor paga 27 euros y su cuenta del mercado social asciende en 3 boniatos (un boniato equivale a un euro), que automáticamente son restados de la cuenta del establecimiento.

A través de este sistema, los socios se benefician de un descuento y van adquiriendo boniatos que luego podrán gastar, al igual que los establecimientos, que son a su vez consumidores de otros. La moneda solo existe cuando es utilizada, y con el tiempo pierde valor (lo que llaman «oxidación»), por lo que no tiene sentido acumularla.

Compromiso empresarial

Sandra Salsón, miembro de uno de los grupos de trabajo que gestionan el mercado, explica que la idea empezó a gestarse ya en 2002, cuando La Madeja, un grupo de profesionales relacionados con la intervención social, estuvo impartiendo talleres de economía solidaria en la capital. Más tarde, en 2008, se creó un espacio llamado «El patio de la economía social», en el que participaron, entre otros, el periódico Diagonal, la Coordinadora de Grupos de Consumo Agroecológico de Madrid, Fiare (banca ética) y Coop 57 (una cooperativa de crédito para proyectos de economía social), hoy presentes en el MES. Finalmente, en febrero de 2012, arrancó el año de pruebas del Mercado Social de Madrid, al que llamaron «Proyecto Beta».

Para ser consumidor en esta red solo hace falta escribir un correo electrónico solicitando un número de usuario y una clave. Los proveedores, en cambio, deben cumplir una serie de criterios «éticos, democráticos, ecológicos y solidarios» en el desarrollo de su actividad que demuestren su compromiso o, al menos, comprometerse a ponerlos en práctica: el fin último de esta iniciativa es promover un cambio en el modelo económico.

«No son criterios excluyentes, sino incluyentes», indica Sandra Salsón, que además es integrante de Idealoga, una cooperativa de psicología e intervención social que está dentro del MES. «Muchas veces las empresas no son conscientes de algunos aspectos del entorno laboral y del funcionamiento diario. Cuando ingresan en el MES, se valora cada caso y se les ayuda a mejorar aquello a lo que estén dispuestos».

Una carta de presentación da la bienvenida a la nueva entidad colaboradora, donde se explica qué es y en qué consiste el mercado social. El paquete incluye también una «carta solidaria» con los seis principios que lo fundamentan y un cuestionario.

Es en este punto donde interviene la Comisión de Acogida, Evaluación y Certificación (las otras son Moneda Social, Difusión y Gestión). Los responsables de este grupo mantienen una entrevista con el proveedor y realizan una auditoría inicial para examinar el grado de cumplimiento de los criterios. «Pasado el primer año –apunta Salsón–, será la propia entidad quien vierta todos sus datos en internet».

Esos datos, con los que se elaboran indicadores del balance social (Política Laboral, Compromiso con el Entorno, Democracia, Sostenibilidad…), deben reflejar aspectos como que la empresa opta por una política comercial no agresiva; el uso equilibrado y respetuoso de los recursos; una gestión transparente; condiciones laborales dignas de sus empleados (salario, jornada laboral, uso del tiempo, formación, beneficios sociales, apoyo en el cuidado de personas a cargo) o la igualdad de derechos y obligaciones de los trabajadores, para que puedan participar en la toma de decisiones y el diseño de las líneas estratégicas de la entidad.

Sandra Salsón consulta los indicadores del balance social de su empresa, Idealoga

El esfuerzo de los proveedores es recompensado con un certificado que, de manera similar al comercio justo, avala su compromiso con los valores del Mercado Social. Los productos, por su parte, tienen la garantía de ser naturales, ecológicos, locales, artesanos y reciclados o reciclables.

Planes de futuro

Desde comienzos de año, el Mercado Social de Madrid ha establecido unas cuotas anuales para asegurarse unos mínimos ingresos: 100 euros la empresa y 30 el consumidor. «Si queremos que esto funcione, habrá que contratar gente para que lleve todo el trabajo», sostiene Sandra Salsón, que forma parte de la comisión de Moneda.

El motivo es también reunir un capital social, ya que el MES pretende constituirse como una cooperativa para tener una cierta cobertura legal. «No somos defraudadores de Hacienda, todos pagamos el IVA -defiende Salsón-. Tenemos claro que los servicios públicos solo pueden mantenerse con los impuestos».

Aunque las ventas en boniatos suponen una parte simbólica de la facturación total de las ventas, otro de sus objetivos a largo plazo es que con la adhesión de nuevas entidades el mercado pueda llegar a cubrir todas las necesidades de los consumidores asociados.

Más cerca en el tiempo quedan el desarrollo de una aplicación para móviles que permita el canje de moneda social en el acto y la creación de una nueva herramienta web, más sencilla e intuitiva.

Entre mayo y junio, el boniato dará además la cara por segunda vez. Durante la Feria de Economía Solidaria, donde sí circulan los billetes, los proveedores darán a conocer sus productos y los socios sabrán por fin a qué huele ese tubérculo.

Con la información de Sandra Salsón, miembro de la comisión de Moneda Social del Mercado Social de Madrid.

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