Microteatro

Macroemociones en microespacio

Momento de la obra «La Pecera», en Microteatro Por Dinero. Foto: I.M.B.
Momento de la obra «La Pecera», en Microteatro Por Dinero. Foto: I. M. B.

[box] Protagonistas: Masterópodo 1, Masterópodo 2, Masterópodo 3, Narrador y Trovador [/box]

[Los Masterópodos comentan minutos antes de entrar a ver la obra de microteatro]

MASTERÓPODO 1. (Tono irónico.) La historia de venir al microteatro me parece la mejor idea que se ha tenido jamás.

MASTERÓPODO 2. Eres un meapilas. ¡Que esto está saliendo en periódicos extranjeros! The Guardian le ha dedicado un reportaje a este sitio, y en El País también han salido cosas. Pero, ¿tú qué esperas de esta tarde?

MASTERÓPODO 1. Brevedad, ¿no? (Tono de burla.) Yo solo «microespero». A mí Armada me ha dicho que esté aquí y como un clavo aquí que estoy…

MASTERÓPODO 2. No ses tan pesimista, en serio. Esta gente hace que siga existiendo la cultura sin depender de subvenciones. Se mantienen solo con lo que les dan los espectadores.

MASTERÓPODO 3. Tienes razón. Creo que nos ofrecerá algo distinto…

MASTERÓPODO 1. (Tono desganado.) Ehh… Yo sigo esperando poco o nada. No sé si va a ser capaz de ofrecerme algo nuevo o será una versión reducida de lo que entendemos por teatro. De ser así, quedaré profundamente decepcionado.

NARRADOR. Los Masterópodos bajan por unas oscuras escaleras a través de un estrecho pasillo, por el que entran en una sala pequeña y oscura donde perderán su virginidad con el microteatro. El acomodador les sienta con apenas iluminación en la que no pueden mover ninguno de los objetos, ni siquiera las sillas para sentarse.

[El actor cierra la puerta y apaga la luz. Respira hondo y tras unos segundos, enciende una pequeña bombilla que sale de una caja rectangular, con muñecos en su interior que simula la sala a escala]

TROVADOR. (Tono épico.) Esta es la historia de una microlocura, de un microsueño. Una veintena de directores y actores que, hartos de la crisis que azotaba el mundo artístico en el otoño de 2009 se inspiraron en un prostíbulo abandonado…

MASTERÓPODO 2. (Susurro a MASTEROPODO 1.) ¡Un prostíbulo! Esto parece una peli de Almodóvar.

MASTERÓPODO 1. (Le increpa a MASTERÓPODO 2) ¡Ssssshhhh! Que en el teatro no se habla, aunque sea micro.

TROVADOR. Un prostíbulo abandonado reconvertido en sala de exposiciones y que se iba a convertir en bar, como todos los edificios de vuestra sociedad del siglo XXI. Estos soñadores convirtieron las trece habitaciones del castillo, digo, del prostíbulo, en trece obras de trece directores distintos y el doble de actores que durante dos semanas estuvieron ofreciendo a los espectadores los servicios de Amy, Fernanda o Luisa. Pero esto ya no es lo que era, y detrás de esos nombres no había sexo por dinero, sino microteatro, microteatro por dinero. Y al igual que los chuletones tenían que pasar unos controles de calidad, las obras tenían unas características determinadas para pasar la criba: menos de quince minutos de duración por representación, para menos de quince espectadores en menos de quince metros cuadrados. Así surgió Microteatro Por Dinero.

MASTERÓPODO 2. Me pierdo entre tanto número, ¿esto qué es, una clase de matemáticas?

MASTERÓPODO 1. ¡Vale ya! ¿No eras tú el interesado por el microteatro? Pues atiende y cállate, que le desconcentras.

MASTERÓPODO 2. ¿Y tú no decías que esperabas «poco o nada»?

MASTERÓPODO 1. ¡Ssssshhh!

TROVADOR.— Como el acto del amor, donde el roce es la base, aquí el espectador puede hacer casi lo mismo. Huele y respira cada escena. Siente cada respiración de los actores, ve cada escupitajo que se les escape. Es tan íntima la relación que en un momento dado también pueden cambiarse las tornas. Porque (tono de alguacil): ¡Se hace saber que en Microteatro por Dinero cualquiera puede enviar su idea y que sea representada en una de sus salas! (Tono cómplice.) Pero tras pasar otro control de calidad, no olvidemos las salchichas… (Tono alguacil.) ¡Cualquier campesino que decida probar suerte tendrá que pasar por una justa a caballo y derribar a su oponente! (Tono normal.) En caso de no tener caballo, su escrito pasará por un comité que, en función del texto y la puesta en escena, eligen las mejores. Y de ahí decidir si va en desayuno, comida o cena, o sea, la sesión de tarde, la golfa o la de microteatro infantil, los fines de semana por la mañana. (Silencio.) ¡Y el príncipe se casó con la princesa, fueron felices y todos comieron perdices!

[Aplausos]

TROVADOR. Muchas gracias y bienvenidos a la libertad (les indica las salida, pintada en la pared.)

MASTERÓPODO 3. Me ha gustado mogollón. No me lo imaginaba así.

MASTERÓPODO 1. No, yo tampoco. (Tono repipi.) Es un miniespacio donde vives grandes emociones.

MASTERÓPODO 2. (A MASTERÓPODO 2) Te he visto con los ojos de ilusión…

MASTERÓPODO 1. ¡Pero si no veías! Y además estabas todo el rato susurrando cosas, no parabas de hablar…

MASTERÓPODO 2. (Ignora a MASTERÓPODO 1) ¡Y había narrador! ¡Y más de una escena!

MASTERÓPODO 3. El espacio es el único límite. Pueden cambiarse de ropa, saltar en el tiempo…

MASTERÓPODO 2. Hacer una obra así es muy difícil. Tienes que reducir una historia que no sea plana, o sea, que tenga muchas emociones diferentes, altibajos…

MASTERÓPODO 3. (La interrumpe.) Y evolución de los personajes.

MASTERÓPODO 2. ¡Exacto! Y en tan solo unos minutos…

MASTERÓPODO 3. La imaginación no tiene fronteras…Vosotros lo pasaréis mal al hacer el guión porque solo habéis visto una… Y cada obra te aporta algo diferente delante de tus narices, literalmente. Esa es la magia del microteatro.

NARRADOR. Y que juzgue el espectador/lector si el resultado le satisface. Si no, por la boca de este humilde narrador la autora les pide disculpas y les recuerda aquella frase de Enrique Jardiel Poncela: «Escribir teatro es el trabajo más difícil que más fácil parece».

 

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