Tetuán

El banco que presta tiempo sin intereses

(Foto: R. R. W.)

En tiempos de desencanto financiero, hay un tipo de banco que comercia con un bien más escaso que el dinero. Allí se prestan horas sin tipo de interés, se conceden créditos de días enteros a fondo perdido y no hay ninguna hipoteca-basura; todo préstamo sirve para algo. Hay 140 vecinos en Tetuán que participan activamente en el ‘Silo‘, uno de los bancos de tiempo que han surgido en los últimos años en Madrid, organizaciones en las que alguien ofrece parte de su tiempo para ayudar a otros de manera recíproca. Por ejemplo, un vecino ofrece una clase de inglés a cambio de que le ayuden a montar una estantería.

El origen de los bancos de tiempo suele atribuirse a Edgar S. Cahn, un doctor estadounidense en Derecho que llegó a colaborar con la administración Kennedy. A principios de la década de los ochenta, con el gasto para políticas sociales congelado, Cahn creó los ‘Time Dollars’ (dólares temporales), un mecanismo para recompensar a aquellos que realizaban trabajos sociales que no se ven. Las raíces del Silo de Tiempo de Tetuán están en el 15-M: a través del movimiento se formó la Asamblea de Tetuán, y en una de las reuniones hubo gente que decidió formar un banco de tiempo en el barrio. Lo llamaron ‘Silo’, como a las construcciones para almacenar grano en la actividad agrícola.

El objetivo era «recuperar las relaciones vecinales de toda la vida», explica Vicente, uno de los socios del Silo. «Con las nuevas tecnologías se ha perdido mucho contacto real». Los ‘sileros’ —así se denominan entre ellos con cariño— quieren traer de vuelta las relaciones entre vecinos propias de otra época, «evitar que la gente vaya de casa al trabajo y del trabajo a casa».

Aquello sucedió en septiembre de 2011. Después de dos años, el Silo tiene unos 140 socios y una disfuncionalidad: los intercambios son difíciles de llevar a cabo porque la gente «ofrece muchas más actividades de las que pide en compensación», reconoce Juan, uno de los más involucrados. Es decir, el mayor problema de funcionamiento del banco es que la gente es demasiado generosa. «Existe cierto pudor para pedir», apunta Vicente. «La gente es mejor de lo que parece», resume Enrique, nombre ficticio de uno de los ‘sileros’ que prefiere mantenerse anónimo.

El tiempo no se cuenta

Hay una diferencia entre el banco de Tetuán y los bancos de tiempo convencionales. «En el Silo no contamos las horas de vuelta. Tú puedes recibir tres horas de actividades y no tienes por qué dar ninguna», cuenta Fidel, ‘silero’ activo. Hasta ahora en la asociación no tienen constancia de que nadie se haya aprovechado de esto.

Se reúnen todos los miércoles a las siete de la tarde para ponerse cara. «Mucha gente mayor, sobre todo, no quiere meter a alguien en su casa si no le conocen», señala Enrique. Una vez rota la desconfianza, lo que más se piden son pequeñas chapuzas de bricolaje: persianas rotas, enchufes estropeados, estanterías para colgar… Pero también piden, por ejemplo, pequeños arreglos informáticos.

«Una mujer tenía ‘roto’ el ordenador y pidió ayuda. No era nada, una cosa muy sencilla. Vino un chaval que necesitaba que le arreglasen los bajos e hicieron el intercambio», relata Enrique. Lo que más ofrece la gente mayor es precisamente pequeños ajustes de moda, e incluso enseñar a coser. Aunque hay de todo: María Jesús, por ejemplo, usa el Silo sobre todo para conversar en inglés, una de las actividades más habituales. «Yo hablo francés y alemán, y cuando me jubilé empecé a aprender inglés», relata. Es habitual que una frase en inglés interrumpa el cauce de una reunión del Silo y las palabras desemboquen en un diálogo extranjero pero no extraño. A Manolo, el más veterano del grupo, le enseñó inglés una monja que también participa en el Silo. «Fue muy bien».

Las reuniones se suelen celebrar en el local de la Asociación de Vecinos Solidaridad de Cuatro Caminos, ocupado a menudo por otras actividades vecinales. Cuando eso sucede, bajan al bar de la esquina y celebran la reunión entre cañas, refrescos y tapas. La asociación ni siquiera tiene claro que pueda seguir usando su local el año próximo, un problema que inquieta pero no frena a los ‘sileros’.

Inscripción por una ficha

Para inscribirse en el Silo hay que rellenar una ficha con datos personales, la actividad que se ofrece y la que se pide. «Luego ponemos en contacto a los ‘sileros’, normalmente por internet, para que se produzca el intercambio», añade Fidel. Aunque predominan el bricolaje y los idiomas, en el Silo se ofrece de todo. Ayuda para mudanzas, clases de guitarra, idiomas, yoga, regar plantas, cuidar animales, apoyo escolar para niños y cosas más sorprendentes. «Una chica vino ofreciendo simplemente escuchar», recuerda Trinidad, otra ‘silera’. «Hay gente que se ofrece a tomar un café, sin más. Es muy duro estar sola y que no tengas nadie con quien hablar».

Entre todos los bancos de Madrid —más de quince— están creando una red común para facilitar la interacción y que si alguien pide una actividad en Rivas o Manoteras, pueda realizar un intercambio con alguien que ofrezca la misma en Vallecas. Además del 15-M, hay bancos vinculados a la Iglesia y a los Ayuntamientos locales. «No hacemos distinción para colaborar», asegura Enrique.

Para él, «los bancos de tiempo son el reflejo de una nueva sociedad», aunque reclamen costumbres de antes. «Estamos donde debería estar la administración pública», apunta alguien en la reunión; «no, el Silo es compatible con el Estado del Bienestar», rebate otro. Mientras se lo cuestionan, más de un centenar de vecinos de Tetuán comparten conocimientos, se prestan ayuda y, en definitiva, se acuerdan de ser vecinos.

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