Opinión

¿Tiene vida privada un Jefe de Estado?

SÍ - J. G. STEGMANN
SÍ – J. G. STEGMANN

La intimidad es un derecho y cualquier intento de quebrantarlo quebrantaría la democracia y la libertad de los ciudadanos. François Hollande, aparte de jefe de Estado, es ciudadano. Y si bien tiene que que dar explicaciones a los casi 66 millones de franceses que representa, dichas explicaciones no se extienden en ningún caso a su intimidad. «Los asuntos privados deben tratarse en privado», aseguró el presidente francés en la conferencia de prensa del pasado día martes, en la que pese a anunciar un recorte presupuestario de nada menos que de 65.000 millones de euros, la atención y la tensión se pusieron en si finalmente iba a hablar del estado de salud de Valérie Trierweiler o de Julie Gayet, por no aludir al embarazo de la actriz, rumor que, afortunadamente, todavía no se había puesto en circulación. En ningún caso, estas u otras informaciones igualmente banales como los cruasanes que supuestamente el guardaespaldas de Hollande les llevaba a los “amantes” al “nido de amor”, son de interés público.  Esta es la línea roja que no debe sobrepasar el periodista: lo que no es de interés público no es publicable y mucho menos si en juego está el derecho al honor, la intimidad o la propia imagen de una persona. De los profesionales de la información depende no perder la seriedad y la credibilidad. Los periodistas tienen la oportunidad, cuando se presentan escándalos de este tipo, de desempolvar los valores que han erigido la profesión, como la veracidad, el rigor, y sobre todo el respeto al público ofreciendo una información de calidad, que difícilmente tiene que ver con lo que Hollande o cualquier jefe de Estado hace en su alcoba.

NO - G. PACHECO
NO – G. PACHECO

Los Presidentes, Primeros Ministros y jefes de Estado son personas como cualquier otras. Trabajan, tienen familias y problemas, igual que la mayoría de nosotros. Sin embargo, hay que valorar que poseen una gran responsabilidad que no tenemos el resto: ocupar un cargo para representar y dirigir el destino de sus países. Una persona que ocupa un cargo público de tal relevancia debe proyectar una imagen de rectitud y seriedad en todo momento. No hay que olvidar que casi siempre se deben a una mayoría de electores que les han votado, y ante estos, y también ante los que habrían preferido otras opciones, deben rendir cuentas. En ese sentido no pueden tener comportamientos que sean censurables para buena parte de la sociedad. Los medios de comunicación tienen el deber de informar de las acciones de quienes ocupan los cargos más importantes de cualquier país, por una sencilla razón: es de interés general. Un gobernante o un jefe de Estado tiene que entender que su vida privada deja de serlo mientras está en funciones. El affaire de Bill Clinton con Mónica Lewinsky, o las noticias sobre las orgías de Silvio Berlusconi son acontecimientos que la prensa debía dar a conocer, porque ambos estaban en ejercicio cuando su comportamiento era inadecuado, al menos desde el punto de vista ético. Que François Hollande tenga una amante también es un hecho que deba conocerse, sobre todo porque al igual que en los casos anteriores, el presidente francés ha tratado de ocultar los hechos a la población proyectando una imagen que no se corresponde con la realidad. Y a la sociedad no se la puede engañar.

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