Rivas

«Vivo con el miedo de que me echen de casa»

Raquel se esfuerza mucho para que su hijo de siete años no se entere de lo que está pasando. Disfraza los problemas con cuentos y se inventa excusas fantásticas para no perturbar su felicidad. Este último año, el niño ha pedido por Reyes una Wii. Su madre le contó que pesaba mucho y los Reyes no podían traer la consola desde Oriente, aunque se haya portado muy bien. Procura no llorar delante de él, pero a veces no lo consigue, especialmente cuando recibe malas noticias del banco. Desde que llegó el aviso de desahucio vive con el miedo de que cualquier día la expulsen de su casa, en la localidad de Rivas-Vaciamadrid.

(Foto: FIRMA)
Raquel con un cartel de la PAH. Foto: Félix Bernet

Cada 15 minutos una familia pierde su casa en España, según un informe de 2012 publicado por un Colegio de Registradores de España. Un divorcio problemático y la crisis económica hicieron que pasara de tener una situación cómoda a no poder pagar la hipoteca.

«He pasado de tener una visa de 2.000 euros a no poder comprar ni una botella de agua», afirma Raquel Radio. En época de bonanza, tenía una empresa de mensajería junto a su compañero sentimental. El negocio era próspero. Contaba con ocho empleados, pero en 2007 comenzó la pesadilla: «Tuve problemas de convivencia con mi expareja, se fue de casa y me dejó sola con la hipoteca y las deudas». En pleno inicio de la crisis, Raquel se quedó sin trabajo. Al ser autónoma tampoco tenía derecho a la prestación de desempleo y no recibe la pensión alimenticia del padre de su hijo, que tenía 18 meses cuando se marchó.

A los seis meses de quedarse en el paro, Raquel tuvo que decidir entre pagar la hipoteca o dar de comer a sus dos hijos. Así que devolvió la primera letra del piso. Con el único ingreso de una renta mínima de 280 euros y una deuda de 900 euros al mes, casi el triple de lo que recibe, la ripense inició un calvario que se prolongaría durante cinco años y que la persigue hasta hoy.

Sin dinero ni apoyo, Raquel se quedó en una evidente situación de fragilidad. Se sentía David luchando contra Goliat cuando se enfrentaba a las entidades financieras y la burocracia del Estado. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) se convirtió entonces en su red protectora. No tenía familia ni amigos que pudieran echarle una mano y su único apoyo era su madre, que falleció hace casi dos años. Su hija, de 18 años, ha sido su mayor consuelo: «Me tranquiliza cuando lloro y dice que no nos van a echar». Con más 40 años y sin formación superior, sabe que sus posibilidades de encontrar empleo son muy escasas.

 La condonación y el alquiler como solución

Aunque los desahucios comenzaron a descender en 2013, el drama continúa después. Entre julio y septiembre de 2013 se registraron 17.009 ejecuciones hipotecarias, un 16,3% menos que el trimestre anterior, según los datos del Consejo General del Poder Judicial. Los afectados comienzan una carrera contrarreloj para conseguir un alquiler social o una vez perdida la casa, la condonación de la deuda.

Raquel ha pedido ayuda a los asuntos sociales, pero no ha conseguido nada de las instituciones. «A veces la gente de las instituciones les dicen a los que piden ayuda que ellos no pueden hacer nada y que recurran a nosotros», comenta la portavoz de la PAH, «debería ser al revés. La plataforma cubre necesidades que debería garantizar el Estado», comenta. La activista insiste en que la PAH es una organización ciudadana y no una ONG: «No somos una asociación asistencial, cada uno se responsabiliza y conciencia de su problema, aunque los demás le ayudemos».

Antes de acudir a la PAH, intentó negociar ella misma con el banco, que se mostró inflexible. Agotó todas las posibilidades. Cuando llegó a la primera asamblea, el proceso estaba muy avanzado y Raquel ya tenía fecha de desahucio. «El abogado de oficio no tenía ni idea, me decía que no podía hacer nada», explica. Así que Raquel acudió a la desesperada a la PAH Alcalá de Henares. Allí le explicaron las tres fases del desahucio: dejar de pagar, el inicio del proceso hipotecario y el lanzamiento y reclamación de la deuda. Ante la inminente posibilidad de que la Policía se presentara en su domicilio, la PAH le acompañó a negociar de nuevo con el banco mientras algunos activistas esperaban en la puerta de la entidad para protestar contra su desalojo. Ante la presión ciudadana, Bankia cedió y le ofreció un alquiler social. «Tienen miedo a las plataformas porque están creciendo mucho», concluye.

Gracias a este acuerdo, Raquel ha podido tener un respiro en este largo y angustioso proceso. Aquel 24 de octubre salió de Bankia, la entidad española que más desahucios acumula, con la promesa de un alquiler social que aún no se ha cumplido. El banco quiere que pague al mes 220 euros, una cantidad que supera las posibilidades de la afectada. «Estamos esperando a ver si pueden rebajárselo un poco. No es alquiler social, consideramos que este es un 30% de los ingresos de la persona», afirma una portavoz de PAH Alcalá de Henares: «El desahucio se ha paralizado, pero el problema no se ha resuelto. A día de hoy no ha firmado condonación de la deuda ni total ni parcial», zanja. Aunque esta posibilidad le ha dado esperanza, Raquel sabe que el desahucio podría activarse en cualquier momento.

La presión psicológica es otra consecuencia directa del trauma de un desahucio. A veces, los afectados tienen ansiedad o síntomas de culpabilidad. Lo peor es acostumbrarse vivir en la precariedad, con la sensación de estar siempre en la cuerda floja. Muchos temen que sobrevivir sea ya una forma de subsistir más que un problema puntual que pasará con la crisis. Raquel ha aprendido a solucionar las preocupaciones de hoy y a no hacer planes más allá de mañana. Sigue esperando un trabajo y una vida que no acaba de llegar porque si algo caracteriza a las víctimas de un desahucio es la paciencia.

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