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Obelisco de Calatrava, un lustro de decepción

El monumento de Plaza de Castilla siempre será víctima de su apellido. Antes de nacer ya era conocido por todos como el Obelisco de Calatrava, aunque su nombre original es el de «Obelisco de la Caja». Creció entre las Torres Kio como medran los enchufados en la oficina: rodeado de ruido y con un papel que no le correspondía ni por estatura. Mide 20 metros menos que sus hermanas gemelas, pero su colocación le hace más grande a la vista del viandante.

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Imagen del entorno de Plaza de Castilla. Foto: J. S. C.

El Obelisco de Calatrava tuvo desde el primer día una legión de detractores que ni mucho menos ha disminuido. El monumento se proyectó para que tuviera movimiento, pero lleva años parado y su elevado mantenimiento no permite una solución a corto plazo. La obra está señalada entre los arquitectos desde su inauguración, incluso por aquellos que conocen muy de cerca las inquietudes de su polémico padre, Santiago Calatrava.

El decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, José María Granero, define el monumento como una obra ejecutada «desde el capricho». «Nosotros fuimos muy críticos en su momento y el tiempo desgraciadamente nos ha dado la razón», explica. Nadie contó con ellos a la hora de valorar la conveniencia o no de la obra y tampoco les han transmitido las razones por las que el Obelisco lleva más tiempo parado que en funcionamiento. «Creemos que es estrictamente por el coste disparatado que implica mantenerlo».

«La intervención en el espacio público debe ser siempre desde la reflexión, la calidad y contando con profesionales y ciudadanos», explica Granero, que está inmerso en el proyecto «Piensa Sol» que decidirá sobre el futuro arquitectónico de la Puerta del Sol. «Cuando se hace todo de espaldas a la sociedad civil y con una inversión de ese tamaño, al final queda como una broma. Una broma de mal gusto en este caso». La obra del Obelisco, concluye el decano, «fue casi un homenaje de Calatrava a sí mismo».

«Con Calatrava, el personaje se terminó comiendo al artista»

José Vela Castillo es profesor de Cultura y Teoría de la Arquitectura en IE University y trabajó junto al controvertido arquitecto a comienzos de los años 90, cuando se estaba gestando la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. «Era un momento en el que Calatrava tenía una respetabilidad que en algunos casos ha perdido por, digamos, sus propias actuaciones», recuerda. «Creo que es un gran arquitecto, pero le ha podido cierto endiosamiento a partir de un momento».

«Ambicioso y extremadamente trabajador»

El profesor considera que el Obelisco es una creación «interesante desde el punto de vista escultórico», aunque matiza: «Probablemente la ciudad de Madrid y la zona de Plaza de Castilla no necesitaban tanto una pieza así como una intervención que eliminase del barrio determinados problemas espaciales. Hacía falta una intervención más urbana y menos monumental. Pareció en ese momento una solución de urgencia por parte del Ayuntamiento».

Vela Castillo recuerda los comienzos de Calatrava y cómo se fue transformando en el arquitecto ‘estrella’ que es hoy. «En los años 80, sus primeras obras en Suiza, más pequeñas, prometían mucho. En los 90 seguían siendo muy interesantes y proponían cosas novedosas. Pero a partir de un momento el personaje se come al artista. Algo que le ha perjudicado a la calidad de su trabajo y a su relación con los clientes».

Mucho se ha escrito sobre el arquitecto valenciano, al que este profesor define como una persona «ambiciosa». Un rasgo de su personalidad que, explica, «tiene su parte buena porque cualquier artista o arquitecto que quiere hacer una obra interesante debe ser ambicioso». Sin embargo, esa cualidad ha tenido en su caso «otras cosas no tan buenas que le han llevado a una forma de trabajar no del todo ortodoxa». De igual manera, asegura su excompañero, Calatrava es una persona «extremadamente trabajadora». «Está al tanto de todos y cada uno de sus proyectos. No se ha convertido en gestor de una marca sino que está detrás de todo porque tiene una capacidad de trabajo descomunal».

Herencia envenenada

El Obelisco fue un obsequio de Caja Madrid a la ciudad. El banco, por el 300º aniversario de su fundación, contactó con el arquitecto para dejar un recuerdo perenne de aquella efemérides. Tras varios retrasos, Acciona se adjudicó las obras y comenzó la construcción del monumento en julio de 2008. No fue hasta la víspera de Nochebuena de 2009 cuando Madrid «abrió» su regalo: un cilindro dorado de 93 metros y 572 toneladas entre las Torres Kio, «el punto intermedio entre el Madrid tradicional y el que está por llegar», dijo el entonces alcalde Alberto Ruiz-Gallardón.

Pese a que Madrid no pagó nada por el Obelisco, el mantenimiento se ha convertido en una herencia envenenada para la ciudad y el Ayuntamiento. El cuidado del monumento depende del área de las Artes del consistorio madrileño, donde han reconocido en más de una ocasión que el mantenimiento del Obelisco es «más caro de lo pensado». El contrato de conservación está cifrado en 312.000 euros y se extiende hasta el año 2014, momento en el que habrá que renegociar sus condiciones y decidir qué se hace con el que iba a ser, en palabras de Ruiz-Gallardón, «el exponente de cómo queremos construir este Madrid del siglo XXI».

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Un comentario en «Obelisco de Calatrava, un lustro de decepción»

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