Fuencarral – El Pardo

Sueños con fecha de caducidad

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Las empleadas de Touch. Foto: R.M.F.

Últimos momentos de 2014. La gran mayoría de los madrileños estarán pensando en tomarse unas uvas con las que celebrar la despedida del año. Sin embargo, para un buen número de comerciantes supondrá un adiós mucho más triste, tener que cerrar el negocio familiar en el que llevan toda la vida.

El inicio de 2015 traerá consigo el fin de muchos contratos de renta antigua en aplicación de la vigente Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) de 1994. Esta normativa estableció una prórroga de veinte años para los locales alquilados en virtud de la Ley de Arrendamientos de 1964. El aplazamiento tiene los días contados y los vendedores que no han conseguido llegar a un acuerdo con el propietario esperan con impotencia el momento de echar el cierre.

En la Comunidad de Madrid, unos 35.800 establecimientos de comercio minorista, hostelería y talleres de reparación se verán afectados. Entre estos casos se encuentran varias personas que tienen su negocio en el Centro Comercial La Vaguada, situado en el madrileño barrio del Pilar.

La Vaguada se inauguró el 24 de octubre de 1983, en un acto presidido por el alcalde Enrique Tierno Galván. El centro nacía con la intención de dar cabida a un gran número de pequeños comerciantes. De hecho, desde sus inicios y hasta 2005, uno de sus referentes fue la «Plaza de los artesanos», un espacio en el que trabajadores de distintos gremios vendían los productos que ellos mismos elaboraban ante la atenta mirada de todos los que pasaban por delante.

Tanto los artesanos como los atrevidos emprendedores que abrían su propio negocio familiar firmaron sus contratos de alquiler antes del 9 de mayo de 1985, fecha en la que entró en vigor el «decreto Boyer», que acababa con las rentas de duración indefinida.

Con el paso del tiempo, la mayor parte de estos comercios han tenido que ir cerrando sus puertas. Los pocos que han logrado superar estos tres décadas de vida se ven afectados por el final de la moratoria de los 20 años.

Algunos de ellos, ante el inevitable desenlace, han decidido poner punto y final a su aventura antes de la temida fecha oficial. Así, Zapatos, una de las tiendas más antiguas de este centro comercial ha tenido que ceder su plaza a Parfois. En otros casos, los dueños de las tiendas han logrado renegociar un nuevo alquiler a cambio de ocupar un sitio menos privilegiado dentro del edificio. De este modo, la tienda de moda Desigual se ha hecho con el lugar de Bricolaje Soriano, que ha tenido que buscar acomodo en uno de los pasillos del centro. O aceptaban el nuevo destino o no les renovaban.

Alquileres inalcanzables

«Yo entiendo que hay alquileres muy antiguos y gente que está pagando cantidades ciertamente bajas de 300 o 500 euros en locales bien situados en el centro de Madrid. Pero no es nuestro caso, nosotros estamos pagando casi 4.000 euros al mes por algo más de treinta metros cuadrados». Son las palabras de Juan Manuel del Río, uno de los propietarios de la tienda Touch, dedicada a la venta de complementos y bisutería.

Juan Manuel abrió su negocio a la vez que La Vaguada daba sus primeros pasos. En la actualidad se tiene que resignar a ver cómo el sueño de su vida tiene fecha de caducidad. «Nos ofrecen renovar el alquiler multiplicando por tres la renta. Se aprovechan de la ley para ponernos unas condiciones absolutamente inaceptables», denuncia.

Tras más de tres décadas al frente de su negocio, Juan Manuel únicamente se plantea el cierre total y su jubilación. «Entiendo que gente más joven se buscará la vida en comercios en la calle o en otro centro comercial, pero yo a mi edad ya solo pienso en cerrar, pagar al personal e irnos para casa. No nos queda otra», se lamenta.

Una situación similar es la que está viviendo la joyería La Perla, situada justo una planta más arriba que Touch. Su dueño, José Carlos García, es la segunda generación del negocio que el 2 de enero de 1984 abrió su padre. Una visión familiar que se aprecia en las tres empleadas de la tienda, con edades comprendidas entre los 60 y los 63 años, quienes comenzaron trabajando para el padre de José Carlos y hoy día lo hacen con ese niño al que han visto ir creciendo.

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La joyería La Perla es uno de los locales afectados. Foto: R.M.F.

Sin embargo, esta «pequeña gran familia» se verá obligada a separarse en menos de dos semanas, momento en el que finaliza su contrato de alquiler. «Hasta ahora estábamos pagando algo más de 4.000 euros al mes por treinta y tres metros cuadrados de tienda y la oferta de renovación que nos ofrecían era un 58% más elevada», indica José Carlos.

Además, le exigían una remodelación de la tienda para que tuviese una imagen más moderna y el pago de un depósito a fondo perdido de 50.000 euros para ofrecerle una renovación por cinco años. Pese a que José Carlos finalmente accedió a cumplir todas las exigencias, el propietario del inmueble le comunicó que no cumplía el perfil que buscaban, cerrando cualquier opción de continuidad. La crisis y la mala situación económica de sus clientes han hecho que este antiguo profesor, que dejó las aulas para continuar el negocio familiar, tampoco se plantee abrir una nueva joyería en otro lugar.

Una resignación ante el cierre que choca frontalmente con la actitud adoptada por José Luis, dueño de Lennon, una tienda de ropa juvenil. José Luis abrió su negocio en 1993 tras pagar treinta millones de pesetas al antiguo inquilino en forma de traspaso del contrato de arrendamiento. Este hecho, unido a que lo llevó a cabo como persona física y no a través de una sociedad, va a suponerle, con la ley en la mano, una prórroga de cinco años. No obstante, el propietario del local ya le ha comunicado que deberá abandonar el negocio antes de que comience 2015.

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La tienda Lennon. Foto: R.M.F.

«Mi tienda tiene cuarenta metros cuadrados y estoy pagando 5.000 euros al mes, no tiene nada que ver con los casos de renta antigua de toda la vida que puede que paguen muy poco alquiler», afirma. A José Luis le ofrecieron renovar el contrato con una subida del alquiler hasta los 8.500 euros mensuales. Una oferta que no llegó ni a plantearse. «Yo firmé un contrato indefinido. Para echarme de aquí tienen que venir los GEO», asegura.

El tiempo corre, las negociaciones están estancadas y el desenlace parece inevitable. El próximo 1 de enero traerá consigo el inicio de 2015 y el final de estos pequeños comercios de toda la vida.

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