Encuentros

Juan Manuel de Prada, periodismo, occidente y actualidad

Juan Manuel de Prada durante su visita. Foto: L.P.

Juan Manuel de Prada nació en Baracaldo en 1970, aunque, como siempre recuerda, pasó su infancia en Zamora. Lo primero que impresiona al verle es su altura. Se sienta a la mesa y deja un libro: La princesa de Éboli.

Comienza a hablar y su conversación divaga entre el periodismo, la religión y la actualidad. Lo primero que cuenta es que lleva muchos años viniendo a visitar el Máster ABC-UCM y que siempre le ha resultado «una experiencia muy grata». Antes de entrar en materia avisa de que lo que va a ofrecer es «su visión panorámica de esta profesión. Una visión pesimista».

De Prada expone que él «aboga por hacer un periodismo distinto». Sin embargo, eso no es lo que el gran público demanda. Aunque no esté de acuerdo con él, el autor de Morir bajo tu cielo cita La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, para explicar un fenómeno que tiene lugar especialmente en nuestros días. La masa «idiotizada y cretinizada», según de Prada, demanda un «periodismo de consigna» con el que sentirse satisfecha y, además, no quiere pagar por ello.

A propósito de su artículo publicado el día diez de enero en ABC titulado Yo no soy «Charlie Hebdo», explica que ha sido uno de los que más impacto ha tenido. Cuenta que muchos de los que le han criticado apenas habrán pasado de leer el titular y que otros tantos se han mostrado sorprendidos cuando no ha hecho otra cosa que defender «las mismas ideas» que siempre pueden encontrarse en sus artículos.

Para el columnista de ABC, hablar de periodismo y hablar del lector son dos facetas del mismo problema. No se puede tratar la labor que, como escritor, pretende llevar a cabo desde el papel sin señalar la «lobotomización y la fanatización» de los lectores. Los medios de comunicación fuertes se encuentran, en su opinión, ante posibilidades nada halagüeñas: «O bien ofrecer entretenimientos zafios, o bien estar condenados a la limosna del poder, o bien estar condenados a la ignorancia».

En cuanto al futuro de los jóvenes periodistas, se muestra preocupado y se pregunta hasta dónde puede resistir un redactor con un sueldo que ya no es ni «mileurista». Pretender mantener la independencia y la honestidad de esta profesión, «cada vez más precaria económica e intelectualmente», sin abordar los problemas del bien común –entendido desde su perspectiva como justicia social–, es, como dijo en uno de sus artículos, «arar en el mar». Sin embargo nos deja un consejo: «Sed como se dice en la Biblia, cándidos como palomas y astutos como serpientes».

Volviendo sobre el periodismo en internet, argumenta que «cuando uno lee la edición digital de los periódicos se encuentra no ya con titulares llamativos sino con noticias chorras. Cosas sensacionalistas y estrafalarias. No verlo es como la fábula del rey desnudo». Explica que el cambio operado en la llamada «cultura digital», es el mismo que en la destrucción de las sociedades. El paso de la oralidad a la escritura no se complementa sino que se superpone a la cultura anterior. Del mismo modo, la cultura digital acabará por eliminar la forma de escritura que conocemos hasta ahora. Sin embargo, matiza que «la literatura como forma de vida no se ha acabado, pero como medio de subsistencia sí». Aunque es difícil saber cuál será su destino.

En un momento dado se interrumpe: «Ahora mismo estoy leyendo este libro, La princesa de Éboli. Voy por la página 152. Tiene 308, y no sé lo que va a pasar, pero el tío que está en la cultura digital quiere saber si se la follará o no», dice arrancando una carcajada general. «Pretender que la gente va a seguir leyendo igual es simplemente falso».

Perspectiva de futuro

Al dirigir la mirada más allá de la prensa y de la literatura, la crítica de Juan Manuel de Prada se centra en lo que  denomina «Nuevo Orden Mundial», el «imperialismo internacional del dinero», según las palabras del Papa Pío XI. «En donde veo una esperanza es en Rusia». El escritor y columnista, sin embargo, se muestra receloso de los tratos del país gobernado por Putin con China. «China es un país muy peligroso. Es un pueblo sin religión».

La solución, según expone, pasa por que las sociedades se organicen de acuerdo a un núcleo de principios. «A la larga las sociedades tendrán que vertebrarse en torno a una visión cristiana del mundo». Paradójicamente, De Prada quiere para la comunidad occidental la misma tolerancia que se brindaba a los cristianos en Irak, Siria o Egipto, «antes de que la avaricia de Estados Unidos destruyera todo eso».

Juan Manuel de Prada mantiene posiciones incómodas para unos y otros. Es difícil de encajar en cualquier panorama político y lo han criticado por exceso y por defecto de un modo parecido al  que Chesterton señalaba en su Ortodoxia. Los bajos le critican por ser alto y los altos lo hacen por ser bajo. Él, sin embargo, dice lo que le parece y mantiene de fondo una esperanza: «Creo en el libre albedrío y siempre hay tiempo para la reacción. ¡Cómo no iba a creerlo si yo soy un reaccionario!»

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