Especial Crímenes

La Casa de los Locos

Antonio Grilo 3 portada
Fachada de Antonio Grilo, 3. Foto: E.B

En Madrid había 131.726 edificios en el año 2011, fecha en la que el INE (Instituto Nacional de Estadística) realizó su último Censo de Edificios y Viviendas. Más de cien mil inmuebles. Pero ninguno como el número 3 de Antonio Grilo.

Sus vecinos prefieren guardar silencio. No les gusta hablar de lo que pasó en el siglo XX en el edificio. Para ellos no deja de ser como cualquier otro de Madrid.

Pero la historia del inmueble aún despierta la curiosidad de muchos. Hace algo más de medio año, el portal web idealista.com colgaba el siguiente anuncio: «Si te gusta el riesgo, si te atreves con todo y las leyendas urbanas, aún siendo reales, no te amedrentan, te invitamos a conocer esta finca y su historia. La casa del terror se queda en un juego de niños comparado con… ¿tu futura casa?»

Con él, llamaba la atención sobre un piso que se vendía por 113.666 euros. El anuncio se retiró el 16 de junio de 2014, quizá tras encontrar un comprador que quisiera probar en carne y hueso lo que es vivir en uno de los edificios que marcan la historia negra de Madrid. Un lugar que, en menos de 20 años, dejó un asesinato sin resolver y dos parricidios.

Así narraron los medios el Crimen del Sastre en 1962

Un demente mata a su esposa y a cinco hijos y se suicida

Un martillo, una pistola y un cuchillo de cocina. José María Ruiz Martínez no necesitó más para terminar con la vida de su mujer y sus cinco hijos, además de con la suya propia, en el angustioso suceso que tuvo lugar en el número 3 de la calle de Antonio Grilo, donde habitaba la familia.

Sobre las ocho menos veinte, la Sala del 091 recibía una llamada de este sastre de cuarenta y cuatro años, natural de Pedro Martínez (Granada), en la que afirmaba haber matado a su mujer y sus cinco hijos.

Dos patrullas se desplazaron hasta la calle Antonio Grilo, donde los agentes trataron sin éxito que José María Ruiz les abriera la puerta de su domicilio, el 3ºD. A voces y muy excitado, el sastre requirió la presencia de un padre carmelita, «ya que todos los de su familia descansaban con Dios», aseguró. Armado con una pistola de calibre 5’35, José María Ruiz Martínez amenazó con disparar a todo aquel que tratara de entrar en el edificio.

Con objeto de prevenir mayores violencias, una de las patrullas se desplazó hasta el Templo Nacional de Santa Teresa, en la cercana plaza de España. No tardaron en volver con el padre Celestino, que habló al enajenado desde un balcón en el segundo piso de la finca 8, enfrente del inmueble número 3.

Mientras el clérigo intentaba calmar al sastre, que le apuntaba con la pistola desde su balcón y lucía un pijama cubierto de manchas de sangre, una multitud empezó a arremolinarse en el lugar, con una gran expectación.

El Caso
Portada de El Caso

Encima de sus cabezas, el espectáculo era sobrecogedor. José María Ruiz Martínez pedía la absolución del padre, asegurando que quería suicidarse. «Esto es para mí, Dios no me lo tendrá en cuenta», gritaba el sastre mientras agitaba su arma, y añadía: «los he matado por no matar a otros canallas».

Pero lo peor estaba por llegar. José María Ruiz volvió al interior de su vivienda para, a los pocos minutos, salir de nuevo al balcón con el cadáver horriblemente mutilado de uno de sus hijos, mostrándoselo al público. Una escena que repitió con otros dos infantes para después entrar en el interior de la vivienda y quitarse la vida de un disparo.

Cuando los funcionarios de Policía lograron entrar al interior del 3ºD, el espectáculo era espantoso. En el dormitorio del matrimonio se hallaba la esposa, Dolores Bermúdez Fernández, tendida en el suelo. En un «moisés» estaba Susana, de dos años, con señales de haber sido degollada. En el cuarto de baño, se encontró muerta a María Dolores, de catorce años, con un disparo en la garganta que hace presuponer su pretensión de esconderse. En una habitación interior, en la cama, otra niña de doce años, Adela, muerta. Y en un cuarto que da a la calle, José María, de diez años, y Juan Carlos, de cinco; uno degollado y el otro muerto por arma de fuego.

En el 3ºD del inmueble número 3 de Antonio Grilo vivía también Juana García Capitán, de veintidós años y natural de Madrid; cuidadora de los niños. «A las seis de la mañana, el señor me encargó que fuese a una farmacia de guardia con el pretexto de que la señora no estaba bien», contó Juana García a los allí presentes, muy afectada por el suceso. Se supone que durante el tiempo en el que la niñera no estuvo en casa, José María Ruiz Martínez mató a su esposa y a sus hijos.

La Casa de los Locos, en la actualidad

Al lado de Gran Vía, junto a la calle San Bernardo y enfrente de la animada calle Pez, está la calle Antonio Grilo. Una vía pequeña de apenas 60 metros de longitud. Sus aceras son estrechas. Tiene una decena de portales, y aún menos comercios: un par de establecimientos de alimentación regentados por asiáticos, un restaurante italiano, una cafetería…

En su margen derecho al acceder desde San Bernardo, hay un solar en el que un grupo de okupas han levantado un huerto colectivo. Antes, en el mismo lugar estaba el número 8 de Antonio Grilo, desde el que el padre Celestino intentó calmar a José María Ruiz Martínez el 1 de mayo de 1962.

Levantada en un terreno que en el siglo XVI ocupó el beaterio de Santa Catalina de Sena, son muchos los sucesos violentos que han tenido lugar en esta travesía.

Antonio Grilo ha sido testigo de escenas de celos, como en la que una mujer engañada intentó rociar con un líquido corrosivo a la amante de su marido o un novio despechado degolló a la nueva pareja de su amada. Ha habido peleas, atropellos, ataques a niños pequeños que jugaban allí, suicidios e incluso fue escenario de los crímenes de Jarabo, el último criminal sentenciado por la justicia ordinaria al garrote vil en España.

Antonio Grilo 3
Puerta original de Antonio Grilo, 3. Foto: E.B

Hace más de un siglo que en esta calle bautizada en honor al poeta cordobés Antonio Grilo se levantó un edificio de color salmón. Su puerta, de madera, está maltratada por los grafitis y el tiempo. Tras ella, un angosto pasillo con suelo de piedra y poca iluminación da la bienvenida al número 3 de Antonio Grilo, la Casa de los Locos de Madrid. Un sobrenombre que recuerda que allí, entre 1945 y 1964, hubo la friolera de 9 asesinatos.

Si uno se aventura por su gastada escalera de madera hacia el primer piso, se encuentra un pasillo que lo divide en dos. A mano izquierda, al fondo, se puede ver la puerta de la letra B. La A no está a la vista, escondida tras el hueco del ascensor. A mano derecha, cuatro escalones dan acceso a la C y la D, frente a frente.

Antonio Grilo 3, crónica negra madrileña

En la planta baja, tras la puerta de la derecha, una animada charla familiar se entremezcla con la televisión. Fue allí, el 8 de mayo de 1945, donde el camisero Felipe de la Braña Marcos fue hallado muerto de un golpe en la cabeza. Habían pasado cinco días de su muerte, pero aún agarraba un mechón de pelo del homicida.

Al día siguiente, en la sección Sucesos de Madrid, ABC publicaba la siguiente noticia: «En el juzgado de Guardia se recibió ayer tarde un aviso de la Comisaría de Universidad dando cuenta de que en la calle Antonio Grilo núm. 3, piso principal derecha, había sido hallado el propietario de dicho piso asesinado, al parecer, en circunstancias extrañas». El crimen no se resolvió.

En el piso tercero D, el último, se cometió el triste crimen que le dio fama a la calle. Un sastre mataba a su mujer y sus cinco hijos, todos menores de edad, para luego terminar con su vida. Además, José María Ruiz Martínez mostró los cadáveres mutilados de los pequeños al gentío que se agolpaba aquel 2 de mayo bajo su balcón.

Según publicó el diario El Caso entonces, José María Ruiz perdió la cabeza tras sus problemas con el juego y las deudas contraídas en la construcción de un chalet familiar en la sierra. Dos días más tarde, el 3 de mayo de 1962, ABC recuperaba de nuevo el Caso del Sastre para entrevistar al doctor Fernández Armayor, doctor que diagnosticó a José María Ruiz con «una grave depresión vital», y lo definió como «un auténtico ciclotímico en una fase depresiva endógena». De hecho, sus familiares declararon en el Juzgado de Instrucción número 8 que el sastre «llegó a exclamar que sentía haber traído cinco hijos al mundo para sufrir».

Además, el diario recogió las información del diario Madrid, en el que el doctor López Ibor escribía sobre el crimen para destacar que la exhibición de los cadáveres por el balcón respondía «a una prueba más del trastorno mental del enfermo, una especie de exhibición redentora con la que el criminal trata de convencer a los demás y a sí mismo de haber redimido a sus hijos».

Apenas dos años después, el 10 de abril de 1964, un nuevo caso de parricidio volvió a sorprender a los habitantes de Antonio Grilo, 3. Pilar Agustín Jimeno, de veinte años, dio a luz en su casa y ahogó a su bebé para no sufrir rechazo como madre soltera. Fue su hermana quien descubrió el cadáver del bebé en un cajón, y aterrorizada denunció a Pilar Agustín ante la policía.

Este fue el último asesinato registrado en el edificio. Luego, llegó el siglo XXIEn el año 2011, el INE (Instituto Nacional de Estadística) calculó que en Madrid había 131.726 edificios. Fue su último Censo de Edificios y Viviendas. Más de cien mil inmuebles. Pero ninguno como el número 3 de Antonio Grilo.

2 comentarios en «La Casa de los Locos»

  • 100.000 euros por la verdad del caso mi abuela juana garcia capitan contara la verdad y se podra publicar un libro y porcentaje de las ventas
    Se podria hacer incluso un largometraje

    Respuesta
  • Para que esa casa fuese ya el desquicie total debería de acoger en alguno de sus pisos a las inclasificables Carmen Calvo e Irene Montero. Aquello sería, entonces, mucho peor que el más terrorífico parque temático del mundo.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *