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Santa Isabel, la calle del contraste

Un pequeño grupo de niños juega a la pelota de manera despreocupada en la plaza enfrente del Museo Reina Sofía, en la calle Sánchez Bustillo, cuando un traspiés con el balón alcanza a un señor maduro, de bigote afilado y mirada distraída. Tomaba un café cargado en el restaurante italiano Pinocchio cerca del Museo, y por sus gestos soberbios y vestimenta parece estar de visita turística en la capital. Un poco más arriba, en el conservatorio, un chico con barba de dos días y pelo largo discute de manera acalorada con su pareja, que parece haber salido tarde de una concierto.

Al inicio de esta calle, en La Librería La Fugitiva, varias extranjeras de pelo níveo juegan al ajedrez concentradas, mientras un tipo con aspecto de profesor de secundaria hojea libros de activismo político. Todos los usuarios de esa librería, quizá la más combativa de Madrid, oyen el taconeo de la academia de flamenco cercana, que al mediodía martiriza al barrio con su arte. Ya en Antón Martín, luego de esquivar una cola inacabable de la Filmoteca, el monumento a los abogados laboralistas asesinados recibe con cierta solemnidad al viandante que acaba de cruzar rápido la calle de Santa Isabel: una de las vías con más contrastes sociales y culturales de la capital.

En cambio permanente los últimos años, esta calle se está convirtiendo en uno de los referentes de la vida cultural emergente. Así, desde la Filmoteca hacia la estación de Atocha (pasando por el Museo Reina Sofía), la vía está llena de locutorios de extranjeros, librerías de izquierdas, centros culturales, restaurantes con carácter y cafeterías acicaladas. Este giro, que ha virado una calle deprimida en perpetua obra, ha sido muy marcado los últimos años, y ahora las terrazas y los libros dominan la acera en las estaciones soleadas.

Arteria de Atocha

Calle del viejo Madrid,  parece ser Santa Isabel una especie de espejo invertido de la castiza Atocha, que corre paralela. Si en Atocha el Brillante ha ejercido su típico influjo en las decenas de bares Paco’s con su inconfundible olor a cetona, el Cine Doré ha «gafapastizado» una calle que hace mucho tiempo dejó su carácter para seguir la gentrificación general. Quedan, claro, pequeñas trincheras como el Mercado de Antón Martín o algunos bares que resisten con una clientela fiel.

Esta pérdida de carácter, común a todo el Madrid actual, no es óbice para afirmar que el carácter cultural del barrio es agradable, y es muy común ver una película en el Cine Doré y luego revisar viejos libros, un poco caros, en La Fugitiva. La librería, que llevan Jacobo Paniagua, Enrique Sanz y Clea Moreno, realiza según sus dueños  en una bitácora «una labor cultural organizando diversas actividades: clubs de lectura en castellano y en inglés, tertulias filosóficas, el club de ajedrez Mirko y, cada semana, un evento singular, como presentaciones de libros, conciertos, proyecciones de documentales». La carga política de la selección de libros, que los propietarios no ocultan, se muestra en obras de Gramsci, Lenin u Orwell

Librería La Fugitiva - LA FUGITIVA
Librería La Fugitiva – LA FUGITIVA

El viejo cine Doré,  sede de la Filmoteca Española, realiza ciclos de gran calidad cada cierto tiempo, y acoge a un público creciente con precios competitivos, milagrosos en estos tiempos de sesiones a ocho a euros, creando un público fiel y apasionado. Esta sala, según escribe Josefina Martínez (historiadora del cine en la capital),  era «una de las que tenía más público de Madrid. Sus programas, de máxima actualidad, ofrecían películas de Pathé, Gaumont, Nordisk, Lux, Pascualini, Urban, Viking, etc». El viejo «palacio de las pipas», como era conocido popularmente, fue recuperado en 1982, bajo el amparo del Plan de Ordenación Urbana de Madrid, por la comunidad de Madrid. Ésta lo cedió al Ministerio de Cultura, que se ocupa de su gestión, y la adquisición de copias internacionales.

Filmoteca de Madrid
Filmoteca de Madrid – CREATIVE COMMONS

Alrededor del Doré han aparecido negocios como el café Terral o la pastelería Ecuapán; tiendas en el fondo deudoras de un estilo parisino. Todas estas nuevas cafeterías compensan las pollerías y gritos de un cine que comparte su local con el mercado de Antón Martín.  Terral, que se ha inaugurado hace pocos años, cuenta con una gran pizarra y hace actividades culturales de todo tipo (concursos de fotografía, eventos de magia,  e incluso almuerzos con artistas famosos como Ouka Leele, la conocida fotógrafa). En esta pizarra se ponen los más curiosos ripios por parte de clientes y camareros.  Para muestra un botón:

«…Lo del amor es como

Lo de las mariposas

Primero las tienes

En el estómago

Y un buen día

Te levantas

Al lado de un capullo…»

Un poco más abajo, siguiendo el camino al Reina Sofía, los bares como Benteveo o Parrondo dan carácter en el estilo de Malasaña a la vía, con sus poetas fracasados, activistas sin blanca y estudiantes desencantados. Un alumno descarriado fue, precisamente, José de Espronceda a inicios del siglo XIX, el cual inspiró un poema de Diablo Mundo en el frío cadáver de su enamorada Teresa detrás de las rejas de una casa en esta calle:

«¿Por qué volvéis a la memoria mía,

tristes recuerdos del placer perdido,

a aumentar la ansiedad y la agonía

de este desierto corazón herido?

¡Ay!, que de aquellas horas de alegría

le quedó al corazón sólo un gemido,

y el llanto que al dolor los ojos niegan

lágrimas son de hiel que el alma anegan»

Buenos versos de un poeta de vida corta, que inmortalizó la calle, y cuya enamorada da nombre a un pequeño bar con la efigie grafiteada de Teresa: es poco probable que pudiera imaginarse un homenaje mejor.

Pasado el ecuador de la calle, situado en el Palacio de los Condes de Cerbellón (desde 1610 en este lugar), la vía se monumentaliza, dominando el edificio del conservatorio de Madrid. Antigua dependencia del hospital de San Carlos, construido en el siglo XVIII, la remodelación de finales de los ochenta lo convirtió en sede del conservatorio.  Javier Solana lo reinauguró el 12 de diciembre de 1990, siendo ministro de educación, y es la sede de múltiples grados relacionados con la música y las artes escénicas.  Según Ana Guijarro Malagón, directora de este conservatorio: «lo mejor es su variado contingente humano, formado por personas de distintas generaciones y procedencias, a quienes ha unido el amor a la música y su deseo de transmitir esa pasión en un marco de libertad y autocrítica».

La escuela de cine, recientemente inaugurada junto los alumnos del conservatorio vira el carácter pintoresco de la calle, indiscutible en Antón Martín, a algo más parecido a las arterias principales de Barcelona. El espacio cultural La Victoria y el Café Alma son muy distintos ya a los bares de Atocha, y actúan como trincheras del joven intelectual con mucho tiempo libre.

Entre lo moderno y lo rancio

El trayecto finaliza con la plaza en frente del Reina Sofía, entre Sánchez Bustillo y Santa Isabel, la cual es un punto de encuentro en pleno auge dadas las exposiciones continuas del museo, y en ella conviven tanto los representantes de este Madrid a la vanguardia artística como algún viandante despistado que sale de El Brillante en la dirección equivocada.

El museo Reina Sofía es heredero del MAM, el viejo Museo de Arte Moderno, creado a finales del siglo XIX, y que recogía los autores de vanguardia. A través de la unión de varias colecciones, muchas de ellas personales,  acabará en 1986 en el edificio Sabatini, el viejo Hospital general de Madrid. Con las últimas reformas, en las que se ha habilitado incluso una biblioteca, se pretende ampliar el concepto de obra de arte.

De ahí el nuevo interés en la instalaciones,  ya que como afirman en su página web «se está implantando una nueva forma de trabajar, entendiendo que en un museo no son tan importantes los objetos como los relatos que esos objetos son capaces de generar». En perfecto contraste, las castizas cafeterías de Atocha como El Brillante, Casa Luciano o La Cervería Sanabria resisten a la gentrificación y los lugares sofisticados con platos típicos y sus fervientes parroquianos. Brillante abre a primera hora de la mañana, y siempre hay colas para comer su conocido bocadillo de calamares.

A lo largo de esta vía hemos visto todas las tribus urbanas en un espacio reducido en la que está llamada a ser la nueva calle de moda en la capital.

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