Poesía

La poeta que habita en el interior

La poeta Martha Asunción Alonso
La poeta Martha Asunción Alonso

A mediados del siglo XX, la poeta Carmen Conde definió la poesía como «el sentimiento que le sobra al corazón y sale por la mano». Hoy, el concepto de la artista cartagenera podría haber encontrado su máxima expresión en la figura de Martha Asunción Alonso, cuyo estilo fresco y singular ha rejuvenecido el panorama narrativo español.

Asunción Alonso nació en Madrid, aunque actualmente reside en Albania, en donde trabaja como maestra de literatura en la Universidad de Tirana. Así paga las facturas: «Los poemas no cotizan, y el supermercado no acepta versos», lamenta. Los 29 años que atesora engañan. Su rostro mantiene intactos los rasgos de la juventud, pero tras él se esconden varios lustros de experiencia en el mundo literario. De su pluma han surgido ya siete publicaciones. La última, «Wendy» (Ed. Pre-Textos), publicada en 2015, ganó el VII Premio de Poesía Joven que entrega Radio Nacional de España «por su estética original y un lenguaje claro con el que reflexionar sobre la conciencia del individuo».

En mi familia no hay poetas. 
Pero mi abuelo Gregorio,
cuando regaba el huerto en Belinchón, 
se quedó tantas tardes 
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe. 
El agua
es 
la mujer.

                                                                           Wendy                                     

Para Martha, su trabajo se limita a estampar la firma en los poemas. La que los escribe es otra. Una «desconocida», la habitante que vive en su interior y a la que debe las creaciones: «Cuando ella quiere –solo ella sabe por qué– me acaricia desde dentro. Muchas otras veces me da patadas. No sé mucho de ella, excepto que me obliga a firmar lo que canta». No hay una explicación racional. Tampoco la necesita: «Me declaro incapaz de acercarme a mi propia obra desde una perspectiva que roce lo analítico. No sé de dónde me viene la poesía ni por qué».

El mensaje de esta poeta madrileña es vehemente. Su intención no es «expresar nada», no tiene una «voluntad propiamente dicha» en sus escritos. «Lo que sí hay es extrañeza, lo único que acierto a sentir ante esos poemas que llevan mi nombre. Hay asombro, otredad, misterio, alteridad. Magia, en fin».

¿Cuándo nos dimos cuenta 
de que los padres también se pierden?
¿Antes, o después 
del lenguaje? 
Un día, al decirle a mamá
que estábamos enamorados, 
de repente empezaron a existir 
las raíces mal teñidas,
el pulso hereditario y los tabúes frente a las puertas 
cerradas: Puede ser que los niños, detrás,
hayan dejado de leer 
el sol.

                                              Derecho a voto, Trois-Rivières        

Martha ha vivido en muchos rincones de la Francia metropolitana y de ultramar. También en Madrid, Aragón y Extremadura. Su entorno es tan cosmopolita como variopinto: «Soy hija de un berciano y una manchega. Tengo amigos en todo el mundo. Mi pareja viene de un valle de Cantabria». Es, en resumen, una mujer sin fronteras: «Supongo que traigo el corazón trenzado en un crisol de mapas, acentos, ritmos, cielos, tradiciones…».

«En cada punto cardinal de mi historia he leído mucho, y he amado más», apunta. Cada nueva persona, cada nueva experiencia, ha ido alimentado su estilo. La armonía que los rodea ha permitido forjar a la artista que es hoy: «Todos ellos están en mí. En mi habitante. Cualquier tentativa de listar esos afectos, aunque fuera de modo aproximativo, resultaría injusta».

Esa es, en definitiva, su poesía. No se puede entender ni explicar de otra forma. Lo esencial es tener una esencia interior, «un buen habitante. O un habitante perverso, da igual. Lo importante es que sepa bailar».

Me dijeron: de alguna forma Dios sangra en todas las tormentas. 
Y a su carne le rezo,
a las palmas broncíneas de su dolor les rezo, 
porque toda oración es un complejo de poema, 
porque todo poema es un cuerpo desnudo y un hechizo y la magia
es el nombre de pila del Señor.
No importa cuál de todo. Las cóleras de todos los dioses 
se parecen.

                                                   Plegaria para la estación de los ciclones

A pesar de su corta edad, Asunción Alonso ya ostenta varios premios literarios. Al galardón que le otorgó la RNE el año pasado hay que añadir el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández que le entregó el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en 2011 por su obra «Detener la primavera» (Ed. Hiperión); el Premio Nuevos Creadores de la Academia de Buenas Letras de Granada por «Crisálida» (Ed. Alhulia); y el Premio Antonio Carvajal que le concedió el Ayuntamiento de Albolote (Granada).

La narrativa española se mantiene sana. Y seguirá así, al menos mientras contemos con el trabajo y el talento de jóvenes como Martha. Solo ella puede poner límites a este «vicio» en el que los sueños se hacen música.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *