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Debod, el templo del sexo

Templo de Debod
El Templo de Debod de madrugada

Es noche cerrada. El Templo de Debod parece dormido. La soledad contrasta con la afluencia de usuarios en distintos foros de Internet. Gente en busca de sexo se pregunta por un sitio donde alternar. No se conocen todavía pero se citan en el parque de Debod. Concretamente, en la intersección de la calle Profesor Martín Almagro Basch con la calle Irún. Allí hay algunos coches aparcados pero aún no se ve a nadie.

Los minutos pasan. Una aplicación móvil para concertar encuentros sexuales comienza a geolocalizar usuarios. No ha pasado mucho tiempo desde que los primeros en llegar se introdujeran en los matorrales que blindan el templo, pero ya se distingue a uno de ellos agachado a la altura del miembro del otro. A pocos metros un hombre sale de su coche, retira el asiento del copiloto hacia atrás y deja la puerta abierta. Otro sube al vehículo y al rato aparece un tercero que los mira desde fuera. Allí permanece un rato palpándose la entrepierna.

Lo que contemplan los dioses Amón e Isis, en cuyo nombre el rey Adijalamani mandó construir el templo, es una práctica sexual conocida como «cruising».

El «cruising» consiste en mantener relaciones sexuales con una o varias personas desconocidas en lugares públicos. Se caracteriza porque los participantes buscan preservar su identidad y no repetir pareja. Este término suele emplearse cuando los intervinientes son homosexuales, mientras que si son heterosexuales se habla de «dogging» o «cancaneo». En cualquier caso, ambas nomenclaturas definen la misma práctica sexual.

Precisamente, es el «cruising» lo que tiene en pie de guerra a los vecinos del barrio de Debod. Aseguran que «están hartos» de que la colina que rodea el templo se convierta por las noches en un contenedor de preservativos usados, pañuelos desechables y sobres de lubricante.

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Dos hombres practicando cruising  Foto: 20minutos.es

Los vecinos en pie de guerra

El presidente de la Asociación de Vecinos y Comerciantes Universidad, Gabriel Peña, se sienta en un café de la Gran Vía madrileña. Junto a él la vicepresidenta, Charo Caldo, y la tesorera, Julia Vázquez. La elección de la cafetería no es casual. Su regente también es vecino de la zona. No han comenzado a hablar y ya se intuye el enfado. Su rictus es premonitorio.

Caldo es la primera en romper el hielo. Está harta. Harta de que los vecinos no puedan pasear a sus perros a primera hora de la mañana. Harta de que, ante cualquier descuido de sus dueños, se llenen el hocico de preservativos. «Es una indignidad no poder bajar a tu perro, pasar por allí y tener que soportar esa suciedad», sostiene la vicepresidenta.

El enfado de Caldo contrasta con el de Julia Vázquez, que no se ha movido del barrio en sesenta años. Según dice, «la situación actual es horrible. Hay clases de gimnasia para gente mayor a la mañana, que va allí y se encuentra todo eso». «Hasta te los puedes encontrar desnudos, como si fuera el jardín de su casa», advierte.

Peña es tajante: «Queremos una ciudad más limpia que esta. En el aspecto físico y en el aspecto social y moral. Esta situación hace que los vecinos que salen a correr se encuentren con toda esa suciedad».

Un lugar para el orgasmo

Luis Quevedo llega con paso firme. Sus palabras rompen tabúes. Conoció el «cruising» por casualidad un anochecer hace cinco años. Él y su ex novio acababan de llegar a España, y aunque nunca antes habían estado en Madrid, sabían de la existencia del templo.

No recuerda qué los hizo pasar del monumento a los matorrales que lo blindan, sólo que su excitación era palpable. Buscaron un lugar alejado donde bajar el bulto. Su sorpresa fue descubrir allí a tres chicos más: dos boca con boca y un tercero de rodillas. La escena los sorprendió, pero no tanto como para dejar inconcluso lo que habían iniciado. Se adentraron en otra zona más boscosa. Cuando estaban en pleno apogeo descubrieron a otro chico mirándolos. En sus ojos no había simple curiosidad, sino el deseo de intimar. Mientras ellos se apretaban, él caminaba a su alrededor. Frenaron y se marchó, pero al poco llegó otro más. La misma mirada, los mismos pasos en torno a ellos. Desconocían qué hacía toda esa gente allí, pero intuían que nada era casual.

Con el tiempo descubrió que Debod es uno de los puntos más concurridos en lo que al «cruising» se refiere. Aunque no se confiesa un asiduo, su experiencia es reveladora. Según dice: «En Madrid hay numerosos lugares para practicar cruising». Internet es prueba de ello. Desde los baños del Corte Inglés de Callao o los del centro comercial Príncipe Pío hasta el parque de Debod o El Retiro, pasando por la estación de Méndez Álvaro o la de Atocha. Generalmente, la gente se cita en los espacios al aire libre de madrugada, mientras que los lugares cerrados gozan de actividad durante todo el día.

Quizás lo más llamativo en esta práctica sexual es el empleo del lenguaje no verbal. «Si te gusta alguien o quieres unirte a una pareja o a un trío basta con mirarlos y caminar a su alrededor. Si a ellos les gustas te van a dejar que te sumes, si no te vas a buscar otra cosa», explica. A diferencia de la comunicación verbal que tantos malentendidos genera, «estos códigos son inconfundibles y la gente suele respetarlos».

Quevedo es consciente de que el «cruising» es una práctica sexual de riesgo dada la posibilidad de contraer una enfermedad de transmisión sexual (ETS). No obstante, señala que «no es algo que las incentive. Es como mantener relaciones sexuales en cualquier otro lugar, ya sea tu casa, una sauna, etc. Lo importante es que la gente utilice precauciones. Pero no por practicar sexo al aire libre y con desconocidos vas a coger una enfermedad. También tu pareja te puede contagiar algo si no utilizas preservativos».

En lo que respecta a las denuncias de los vecinos del barrio de Debod, señala que «la gente suele atar los condones usados para tirarlos a la papelera. No sé si lo hace todo el mundo, pero si han aparecido en el suelo me parece un acto de incivismo absoluto. Hace falta más educación sexual».

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Una imagen que se repite Foto: Quique Fidalgo

El colectivo gay responde

En la sede de la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Colegas) hay un cartel que anima a las personas que hayan mantenido relaciones sexuales de riesgo a que se realicen una prueba para detectar el sida. En su interior está su presidente, Francisco Ramírez, también director del Observatorio Español contra la LGTBfobia. Como dice, «en España hay entre 120.000 y 150.000 personas que desconoce portar el virus, lo que conlleva un mayor riesgo de transmisión de la infección».

Pero el motivo de la reunión no es el VIH sino la práctica del «cruising». Precisamente, son los encuentros sexuales entre miembros de la comunidad gay los que tienen en pie de guerra a los vecinos del Templo de Debod.

Francisco Ramírez comienza hablando del origen de la práctica para llegar a la situación actual. «El cruising nació cuando la homosexualidad era delito. Los gays tenían que irse a lugares recónditos para tener sexo y que los heterosexuales no se enterasen. Antes la situación no era como ahora. No podías besarte con otra persona de tu mismo sexo en público. La única posibilidad era ir a lugares alejados donde nadie pudiera verte. Hoy es practicado sobre todo por gente que está en el armario, que lleva una doble vida, que no tiene otro remedio que irse a estos sitios para mantener relaciones sexuales porque no quieren ser reconocidos», aclara.

Con la mirada fija, introduce otra problemática. «Algunas personas acuden allí  a pegarles, insultarles y robarles porque son un colectivo débil que no va a denunciar. Y no lo hace porque tienen miedo a ser descubiertos, miedo a la policía y miedo a una revictimización».

Entre líneas se advierte su malestar. No lo dice explícitamente, pero da a entender que algunas personas denuncian el «cruising» con el objetivo de responsabilizar a la comunidad gay de las prácticas sexuales al aire libre. «También los heterosexuales practican el cancaneo, que es lo mismo», advierte contrariado. En lo que respecta a la aparición de preservativos usados, reconoce que es un acto de incivismoPor eso defiende que el «cruising» no sea sancionable «siempre y cuando se practique en lugares alejados de los vecinos y no se moleste».

En la actualidad, el «cruising» no es perseguible penalmente. Y ello porque no es constitutivo de delito. A lo sumo, según el artículo 185 del Código Penal, podría considerarse autor de un delito de exhibicionismo «el que ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos de exhibición obscena ante menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección». Por otro lado, ninguna ordenanza municipal ni ley autonómica sanciona esta conducta, por lo que tampoco es constitutiva de infracción administrativa.

Estas son las dos caras de una misma moneda. Una realidad con múltiples aristas.

7 comentarios en «Debod, el templo del sexo»

  • Hay que estar enfermo para practicar esto. Ya no me refiero al cruising homosexual, porque me da igual que sea homosexual que heterosexual (dogging). Me refiero a esa banalización del sexo que, en comparación, hasta en los animales tienen unas «reglas». Esto es pura promiscuidad que solo revela unos cerebros hechos migas. En fin…, así va la sociedad, descerebrados que solo buscan cómo darle el gusto a la entrepierna como si no hubiera un mañana. En qué poco se valoran… Son sexo sin seso, perfecto reflejo de esta sociedad decadente que le quedan dos telediarios.

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  • Como cruiser animo a la gente a practicar cruising, eso si, siempre respetando tanto a la gente como al entorno. No cuesta nada recoger y tirar a la basura las cosas… Para quien quiera conocer más zonas además del Templo de Debod, en la página http://www.gays-cruising.com hay un mapa con las zonas donde se practica cruising. Nos vemos por la calle!

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  • Mientras se respete a las personas y el entorno, el Cruising es una forma de ligar alternativa, sobre todo para aquellos que aún siguen en el armario por miedo y posibles represalias de la sociedad. Desde cruisingMADRID, pedimos a los cruisingers que respeten a los vecinos, que sean civicos y no ensucien el entorno y el uso del condón

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  • QUE DELICIA ESTAR AHÍ ENCUERADO CON MAS VARONES COGIENDO EL ANO Y LAS VERGAS

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