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Un asentamiento de mendigos, calvario de los vecinos del Puente de Ventas

 El grupo de gitanos comen juntos en el cesped de la vía que da acceso a la calle Virgen de la Paz. Fotos: M. Ruiz de Arcaute
El grupo de gitanos comen en la vía que da acceso a la calle Virgen de la Paz. Fotos: M. Ruiz de Arcaute

Llegaron hace unos ocho años. Poco a poco, con el paso de los meses, se convirtieron en una estampa habitual para los vecinos de la zona. Durante el día mendigaban, trajinaban con chatarra, limpiaban los parabrisas de los coches en los semáforos o hacían malabares a cambio de unas monedas. Por la noche, tras la jornada, se retiraban a un lugar cercano y refugiado en el que dormir. Sin embargo, lo que en un principio resultaba algo inocuo no tardó en cambiar. Junto a ellos, pronto irrumpieron también la suciedad, los actos incívicos y un particular estilo de vida que ha acabado por convertirse en un enquistado problema de difícil solución.

Un grupo mixto y cambiante compuesto por entre 25 y 30 gitanos de origen rumano lleva afincado en los alrededores del Puente de Ventas, en Madrid, desde al menos 2010. Según fuentes conocedoras del asunto, detrás de ellos se esconde una entramada red de trata que los obliga a practicar la mendicidad. Sin embargo, la insalubridad de su actividad diaria ha acabado por levantar una ola de indignación entre los residentes de la zona, quienes tras años de quejas y decenas de denuncias han terminado resignándose ante un conflicto del que no ven una salida a la vista.

«¡Estamos hartos!», protesta Fernando, nombre ficticio de uno de los vecinos más implicados en la lucha por conseguir un cambio y quien prefiere preservar su identidad por las posibles represalias. «Llenan todo de basura, hacen sus necesidades en público, llegan a usar la intimidación si no les das nada cuando piden y aquí nadie hace nada. Es una situación vergonzosa y absolutamente insostenible».

Se trata solo de la punta del iceberg de las molestias que este grupo lleva ocasionando en este tramo de la calle Alcalá a lo largo de los años. Tras instalarse en un principio en el pasadizo subterráneo que cruza el puente, la pequeña comunidad se trasladó hace alrededor de un lustro al otro lado de la kilométrica vía, donde han permanecido desde entonces.

Un paseo alrededor del bloque de edificios colindante con el puente es suficiente para detectar los estragos. En el momento de escribir este texto, deshechos y residuos de todo tipo, desde plásticos y latas hasta excrementos o incluso ropa y bidones de agua jalonan la bajada que da acceso a la calle Virgen de la Paz. Por la tarde, antes de la recogida de basura, los desperdicios llegan a rebosar las papeleras algunos días.

Uno de los miembros del asentamiento hace malabares en el semáforo situado justo antes del Puente de Ventas
Uno de los miembros del asentamiento hace malabares en el semáforo situado justo antes del Puente de Ventas

Sexo y graves perjuicios

Lo presenciado por los vecinos ha traspasado todos los límites concebibles del incivismo. Mientras detalla incansablemente la lista de inconvenientes y desperfectos ocasionados, Fernando relata, además, cómo los residentes del edificio han llegado a ser testigos de encuentros sexuales entre los miembros del grupo a uno u otro lado de la pequeña travesía. «Y no es solo eso, sino que además se burlan de ti si les dices algo», cuenta este vecino ya «amenazado y señalado» por su denuncia ante las cámaras de Telemadrid.

Uno de los incidentes más gravosos para la urbanización de los números 1 a 9 de Virgen de la Paz, el conjunto de viviendas más afectado debido a su proximidad y en el cual vive Fernando, tuvo lugar este año. Al no tener un lugar resguardado para almacenar sus aperos, los miembros del colectivo recurren a las alcantarillas, donde guardan mantas, cacerolas y otros utensilios. Dicha práctica hizo que hasta en dos ocasiones uno de los tramos de esta calle se inundara como consecuencia de la obstrucción de tales objetos en la corriente subterránea. Varios vehículos acabaron flotando y el agua llegó hasta el garaje del bloque, lo que costó dinero y esfuerzo y revirtió un malestar aún mayor a los vecinos.

Otro residente que tampoco prefiere revelar su nombre añade, además, otro agravio a la interminable lista de molestias provocadas por el clan: los pinchazos en la ruedas como consecuencia de la caída de clavos y chatarra al asfalto. Dichos desechos, asegura, suelen proceder de los carritos de supermercado en los que la transportan.

Reforma de la zona

Unos metros más arriba del puente, la sede de Ciudadanos emerge imponente sobre la calle Alcalá. Algunos de los afectados, más que hastiados por la situación, se presentaron en la sede del partido a comienzo de este año para pedir ayuda. A raíz de esto, una primera propuesta para desocupar la zona fue aprobada por la Junta de Distrito de Ciudad Lineal en marzo, aunque no llegó a implementarse. A la vista de la inacción política, una nueva denuncia colectiva impulsada por los vecinos (la enésima en siete años) llegó esta vez a movilizar a la concejal del partido naranja en el Ayuntamiento, Begoña Villacís, que acudió solícita junto a dirigentes locales de otras fuerzas para ver con sus ojos la realidad en la zona.

El resultado fue una proposición que, con la ratificación unánime de todos los grupos políticos del distrito, proyectó una restauración total de la vía de acceso a Virgen de la Paz (punto más dañado por el colectivo). La reforma pasa por desarbolar los jardines con el fin de dejar la zona despejada, y en su lugar ampliar la iluminación e instalar elementos como un parque infantil o máquinas de ejercicio. Por el momento, no hay noticias sobre su fecha de ejecución.

Parte de la basura que puebla los laterales de la calle de acceso a Virgen de la Paz
Parte de la basura que puebla los laterales de la calle de acceso a Virgen de la Paz, convertida en un vertedero

Trata de personas

«El verdadero problema está en los individuos que están detrás de estas personas y se encargan de controlarlos a través de la mendicidad forzosa», explica Daniel García-Quismondo, portavoz del grupo Ciudadanos en Ciudad Lineal. Su formación pidió en 2016 que se reforzara la actividad policial para detectar a las personas que sostienen la red, sin que todavía haya habido grandes resultados a la vista de la continuidad del problema. Precisamente esta semana, la alcaldesa Manuela Carmena viajó a Țăndărei, la ciudad rumana de la que proceden muchos de ellos, para concretar junto al regidor local un proyecto que financie su retorno. Samur Social, por su parte, ha contabilizado hasta ahora cerca de 135 asentamientos en Madrid formados por al menos 1.300 personas.

«El verdadero problema está en los individuos que los controlan a través de la mendicidad forzosa»

Hasta ahora, la comunidad gitana solo es desalojada según algunos vecinos en mayo, cuando la Policía Municipal despeja los alrededores de la plaza de toros de Las Ventas como parte del dispositivo de seguridad de cara al comienzo de la temporada taurina. Sin embargo, la orden no dura mucho, ya que el grupo permanece en los alrededores y al poco acaba regresando al que se ha convertido en su hogar. Consultados por dicho asunto y por su conocimiento general sobre el problema, ni el Consistorio ni las fuerzas municipales han hecho declaraciones a este portal al respecto.

Al caer la noche, los gitanos se retiran a una pista de fútbol situada frente al bloque de viviendas afectado. Allí, entre sacos de dormir y cartones, establecen su campamento y pernoctan bajo la mirada de los inmuebles que rodean la cancha. Mañana, una nueva jornada marcada por la colisión social amanecerá sobre el Puente de Ventas.

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