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Caballero de Gracia: ¿donjuán o santo?

Autores: Beatriz Lozano López de Echazarreta | Juan López Fernández-Sordo

Placa de la calle Caballero de Gracia (Foto: Beatriz Lozano)

«Jacobo era naturalmente enamorado, y como fino amante, los años eran para él días, porque ninguna nube oscurecía su corazón, pues siempre disfrutaba de un sol brillante, merced a sus riquezas». Con estas palabras describe Antonio Capmany y Montpalau a Jacobo di Gratij, el Caballero de Gracia.

Conocido popularmente como el Caballero de Gracia, da nombre a una de las calles más emblemáticas del centro de Madrid. En ella se encuentra el oratorio que lleva su nombre y cuya construcción promovió. El pasado mes de noviembre se clausuró la fase local del proceso de beatificación de este personaje italiano que vivió en nuestro país en el siglo XVI. 

El Caballero de Gracia fue condecorado con la Orden de Caballero de la Túnica de Cristo por el rey de Portugal. Es la máxima condecoración del país luso (Foto: Beatriz Lozano)

Capmany, historiador y diputado de las Cortes de Cádiz, en su obra Historia del Monasterio del Caballero de Gracia, narra la vida de este noble modenés, presentándole como un auténtico donjuán: «Jacobo de Gratti [sic], (…) continuó en su galantería y libertinaje, sus duelos y amoríos; llegaron a temer el encuentro de su espada los mas valientes castellanos, (…) y su mirada lasciva la temieron también la doncella inocente, la casta matrona, y aún la esposa de Cristo encerrada en el silencio del claustro». Según su relato, el Caballero, mientras seducía a una dama, sufrió una profunda conversión. A partir de ese momento, entregó su vida a Dios. 

Durante la causa de beatificación no se ha tenido en cuenta esta versión, ya que se duda de su validez histórica. En la fase local del proceso, en la que se recaba la documentación y testimonios de los que convivieron con él, se han recuperado las biografías de autores que le conocieron, como Alonso Remón. Su obra Vida ejemplar y muerte del Caballero de Gracia fue escrita meses después de la muerte de Jacobo di Gratij.  «Más de dos siglos después, un tal Capmany y Montpalau se inventa una leyenda, por sus narices» apunta Juan Moya, rector del Real Oratorio del Caballero de Gracia. «Este señor se inventa un donjuán, un “don Juan Tenorio”, sin acudir para nada a las fuentes escritas que había sobre su vida». 

El rector del Real Oratorio del Caballero de Gracia, Juan Moya. es doctor en Medicina y en Derecho Canónico, sacerdote y profesor de Teología (Foto: Beatriz Lozano)

Posteriormente, la versión más legendaria de Capmany es la que recoge el hijo de Larra en la zarzuela El caballero de Gracia, compuesta en 1871. Por otra parte, en la zarzuela La Gran Vía se representa una discusión entre las calles de Madrid interpretadas por mujeres. La calle del Caballero es un personaje galante y conquistador que revoluciona a las «mujeres-calle». 

La obra de Capmany sí que recoge la vida ejemplar del Caballero, pero habla de cómo le cambió su momento de conversión, que le llevó a ordenarse sacerdote. No obstante, Moya aclara que Jacobo de Gratij fue virtuoso a lo largo de toda su vida: «Es verdad que se ordenó sacerdote y llevó una vida ejemplar, pero ya la había llevado antes».

Su principal biógrafo, el ya citado Alonso Remón, refuerza las palabras de Moya, en su obra Vida ejemplar y muerte del Caballero de Gracia: «vivió el Caballero, como se ha visto, rico de unas ejemplares y loables costumbres, y jamás se desdijo de este punto. Al contrario, cuanto más iba cayendo la edad y cargando los años, iba él perfeccionando más su modo de vida, procurando en todo actos heroicos». 

El Caballero de Gracia llegó a Madrid en 1563 para ser el secretario del nuncio, que es el representante diplomático de la Santa Sede. Posteriormente, realizó otras misiones diplomáticas, en lugares como Venecia o Colonia. Sin embargo, el italiano siempre quiso volver a vivir en España, lográndolo a los 63 años. A lo largo de su longeva vida –vivió 102 años– fundó varias instituciones benéficas como dos hospitales o un colegio para niñas huérfanas. También facilitó el establecimiento de instituciones religiosas extranjeras en Madrid. «Fue un hombre increíblemente generoso, muy desprendido» resume el rector del oratorio.  

Un proceso de 400 años

Tras la muerte del Caballero en 1619, San Simón de Rojas le sucedió al frente de la Congregación Eucarística que había fundado. Rojas fue el promotor de su causa de beatificación al poco de morir. La documentación y testimonios necesarios se recabaron en Toledo –en aquel momento no estaba erigida la diócesis de Madrid– y  se trasladó a la capital para su envío a Roma. Sin embargo, desapareció. «Estuvo guardada en el Convento de Santo Tomás, que sufrió incendios y robos, aunque no se sabe con seguridad cuál fue la causa de la desaparición» señala el rector. Sin embargo, añade que «Gracias a Dios, ya teníamos mucho material preparado desde hace años», en alusión a las biografías escritas en la época del diplomático italiano.

Los restos del Caballero reposan en el Oratorio que lleva su nombre (Foto: Beatriz Lozano)

La Congregación, actualmente denominada Asociación Eucarística del Caballero de Gracia, ha sido la que ha promovido la causa durante su fase local en Madrid. «La memoria del Caballero de Gracia ha estado viva con el paso de los tiempos, con el paso de los siglos». El proceso se ha recomenzado recientemente, ya que según señala Moya: «Creemos que vale la pena para extender su devoción y culto». El 7 de noviembre de este año concluyó la primera fase «importante, pero no la única», puntualiza Moya. 

Durante la fase local del proceso de beatificación, se han reunido más de 4.000 folios, que se enviarán al Vaticano (Foto: Beatriz Lozano)

Durante esta fase, se recopila la documentación y se recogen los testimonios para su posterior envío al Vaticano. Al tratarse de una persona que murió hace muchos años, se hace lo que se llama un «proceso histórico», explica Moya: se crea una comisión de historiadores que «tienen que estudiar la autenticidad, la verosimilitud y la realidad de esos documentos». Esta es la fase que ha concluido en el proceso del modenés. 

Pasos para ser santo

En Roma se vuelven a estudiar esos documentos y se elabora una biografía lo más completa posible, conocida como «positio». En ella se tiene que reflejar cómo ha vivido las virtudes: «Si se comprueba que ha vivido las virtudes cristianas bien, se da lo que se llama el Decreto de Virtudes Heroicas.  A partir de ese momento esa persona es venerable. Y para la Iglesia, está en el cielo».

Para finalmente ser beato, la Iglesia exige un milagro. «Así se tiene la seguridad de que el juicio humano ha sido correcto». Un milagro que se haya obtenido por haber acudido a rezar y pedírselo al venerable. Además, «hay que tener la convicción de que no hay explicación humana». Explica Moya que lo más habitual son las curaciones, aunque «puede haber milagros de otra índole, como una conversión espiritual, que puede ser incluso más importante que una curación», pero que son casi imposibles de demostrar. 

Después, para ser santo, se exige otro milagro que haya sucedido después de la beatificación. En la canonización se cuenta con la infalibilidad papal, que se remonta a los Evangelios. Jesús le dijo a Pedro, el primer papa, que «todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo», concediéndole esa infalibilidad. Si el papa declara la santidad de una persona, significa que no hay duda de que lo sea. El hecho de que sea santo pasa a formar parte del dogma católico.

La iglesia de la Gran Vía

El Real Oratorio del Caballero de Gracia es una isla de oración y paz en medio del ruido de la Gran Vía madrileña, una de las principales arterias del corazón de la capital. El Oratorio es su edificio más antiguo. La portada principal de la iglesia se asoma a la calle del Caballero de Gracia, cuyos restos reposan en su interior. Se trata de un edificio declarado monumento histórico nacional en 1956, que fue proyectado por Juan de Villanueva, el arquitecto del Prado. «Somos la iglesia de la Gran Vía. Mucha gente entra del follón, ve un sitio que está en silencio. Un sitio que no se imaginan», relata Moya.

Una vista del interior del Oratorio, monumento histórico nacional desde 1956 (Foto: Beatriz Lozano)

Capmany literaturizó la figura de Jacobo de Gratij y perfiló en sus escritos a un hombre de «mirada lasciva» y «gesto galante». La seductora leyenda que rodea al Caballero de Gracia contradice los hechos históricos recogidos por los coetáneos que conocieron al modenés.

La céntrica calle a la que este personaje da nombre parece encarnar su vida: es la encrucijada entre la espiritualidad del templo y la lujuria de la calle Montera. El constante contraste en las historias que se cuentan sobre Jacobo de Gratij se extiende al espacio físico. La calle Caballero de Gracia alberga, secretamente, historias inventadas o datos históricos reales de un noble italiano a quien Madrid aún recuerda

El viandante de la Gran Vía se topa con el edificio, obra de Juan de Villanueva, arquitecto del Prado (Foto: Beatriz Lozano)

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