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Sobre el cine como heraldo del virus

Extracto de la película Infectados (2009) dirigida por Álex y David Pastor

 

El cine siempre ha servido a los poderes políticos y financieros como herramienta de propagación de ideas e ideologías, unas extáticas y otras estáticas. Contar una historia en forma de relato ficcional siempre ha funcionado mejor para llegar al público que siendo narrada como hecho histórico o noticioso. «La ficción se te queda en la memoria más que la noticia (…), muchas veces entiendes mejor a Auschwitz por La Lista de Schindler que por Auschwitz en sí: porque empatizas con personajes, sientes, sufres con ellos, te emocionas…», según cuenta el director y guionista Joaquín Oristrell.

Una de las películas que conforman su filmografía, Hablar estrenada en el año 2015, se ha revelado de plena actualidad cuando en el monólogo del actor Sergio Peris-Mencheta lanza un mensaje insólito en el cine español, pero muy en boga desde hace décadas en las producciones norteamericanas.
En el papel de conspirador, Peris-Mencheta aparece en la película — rodada en un admirable plano secuencia— interrumpiendo la emisión de un reportero que intenta sonsacar alguna declaración a la esposa del ladrón de cuello blanco de turno. Repentinamente, un tipo ataviado con mascarilla en el cuello y unos guantes de plásticos consigue ocupar el plano de la cámara que graba a la apurada señora por las preguntas; en ese momento el espontáneo inicia un monólogo para unos predictivo, para otros casuístico, de cualquier manera precipitadas verdades desveladas de lo que ha ocurrido durante este año 2020:

Sergio Peris-Mencheta en la película Hablar (2015) dirigida por Joaquín Oristrell

«Supongo que muchos lo sabéis, pero ahora nos quieren separar, nos quieren aislar unos de otros. Quieren que nos veamos, siempre de lejos pero que no nos toquemos, que nos oigamos, por supuesto, filtrados pero que no nos olamos, en definitiva, quieren que no nos comuniquemos (…)
Pocos lo saben, pero una epidemia está en marcha para impedir que salgamos de casa. Contacto con el exterior sólo a través de medios de comunicación regulados cada vez más difíciles de piratear (…) Cero contacto con el otro, eliminar reuniones, asambleas, manifestaciones, eliminar cualquier asomo de revuelta o de revolución, inoculándonos el miedo al contagio. O te sometes o estás fuera. Pocos lo saben, pero necesitan impedir que hablemos porque nuestra lengua es su guillotina. (…) por aquí quieren empezar a enmudecernos, nos quieren cerrar la boca, si nos cierran la boca no existimos. El Apocalipsis es mucho más sencillo (…). El Apocalipsis no es el fin del mundo, es el fin de una parte del mundo (…) O te sometes o estás fuera. Y yo estoy fuera, porque como decía mi abuelo prefiero vivir rodeado de locos que rodeado de tontos».

 

Quizá podría evocarnos al diálogo platónico donde Crátilo defiende que el nombre, el mensaje en esta ocasión, contiene en su propio sonido la esencia de lo nombrado — idea presocrática —, frente a la postura de Hermógenes que sostiene que la propiedad del nombre (mensaje) se debe a la convención y al consentimiento del hombre. Pero no, es más sencillo. Estamos ante una escena cinematográfica con un contenido verbal temporalmente anterior a la sucesión de los hechos anunciados.

En 2015, Joaquín Oristrell contaba que la idea de esta película era que cada actor trajese su monólogo y en un plano secuencia de hora y cuarto callejeando Lavapiés entrelazar cada historia. Sergio Peris-Mencheta comentaba en una entrevista donde le preguntaban sobre su papel que «es una especie de Don Quijote que dice cosas que aparentemente son locuras, pero en el fondo no lo son tanto. Todos en lo más recóndito podemos pensar que estamos en manos de gente que nos manipula y que nos van a implantar un chip, y que seremos borregos en manos de unos pocos. Y éste es un tío que lo dice, y quizá le falte un hervor en algún sentido, pero en otro no tanto».

En esta misma línea de mensajes diluidos en entretenimiento, el cine norteamericano ha sido muy propenso a la difusión de propaganda y predicción en sus películas desde los inicios de su historia. La cinta de Spielberg del año 2002 Minority Report es un ejemplo claro. Es un elogio a un mundo controlado autoritariamente en defensa de la seguridad nacional. El contexto previo al estreno de esta película: el 11 de septiembre de 2001 la Seguridad Nacional estadounidense padece un duro golpe a su estabilidad y denota una vulnerabilidad de la que George W. Bush quiere desmarcarse. La película protagonizada por el misión imposible Tom Cruise presenta una sociedad sin crímenes favorecida por la inmediata condena de los culpables previamente a la comisión de los delitos.

Si hablamos de predicciones, en una rápida consulta, encontramos obras como la de 1968 de Stanley Kubrick, 2001: Odisea en el espacio. En esta película el protagonista aparece en una escena futurista haciendo una insólita videollamada. Hablamos de finales de los 60, donde ni siquiera había teléfonos móviles en los bolsillos.
El cine estadounidense también cuenta con una amplia lista de largometrajes donde lo vivido durante la pandemia de 2020 conforma el hilo principal de su argumentación. En Infectados (2009), sin entrar en valoraciones de calidad de la cinta, retrata a un grupo de amigos huyendo de la ciudad hacia la costa por culpa de un virus mortal que ha acabado con parte de la población mundial. Se compone de escenas predictivas en la línea de la española Hablar; una de ellas es la que ilustra este mismo artículo: un hombre colgado a una torreta eólica sostiene un cartel donde se lee « Chinks Brought It (lo han traído los chinos)».

Paralelamente al cine, el discurso político se suele usar como herramienta de propagación ideológica y habitualmente las disertaciones emitidas desde un atril vienen cargadas de porvenir. Obama, en 2014, advertía que «probablemente llegará un momento en que tengamos una enfermedad que es mortal en el aire. Y para que podamos lidiar con eso de manera efectiva, tenemos que establecer una infraestructura, no solo aquí en casa, sino a nivel mundial».

El ser humano, a pesar de la insistencia del mercado en convertirlo en simple productor, consumidor, contribuyente, ciudadano —como cantaba Aute —, tiene una potencialidad de desarrollo muy alta más allá de lo tecnológico.
Sin caer en trampas terminológicas o de etiquetas simplistas sobre este aspecto del contenido cinematográfico, es importante tener presente que «lo que podemos controlar nunca es totalmente real, al mismo tiempo que lo real nunca llega a ser totalmente controlable», como recordaba en una reciente publicación Antonio Escohotado.

Cleómbroto de Ambracia tras leer en el Fedón de Platón las argumentaciones de Sócrates, decidió echarse al mar con lo puesto para no volver y comprobar todo lo que decía su maestro sobre la inmortalidad del alma y el obstáculo que representa todo lo material para alcanzar el conocimiento puro. Siempre es mejor andar con cautela; con los ojos bien abiertos aspirando a ver la realidad desde su verdadera condición translúcida.

 

 

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