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La España decimonónica bajo la mirada de Jean Laurent

Es imposible entender los inicios de la fotografía en España sin destacar el papel fundamental del francés Jean Laurent (Garchizy, Borgoña, 1816) en un país en el que no nació pero al que amó como propio. Su legado cultural es, simplemente, inigualable. Más de 12.000 negativos tomados durante 30 años reflejan con pelos y señales la España de la segunda mitad del siglo XIX: un vasto lugar de agricultores, toreros, gitanos, mujeres bellas y rincones asombrosos; y un Madrid creciente, jovial, museístico, burgués y aristocrático. 

Laurent retrató los monumentos y las personalidades más relevantes del país. Logró ser el fotógrafo oficial de la corona y gozó del reconocimiento público en la esfera cultural española. Estaba en el lugar adecuado y, por tanto, nunca abandonó la ciudad donde alcanzó el éxito. Murió en su domicilio de la calle Granada y fue enterrado en el cementerio de la Almudena. Hoy, su lápida, destrozada por el paso del tiempo, difumina su recuerdo. Sin embargo, y para nuestra fortuna, su obra permanece vigente: desde el pasado dos de marzo, el Ministerio de Cultura ha publicado el primer catálogo digital con más de 6.300 de sus imágenes disponibles de manera gratuita.

 Deterioro del recuerdo  

Desde distintos focos de la cultura española no se explican cómo el sepulcro del fotógrafo más importante del siglo XIX para nuestro país se encuentra en ruinas. El grupo Fotodoc, formado por docentes de varias universidades españolas y dedicada a la recuperación fotográfica en todos sus ámbitos, ha reivindicado la reforma de la tumba del galo. «El grupo Fotodoc, junto a la Fundación Anastasio de Gracia, queremos restaurar la lápida de Jean Laurent con la colaboración de la comunidad o el ayuntamiento. Además, como sabrás, en los cementerios hay visitas a las tumbas de personajes ilustres, y creemos que Laurent lo es», relata María Olivera, profesora en la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense y miembro activo de Fotodoc. 

«También estamos en conversaciones con el colegio donde se emplazaba el segundo estudio y vivienda del fotógrafo en la calle Granada para intentar poner una placa conmemorativa que indique que allí estuvo el estudio o la casa de Laurent», continúa Olivera. Esta es, en efecto, la vivienda donde murió el fotógrafo en el otoño de 1886 cuando tenía 70 años. 

Detalle del carruaje laboratorio de Laurent, para preparar y revelar las placas de vidrio al colodión, en el año 1872. El personaje sería un ayudante de Laurent. (Fuente: IPCE)

El Madrid de Juan Laurent

Jean, o Juan como fue obviamente rebautizado tras su mudanza a España en 1844, ocupó sus primeros años en la capital como fabricante de papeles y cartones de diseño. No fue hasta 1855 cuando se interesó por la fotografía y su técnica. Un año después, Laurent, que siempre tuvo fama de sagaz empresario, abrió su propio estudio fotográfico en la céntrica calle Carrera de San Jerónimo. Tras un temprano éxito gracias a lo novedoso de un arte neonato, por su estudio comenzaron a acudir las figuras más importantes del Madrid decimonónico en busca de su retrato. Gustavo Adolfo Bécquer o el General Espartero posaron para el galo. 

Siendo ya una referencia en su profesión, en 1861 alcanzó su cenit: Laurent fue nombrado como fotógrafo oficial de Isabel II —honor que albergó hasta la Revolución de 1868—.

Pero Laurent fue mucho más que un retratista. En su fotografía color sepia plasmó el incipiente bullicio artístico que brindaban los teatros Real, Zarzuela o Español; y por otra parte, la ciudad monumental, la Madrid postal. Gracias a Laurent tenemos evidencias de cómo era el aspecto del Prado, la Plaza Mayor o la extinta plaza de toros de Fuente del Berro en la segunda mitad del siglo XIX. 

De hecho, no solo los lugares y los momentos madrileños fueron susceptibles de ser capturados por el obturador del francés. Desde sus inicios en la fotografía, y gracias a la nueva línea de ferrocarril, viajó por la península fotografiando y catalogando. Siempre acompañado por su carro de revelado donde lúcidamente estaba inscrito su servicio a la corona, inmortalizó a la España provinciana de las calzadas de tierra, costas escarpadas y herencia mora.

En el campo de la técnica, Laurent también fue pionero. Fue de los primeros en España en  revelar las fotografías con colodión húmedo —dejando atrás al daguerrotipo que solo permitía una copia por negativo—. Poco después, junto con el también fotógrafo José Martínez Sánchez, introdujo una nueva modalidad de papel fotográfico, el leptográfico, que utilizaba para plasmar copias en positivo con mayor calidad que la albumina. Evidentemente lo comercializó. 

Laurent implementó su estudio, contrató a varios fotógrafos y formó una empresa. Ya en 1868 abrió una tienda en París llamada `Rue de Richelieu´, donde un empleado vendía sus fotografías y sus catálogos realizados en España. 

Lápida de Jean Laurent en el cementerio de la Almudena. (Fuente: Carlos Teixidor Cadenas)

 Iniciativas como la de Fotodoc tratan de recuperar el recuerdo hacia la persona de la que sí es y será recordada su obra, porque es indiscutiblemente histórica. Como reivindica con cariño la profesora Olivera a este medio: «Se le puede considerar como el primer documentalista. Es una persona que desde un primer momento empezó a poner un número a sus fotografías y a catalogarlas para poder ponerlas a la venta. Sin duda es un referente de la documentación en España».

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