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Piezas únicas y sostenibilidad, las oportunidades que ofrece el comercio madrileño ‘vintage’ y de segunda mano

‘Williamsburg Vintage Clothes’, en la Calle Velarde de Madrid (Foto: Marta Martínez)

Malasaña se ha convertido en los últimos años en el barrio representativo del comercio madrileño ‘vintage’ y de segunda mano. A dos minutos caminando desde la estación de metro Tribunal, en la calle Velarde, se encuentra ‘Magpie Vintage’, una tienda dedicada a la venta de ropa de estas características con más de 10 años de trayectoria. Al preguntar a sus empleadas qué tal funciona el negocio tras la irrupción de la pandemia, la respuesta es sencilla: «Fenomenal, antes y ahora». Las trabajadoras advierten que les ha afectado en cuestiones como el aforo o la desinfección constante, pero que el establecimiento continua funcionando muy bien. «Como la tienda es tan grande y hay tanta variedad, viene gente de todas las edades. Unos por moda y otros por conciencia ecológica», explica una de las empleadas.

En ‘Williamsburg Vintage Clothes’, ubicada también en la Calle Velarde de Madrid, sí han notado bastante la incidencia del coronavirus. «Hemos tenido que bajar los precios», declara una de sus trabajadoras. Antes de la pandemia, el cliente que solían tener era normalmente adulto, que además cuidaba y sabía que compraba, pero desde hace unos meses la dependienta ha notado que cada vez se acerca un público más juvenil. Situación similar relata el trabajador de ‘Ekeko’, tienda vecina de la Calle Velarde. «Se vende entre un 50 y 60 por ciento menos, y de un público que iba de 15 a 60 años, se ha reducido a un perfil de entre 15 y 20 años», cuenta.

Fachada de ‘Flamingos Vintage Kilo’ en Madrid (Foto: Marta Martínez)

8 años han pasado desde que ‘Flamingos Vintage Kilo’ abrió sus puertas. Ubicada en la calle San Joaquín de Madrid, su característico escaparate rosa atrae la mirada de todo aquel que pasa por delante. A diferencia de otras tiendas similares, aquí la ropa se vende ‘al peso’, es decir, dependiendo de la prenda que elija cada cliente esta variará de precio en función de su peso. «Hay tres categorías: una a 13 euros el kilo, otra a 24 euros el kilo y otra a 39 euros el kilo», explica uno de sus empleados. Ellos siempre han funcionado bastante bien, pero sí que han notado un cambio de edad en la clientela. «Antes no venía tanta gente joven como ahora. Yo creo que es más moda que otra cosa porque la gente encuentra de repente marcas que le gustan y que solo están en estas tiendas», manifiesta el dependiente.

La ropa que los madrileños pueden encontrar en estas tiendas es importada de países extranjeros. En ‘Aramayo Vintage’, situada en la Plaza de Herradores, pueden encontrarse prendas procedentes de Japón, Alemania, Suiza o Estados Unidos. «Tenemos desde kimonos o uniformes japoneses originales, hasta uniformes de animadoras estadounidenses», explica una de sus empleadas. «Mucha gente viene porque al final cuando compras algo ‘vintage’ es una prenda que solo vas a tener tú, no como si vas a una tienda donde compra todo el mundo», advierte otra de las trabajadoras. Ambas coinciden en que en España comprar ‘segunda mano’ aún cuesta, pero que poco a poco la sociedad está concienciándose con la vida de uso de la ropa.

Fachada de ‘Aramayo Vintage’ en Madrid (Foto: Marta Martínez)

La propietaria de ‘Mucho Vintage’, ubicada en la calle Corredera Baja de San Pablo, decidió arriesgarse y abrir su establecimiento hace ocho meses, en plena pandemia. «La gente a veces confunde vejez con maltrato, pero lo que ocurre es que hay ropa ‘vintage’ de todo tipo, desde marcas muy sencillas locales, hasta prendas muy finas de alta gama como ‘Burberry’, ‘Lacoste’ o ‘Tommy’», explica. Cuando decidió abrir su tienda ya tenía experiencia en el negocio de la importación de ropa, y por ello tenía claro que primaría la autenticidad del producto y sus materiales.

Hasta ‘Mucho Vintage’ llegan personas de todo tipo, desde una persona que pasa por la puerta con frío y necesita comprarse una chaqueta, hasta gente que ha acudido a comprar incluso con personal de seguridad. Lo que sí ha notado su dueña es que los españoles todavía sienten generalmente un poco de reparo a la hora de comprar en este tipo de establecimientos, práctica que los turistas sí llevan a cabo habitualmente. «El extranjero no tiene ningún problema, por ejemplo todos los nórdicos entran como ‘si fuera El Corte Inglés’. Me sorprendo porque lo hacen con tanta naturalidad, y cuando he hablado con ellos me dicen que en Suecia, Dinamarca y Noruega es normal comprar ropa que sea antigua, que lo importante es tenerla bien aseada», cuenta la propietaria, quien hace hincapié en que no hay que olvidar que en muchos casos la ropa de las tiendas no es donada sino comprada. «Es una inversión, es invertir en desinfectarla, en completarla», explica.  

‘Mucho Vintage’, en la Corredera Baja de San Pablo en Madrid (Foto: Marta Martínez)

En el caso de ‘Amores Eternos’, establecimiento ubicado en la calle Corredera Baja de San Pablo, Cristina, su dueña, únicamente se dedica a la venta de ‘selected vintage’: ropa, complementos y elementos de decoración como vajillas, fabricadas entre los años 40 y 80 que no han sido usados. «Suelo trabajar para cine y televisión. Voy viajando por todo el mundo y voy comprando por ejemplo a tiendas que cierran», explica. Mujeres por encima de los 35 años es el perfil de cliente con el que suele tratar. «Son personas que quieren vestir diferente, que no quieren la ropa que hay en otras tiendas», declara. A consecuencia de los cierres perimetrales si ha visto perjudicadas sus ventas porque  se nutría bastante de un público muy fiel procedente de provincias cercanas.

Venta con fines sociales

La Fundación Humana es una organización sin ánimo de lucro que se dedica a la recogida de ropa y calzado para su reutilización y posterior venta en una red de tiendas de segunda mano distribuidas en Barcelona, Madrid, Granada y Sevilla. Con los beneficios obtenidos, financian proyectos de cooperación en países de África, América Latina o Asia, además de programas de apoyo local en España.

Recogida de la ropa  (Foto: Humana)

Su trabajo comienza en la calle. Gracias a unos contenedores en los que cualquier persona puede depositar prendas o calzado, recogen grandes cantidades de ropa. Esta posteriormente pasa a una de las dos grandes naves, una ubicada en Leganés (Comunidad de Madrid) y otra en L’Ametlla del Vallès (Barcelona), donde se realiza un proceso de clasificación para decidir si se destinará a la red de tiendas Humana 48 en total —, si se venderá a otras empresas de reciclaje, o si por su desgaste no se puede reutilizar y deberá ser desechada. 

«Lo que nos diferencia de otra tienda de segunda mano es que comprar en ella no solo genera un beneficio medioambiental importante, sino que también tiene un impacto social porque con el dinero se van a financiar proyectos de cooperación», expone María, responsable de Marketing de las Tiendas Humana. La educación y formación son el centro del trabajo que desarrollan en lugares como África, pero también incentivan la construcción de comunidades en torno a la agricultura sostenible. «Se imparte una formación para que aprendan a trabajar el campo de manera ecológica y a partir de ahí poder sostener la comunidad y las familias, e incluso que puedan vender el excedente», cuenta María. En España, a través de los ayuntamientos gestionan bonos con los que familias con pocos recursos pueden acudir a sus tiendas y adquirir ropa.

Clasificación de la ropa recogida en la planta de Leganés (Foto: Humana)

«El perfil de comprador habitual suele ser mujer de mediana edad, aunque está cambiando. Estamos notando un subida notable de un público más joven. Parece que el mercado de segunda mano está perdiendo el estigma en España y que se está extendiendo una mayor conciencia medioambiental y de consumo, donde prima usar la ropa que ya existe y que ya está en circulación, antes de comprar nueva», expone la responsable.

Ahora con la pandemia, se han visto un poco limitados a la hora de manejar las prendas. Estas deben pasar por un periodo de cuarentena tras su recogida para poder entrar en las tiendas; y además cuando alguien se prueba una camisa o un pantalón debe ser nuevamente desinfectada o pasar por una cuarentena. «Requiere un poquito más de logística para garantizar la seguridad, pero se ha integrado bien y la gente sigue viniendo a las tiendas», cuenta María.

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