Encuentros

Leila Guerriero: una paracaidista gaucha en el periodismo

«Antes de suicidarse agoten todas las opciones», dice la periodista Leila Guerriero con su marcado acento argentino para luego soltar una carcajada durante un encuentro con los estudiantes del Master ABC en el que describió su primer y salvador contacto con los medios, su proceso de (auto)formación y las formas de realizar periodismo «narrativo».

No quedan rastros.

En el cuarto donde todo sucedió —debajo de la pintura blanca, de los banderines de fútbol, de los pósters de mujeres en bikini-, no quedan rastros de la sangre.

Y el cuarto, además, tiene una cama que ya nadie usa.

Y el cuarto, además, permanece cerrado para siempre.

—Cada vez que mi mamá pasa por acá dice que todavía ve la imagen en el piso, por eso lo dejamos cerrado. Mi mamá estaba en la cocina cuando pasó. No la vio agarrar la escopeta.

Alberto Vargas —treinta y pico, empleado municipal– se apoya en el marco de la puerta con cuidado: como si todavía quedara allí algo por lastimar.

—Pero no había nada que hacer. Se ve que mi hermana ya tenía la idea.

Es la hora de la siesta y en Las Heras —Santa Cruz, Patagonia argentina— hay pocas cosas: el viento por las calles, nada más.

—Ahora, cada vez que voy al cementerio, me pregunto lo mismo: qué pudo haber pasado.

—¿Y que te contestás?

—Que no sé. Porque mi hermana fue la primera. Pero después fueron tantos.

Fueron doce.

 

Este es un extracto de la crónica periodística Los suicidas del fin del mundo, publicada por Guerriero en 2006 en la que retrata la historia de una ola de suicidios que azotó a un pequeño pueblo patagónico, Las Heras. «En principio acepto temas que me parecen inviables», señala Guerriero, licenciada en Turismo, apasionada por las letras y periodista de oficio. Entró en un periódico (Página 12) para escribir ficción y ya no la echa de menos, pues se dejó seducir por la realidad.

No quería ser periodista sino escritora de ficción. Por B. Valverde

«Cuando llegué a la redacción me dijeron que me defendiera como pudiera. Yo era un paracaidista gaucho. No tenía idea de nada, todo me lo tuve que inventar», confiesa Guerriero, quien ganó el Premio Fundación Nuevo Periodismo (2010) por su artículo Rastro en los huesos. Su invento no fue más que imitar. Leía textos de periodistas que le gustaban, les copiaba y luego empezó a tener su propio estilo: claro, sencillo, directo, pero experimental. «Siempre me preocupó ser clara. Si un texto periodístico se te va por las ramas, el lector se va a ver televisión», sentencia, y añade que su «estilo» se basa en el riesgo. «Saco ideas del cine, de escenas. Los periodistas narrativos tenemos que correr riesgos, romper esquemas. Veo que ahora en el periodismo la experimentación no es un valor», critica la argentina de cabello rizado alborotado y grandes ojos negros.

Guerriero, editora para el Cono Sur de la revista Gatopardo y colaboradora de publicaciones como Etiqueta Negra y Rolling Stone, habla desde su rincón de periodista de largos ratos. Se toma su tiempo para investigar, entrevistar, escudriñar datos y luego escribir. Semanas o meses. Un lujo que un periodista de diarismo no puede permitirse. «No he tenido el periodismo de periódico y no lo quiero hacer. Es que no lo sé hacer y no le encuentro nada exquisito a la inmediatez», dice mientras coge del suelo una botella de agua mineral.

Es un periodismo pausado, de crónica experimental, que parece ficción pero que no lo es porque está sustentado en hechos reales, comprobados, en horas y horas de entrevistas y horas y horas de búsqueda de datos. Un periodismo literario que es evolución del «nuevo periodismo» de Tom Wolfe que ya tiene más de 50 años, que Guerriero llama «periodismo narrativo» y se ve con mejores ojos en Latinoamérica que en España.

«No se entiende nada bien el periodismo narrativo acá en España. No hay revistas tipo Gatopardo o Etiqueta Negra», anuncia Guerriero, que dice que en Latinoamérica el «éxito» de este periodismo se debe a la existencia de dichas revistas. «Hubo una generación de periodistas que se formó leyendo estas revistas, como nivel aspiracional. Hay gente joven tratando de hacer este periodismo», relata la autora de Frutos extraños (2008), que agrega que parte de este gusto recae en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por el premio Nobel de la Literatura, Gabriel García Márquez, que según se expone en su página web tiene como misión «trabajar por la excelencia del periodismo y su contribución a los procesos de democracia y desarrollo de los países iberoamericanos y del Caribe, a través de talleres y seminarios de formación e intercambio entre periodistas, colaboración en redes y estímulos al desarrollo profesional».

Guerriero señala que siempre busca la «gran historia detrás de la historia» y que siempre que entrevista, se «mete en la vida de la gente con un fin noble. Pero nunca escribo de manera inocente», dice moviendo su bolso grande de cuero marrón.

Para cerrar la conversación la periodista señala que siempre toma una distancia de sus personajes y de sus historias. «Tengo una empatía, pero no soy la amiga. Primero muerta que llorar en una entrevista», confiesa esta argentina que se cansó de vender paquetes turísticos, se desesperó y envió un cuento a un periódico que la convirtió en una periodista. «La conclusión es: antes de suicidarse agoten todas las opciones», y suelta la carcajada.

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