Opinión

La Navidad «Made in China»

Etiqueta en distintos idiomas de «Fabricado en China». Por Twicepix

Cuando todos los niños abran los regalos que Papá Noel o los Reyes Magos les dejaron en sus casas, pensarán que no han venido de Laponia o de Oriente, sino desde China, ya que casi todos los juguetes llevarán la famosa pegatina o la inscripción de «Made in China».

A pesar de no existir la Navidad en la República Popular de Hu Jintao, de que desconozcan lo que se celebra, y de ser un sinsentido en su cultura asiática, cada vez hay más tradición en adornar tiendas con espumillón y árboles artificiales. La cultura occidental ha exportado estas fiestas navideñas y ha llegado hasta el gigante asiático, y, es que, estas fechas contienen un factor que los chinos no pueden desperdiciar: el consumo global.

Desde las bolas que decoran nuestro abeto, los famosos gorros rojos de Santa Claus, o hasta las figuritas de nuestro belén están manufacturadas allí, en la provincia de Guangdong (Cantón), fronteriza con Hong Kong; y se comercializan a precios irrisorios en Yiwu, sur de Shangai en la provincia costera de Zhejiang, el paraíso del ahorro para gran parte de los negocios mundiales, donde se encuentran árboles de plástico por 0,35 euros o adornos por 10 céntimos.

Pero lo que para algunos es una época familiar, de descanso o festiva, para el Estado chino, la Navidad no sólo supone una gran recaudación, sino también, un recrudecimiento de la censura y represión contra los activistas y disidentes por el régimen autoritario de Pekín.

El miedo a la imitación de las revueltas de la «Primavera Árabe» y de su triunfo, como bien se logró con la caída de los dictadores árabes, se desata en China. El intento fallido y cortado de raíz de la «Revolución del Jazmín», que emulaba este movimiento de protesta a favor de la democracia en Pekín y Shanghái, es un ejemplo de condena por «incitar a la subversión». Con esas mismas palabras, el Tribunal Intermedio de Suining (Sichuan) dictaminó, el día antes de nuestra Nochebuena, nueve años de cárcel al escritor y activista Chen Wei, por el lenguaje que utilizó en cuatro ensayos publicados. O el día después de Navidad, para el veterano disidente Chen Xi, que a pesar de haber pasado ya una década entre rejas, ha vuelto a ser condenado a otros diez años más de prisión.

El gigante comunista aprovechó las Navidades de 2009 para condenar a once años de cárcel al disidente y premio Nobel de la Paz 2010, el cual no pudo recoger su premio, Lie Xiabo. El motivo de la condena fue pedir una reforma de la Constitución o la separación judicial de poderes, y alertar sobre las desigualdades sociales y los problemas medioambientales que sufre el país.

China está sufriendo una «privación del pensamiento y sus creencias» porque «el Partido Comunista usa la maquinaria de la violencia para controlar al pueblo», como bien expresó Chen Wei en uno de sus ensayos.

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