Moratalaz

Relato del librero que no leía libros

Jorge, dependiente de la librería Méndez, hojea unas páginas. Por Á.Calleja

«Por grandes y profundos que sean los conocimientos de un hombre, el día menos pensado encuentra en el libro que menos valga a sus ojos, alguna frase que le enseña algo que ignora». (Mariano José de Larra)

«Por ser esta zona de lectura, se ruega toda persona sea respetuosa con el lugar, y su voz la trueque en murmullo, los murmullos en susurros y los susurros en silencio, que la paz en los oídos ayuda a escuchar. El HOJEO, sonido que solo molesta a los necios». El cartel tras el mostrador advierte con elocuencia de lo que es la librería Méndez: un coto reservado para la lectura.

La única librería del distrito de Moratalaz (las papelerías que venden libros no distinguen a los necios de los sabios) lleva 20 años en el barrio. Su dueño, Ángel Méndez, también. Los Méndez poseen otra librería en Ibiza, abierta por el abuelo de Ángel hace 50 años, y donde actualmente trabaja su padre. Sin embargo, el linaje literario de los Méndez puede romperse dentro de un tiempo. Ángel espera que sus dos hijos –los dos herederos– estudien en lugar de dedicarse a este cada vez más duro oficio.

Ante las estanterías de Ibiza transcurren habitualmente clientes de la talla de Lucía Etxebarría, Rosa Montero, Emilio Butragueño o Manolo Sanchís. Por su parte, a lo largo de las de Moratalaz pasan lectores menos célebres; pero la avidez de lectura es la misma. Hace veinte años, Méndez acabó con la única librería que existía por entonces en el barrio: la «Librería Moratalaz». Ahora, dos decenios después, ya sin competencia, el establecimiento lucha contra el mayor asesino de la lectura que acecha sin distinción a todos los barrios: la crisis económica.

 Leer, actividad exquisita

«Los libros se han convertido en artículos de lujo», dice Ángel mientras sonríe. En estos dos últimos años, las ventas de la tienda han descendido un 50%. Por eso, la librería ya no vende solo libros. También se ha visto obligada a ofrecer tarjetas de felicitación, postales y figuras de actores de Hollywood y accesorios para e-books, el último grito digital en lectura. Hace tres años, Ángel compró tres de estos aparatos para venderlos en su tienda. Y ahora, en lo que va de 2012, acaba de vender el tercero de ellos por 150 euros menos que su precio de compra. «Con los libros solo no respiras», confiesa Ángel, que cree que los que leen de verdad siguen comprando arte en papel.

Además de las fiestas de Navidad, del día del libro o del día de la madre, Méndez disfruta de dos tipos de ingresos fundamentales. Por un lado, los padres que, con cara de fastidio, se acercan a comprar los grandes clásicos literarios para el colegio de sus hijos. Por otro lado, los libros de oferta. El libro es el único producto que tiene coste fijo (solo se puede alterar un 5% de su precio). Sin embargo, los libros de segunda mano sí que pueden convertirse en oferta. Mucha gente llama a la librería para vender sus ejemplares a bajo precio y ganar algo de dinero. Entonces Méndez los acepta. Un libro de 30 euros de Baltasar Garzón: cinco euros. Todos salen ganando.

Ángel se encoge de la risa cuando le pregunto si es aficionado a la lectura. Sus ojos serios y fijos se transforman en una mirada divertida y complaciente cuando comparte una información comprometida: «No leo nada. Solo leo un libro en verano. No tengo tiempo». Y realmente no lo tiene. Ángel permanece casi 15 horas junto a esos compañeros de papel sin los cuales –en palabras de Thomas Jefferson– sería imposible vivir. A las siete de la mañana ya entra en su coto reservado para hacer pedidos o, como dice, para «pelearse con los bancos». Y a las nueve y media de la noche vuelve a casa. Para él, las páginas de los libros ya han echado el cierre. Es el sacrificio ofrecido por Ángel para que los demás puedan leer.

 De Big Mac’s y solomillos

«¿Por qué todo el mundo tiene tanta prisa?». Jorge trabaja tras el mostrador de Méndez y tiene ganas de hablar con los clientes. «Este es un negocio muy raro, un mundillo a punto de desaparecer», dice. A pesar de ser de ciencias puras, Jorge es todo un literato. Su hambre de historias es insaciable. Tiene especial predilección por John Irving, Kafka, Dickens y Stevenson. Reúne las dos características de todo comercial de barrio: es cercano y conoce lo que vende.

–¿Cuáles son tus obras preferidas?

–Las buenas

–¿Y cuáles son las buenas?

–Pues las que están bien escritas. Mira, esto es como las hamburguesas y los solomillos. Hay veces que te apetece comer una hamburguesa, pero lo realmente bueno es un solomillo. La cuestión es saber qué es una hamburguesa y qué es un solomillo.

Además de libros, Jorge también es un experto en distinguir a los diferentes tipos de personas. Por eso se fija en la forma de una persona de «agarrar» un libro, de preguntar por él. Y con la lectura le pasa lo mismo. «Con leer la primera página de un libro me basta para saber si es bueno, como pasa con un disco. Con la primera canción sabes si es rock, heavy metal…». Comienza a hablar de La Celestina y de El Quijote cuando le interrumpe un cliente:

–«¿Tienes el libro de Art Attack

La mayoría de libros que vende Méndez son bestsellers. «El 70% se deja llevar por lo que dice la televisión», dice Jorge con resignación. Sabe de lo que habla. Hace tiempo trabajó en Fnac. Sus recuerdos parecen ser oscuros. Sin previo aviso o señal, empieza a soñar con el futuro. Habla de un mundo en el que solo se vendan cosas de las que siempre tengamos que estar dependiendo de ellas, en donde todos nos encontremos hiperconectados, de «máquinas que siempre exijan que se les dé de comer». Y los libros, según él, «no necesitan qué comer». Coge un libro. Lo señala. Explica que cuando una persona compra un libro el negocio se ha terminado. Cuando compra un e-book, sin embargo, no. «El negocio aquí no termina. Siempre tendrás que actualizar archivos antiguos, fundas que comprar, virus inventados por el propio creador del e-book y solo 2.000 horas de funcionamiento. Con un libro –dice mientras lo sostiene– esto no pasa». Y añade otro ejemplo. Esta vez sobre impresoras. Las impresoras se venden casi a precio de coste. ¿Y el beneficio? ¿De dónde se hacen ricos? Pues de los cartuchos de tinta. Jorge resume la clave empresarial del futuro: «Vender algo para que siempre dependas de mí».

Jorge lanza entonces un alegato a favor de la lectura, de la creatividad del lector para poner las imágenes a la historia. «Aunque leer no te hace mejor persona –dice–, Hitler leía un montón de libros. ¿Entonces, qué consigues leyendo? Tener referentes», dice. Un cliente le interrumpe.

–«¿Tenéis la segunda parte de Blade Runner

 

Listas de libros más vendidos

 

Lista oficial de Fnac

1- La soledad de la reina, de Pilar Eyre

2- El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón

3- La comida de la familia, de Ferrán Adriá

4- Canción de Hielo y Fuego 4. Festín de Cuervos, de George R. R. Martin

5- The Times. Historia del Mundo, de varios autores

6- Historia de la guerra, de The Times

7- Los años de Grace Kelly, de Forum Grimaldi

8- Valentino, temas y variaciones, de Pamela Golbin

9- Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven, de Albert Espinosa

10- El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss

 

Lista oficial de todostuslibros.com (asociación de librerías que refleja la venta de libros en tiempo real, a 26 de enero de 2012)

1- La soledad de la reina, de Pilar Eyre

2- El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón

3- El poder de la palabra y la debilidad del diálogo, de Pedro Fernández Rodríguez

4- El jardín olvidado, de Kate Morton

5- Porta Fidei, de Benedicto XVI

6- Callejero digital de Madrid y 26 municipios, de AA.VV.

7- La comida de la familia, de Ferrán Adriá

8- Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, de Chus Villarroel

9- El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry

10- Viaje al optimismo, de Eduardo Punset

 

Lista oficial de la librería Méndez

1- La soledad de la reina, de Pilar Eyre

2- El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón

3- El puente de los asesinos, de Arturo Pérez Reverte

4- El jardín olvidado, de Kate Morton

5- Libertad, de Jonathan Franzen

6- Yo confieso, de Jaume Cabré

7- Steve Jobs, de Walter Isaacson

8- Crímenes, de Ferdinand Von Schrach

9- HhhH, de Laurent Bidet

10- El síndrome E, de Franck Thilliez

 

La profecía de Julio Cortázar

Las palabras de Jorge sobre los e-books ya están escritas en el papel. Julio Cortázar ya previó «el regalo de necesidades» en su obra de 1962 «Historia de cronopios y de famas».

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, por Cortázar

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

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