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Antoni Tàpies, o todo lo que el arte calla

«Dues taques negres i grafisme» (1969). ABC

Antoni Tàpies cierra los ojos y oye, en el silencio, lo que el arte calla. Su escritura artística no está basada en palabras, sino en símbolos y signos, ideados por el propio Tàpies. En su obra aparecen jeroglíficos, números, letras, garabatos, cruces o partes del cuerpo humano. Ahora, se puede oír y ver una muestra representativa del artista en la galería Elvira González hasta el 31 de marzo.

La selección de obras pertenece a las décadas doradas del catalán: los años 60 y 70. Y no solo se pueden ver y oír, sino también oler. Porque el trabajo de Tàpies es sensorial, y afecta a todos los sentidos. Las tres salas que acogen a los hijos del padre del informalismo —una técnica en la que el artista se abandona a lo imprevisto y al azar— están impregnadas del olor que desprenden los materiales que Tàpies emplea: cuerdas, papel, polvo de mármol o pintura acrílica.

La exposición incluye algunas de las piezas más representativas de esta etapa del artista en la que su estilo, como él mismo reconoció, «se afianza» y su obra se torna «más madura». En total, diez piezas en gran formato sobre diferentes soportes realizadas en técnica mixta.

«Relleu sobre cartó» (1956) es la primera obra que se avista nada más abrir la puerta de Elvira González, pero solo es la punta de un iceberg contemporáneo que es el trabajo de Tàpies. Enfrente, «Composició vertical negra» (1960) permanece expectante a que alguien se sumerja en un océano de tela negra.

«Composició vertical negra» (1960). ABC

Sin embargo, la obra culmen de esta selección es «Què fem?» (1974), una pieza en la que el artista plantea, junto al poeta Joan Brossa, una pregunta metafísica: «Qué fem? On anem? D’onvenim?» («¿Qué hacemos? ¿Dónde vamos? ¿De dónde venimos?»), que resuelve con un simple dato material: «Però aqui tenim una caixa de llapis de colors»(«Pero aquí tenemos una caja de lápices de colores»). Es su forma de alejar y acercar la obra, elevarla y humanizarla a través de objetos de la vida cotidiana, como una navaja incrustada en la obra, la hebilla de un cinturón o nueve folios mecanografiados y arrancados.

Automatismo surrealista

Tàpies, nombre imprescindible del arte contemporáneo, ejecutaba sus actos de manera mecánica sin participación de su conciencia. Pero sí de sí mismo. Prueba de ello son las huellas de pisadas que aparecen en la obra «Descens» (1979). Los rastros del hombre son un elemento recurrente del vocabulario artístico del catalán.

Es a finales de los 50 y durante la década de los 60 cuando el artista comienza a experimentar con la textura de la obra dando lugar a lo que se conoce como «materias». Tàpies juega a ser un alquimista que más tarde introducirá en su laboratorio los símbolos iconográficos, los signos de escritura, las huellas de pisadas y las marcas de su mano en la tela. Sin embargo, aunque emplea elementos reales, Tàpies presenta la realidad de una manera distinta, llegando a confundirla.

Para ello, el artista utiliza diversas técnicas, desde la pintura acrílica hasta el «collage», desde la recuperación del plástico hasta la incorporación de objetos. Y esa forma de crear es el arte en sí mismo, la operatividad es la obra.

Influencia oriental

Antoni Tàpies encuentra en la filosofía oriental la respuesta a algunas de sus inquietudes espirituales. Su obra pone el acento en la búsqueda de una relación entre lo material y lo mental. «Pequeña materia roja» (1977) y «Dues taques negres i grafisme» (1969) ponen de manifiesto la mirada «orientalizada» del artista, así como todo aquello que él se cuestiona sobre el dualismo y la condición humana.

«Pequeña materia roja» (1977). ABC

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