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Gervasio Sánchez, «importador» de la muerte

«La guerra funde nuestra mente y nos roba los sueños». El fotoperiodista Gervasio Sánchez tomó prestada esta cita de Cuentos de la luna pálida, la película de Kenji Mizoguchi, mientras recogía el premio Ortega y Gasset en 2008, para expresar con palabras lo que el objetivo de su cámara de fotos tantas veces ha capturado. Su obstinación en retratar los conflictos bélicos en toda su magnitud no es mucho mayor que su obstinación en poner el foco en los gobiernos que venden las armas con las que se hace la guerra, gobiernos que se convierten en «exportadores de la muerte». Y para combatirlos, nada mejor que importar aquello que éstos exportan: rescatar los rostros de la guerra, poner ante nuestros ojos esa misma muerte.

Un joven observa una fotografía tomada en Sarajevo. Por E. Vasconcellos

Los 28 años de Gervasio Sánchez siendo testigo de conflictos bélicos se recogen, desde el seis de marzo, en una exposición Antológica en La Tabacalera de Embajadores.

Una tenue luz roja predomina en el hall principal del viejo edificio, donde se proyecta un montaje audiovisual de sus fotografías y el sonido de las bombas impactando contra suelo bosnio. A cada lado del enorme habitáculo —frío, oscuro, lúgubre—, de los cinco arcos que componen la antigua estructura cuelgan bandas negras con cada uno de los cinco trabajos de los que se compone esta muestra antológica: América Latina, Vidas Minadas, África, Balcanes y Desaparecidos. El color rojo se hace más fuerte, impregna todo el espacio con su halo de sangre.

Es la sangre, precisamente, una de las grandes protagonistas de la guerra. Quizás por ello Gervasio ha escogido su tono rojizo. Muchas de las fotografías que testimonian el horror vivido en Bosnia, Guatemala, Sierra Leona, Mozambique o Somalia, están colonizadas por manchas de sangre. Y también por cadáveres.

Los cadáveres que retrata Gervasio tienen rostros, expresiones, una mirada. Identidad. Su cámara captó el momento de su muerte. Mostrar el horror de la guerra a través de su máxima consecuencia: la muerte, esa que importa Gervasio —o que importa, a secas—.

Mucho de lo que Gervasio Sánchez mostró al mundo fue contado a través de las plumas de los periodistas Ramón Lobo o Alfonso Armada, compañeros de trinchera del fotoperiodista. Ambos visitaron esta «Antología» y volvieron a enfrentarse al desastre de la guerra en su máxima expresión. Entre otras cosas, a la mirada del cadáver que Gervasio fotografió. Ramón Lobo lo tiene claro: «La guerra es la guerra y hay que enseñarla. En ella muere gente». Pero, ¿escoge esa gente ser fotografiada? «Ya están muertos, así que…», afirma Lobo.

Armada considera que los cadáveres «no se deben ocultar. Forman parte de esa realidad que a menudo no queremos ver». Los muertos «forman parte del relato de la guerra, y omitirlos es una forma de deformar parte de la realidad. Pero siempre es necesario añadir contexto, no quedarse en el horror del cadáver, que en cualquier caso, desde su silencio, nos está interpelando».

Enfrentarse a algunas de las fotografías de la muestra de Gervasio es exponerse a eso, a ser interpelado constantemente. Interpelado por aquellos cuya muerte «inmortalizó» el fotógrafo.

Pero en la guerra no todo son cadáveres. En aquel famoso discurso, el fotoperiodista aseguraba que «no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad». Retratados han quedado la mozambiqueña Sofía Elface Fumo, víctima de una mina antipersona a quien fotografió 26 años después junto a sus dos hijos, o el soldado salvadoreño que conversa con su novia creando una bella estampa de amor. Todos ellos rezuman vida, en un contexto de muerte.

Al final de la exposición, tras 48 fotografías, cerca de cien retratos y seis proyecciones audiovisuales, la oscuridad impregnada de rojo sangre de la mayor parte de los largos y desgastados pasillos de La Tabacalera comienza a hacer mella en los visitantes. Los ojos escuecen. Como cuando se mira de frente una guerra.

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Un comentario en «Gervasio Sánchez, «importador» de la muerte»

  • Muy bueno, buenísimo.

    Que horror debe ser permanecer detras de una camara y no poder hacer nada para frenar la barbarie, pero si que es cierto que hay que mostrarlo al mundo y que todos intentemos hacer algo para que dejen de exixtir las guerras y podamos solucionar los conflictos con la palabra.

    Felicidades por expresarlo también.

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