Congreso Periodismo Digital 2012

Manuel Jabois: «Siempre he estado de moda, lo que pasaba es que nadie se había enterado»

Manuel Jabois. Por Javier Villuendas

Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) siempre quiso ser periodista. Comenzó muy joven en el Diario de Pontevedra«donde igual no te podían dar una corresponsalía en Siria, pero sí una columna», y ahora empuña su pluma también para El Mundo. En estos artículos combina tanto el retrato costumbrista de su generación como los apuntes particulares a partir de la actualidad. El otro día le preguntaron qué se siente al estar de moda.

«Yo aquí vengo a humillarme», decía de sus artículos para Frontera D.

Sí, es una frase que le gustó mucho a Alfonso Armada y refleja la vocación de ese tipo de textos. Desdramatizarlo todo, reírse de uno mismo y sacarle partido al, digamos, personaje literario. Exageras un poco tus rasgos, muestras tus despistes y en Frontera D eso yo lo exploté al máximo. Y trataré de seguir haciéndolo. Abordarte a ti mismo en situaciones que te han ocurrido, con mucha ironía y quedando mal deliberadamente.

Se ríe de sí mismo, pero está cercano a pegarse una paliza.

Bueno, eso forma ya parte del espectáculo.

¿Qué me puede decir de la reinserción social de los presos en España?

Vete a la mierda (risas).

(En el artículo Una tertulia en la cárcelJabois dibujó con muchísima gracia la situación vivida en una visita a la radio de la prisión de A Lama (Pontevedra) cuando el presentador le preguntó en antena sobre la reinserción de los reclusos, algo de lo que no tenía ni la menor idea).

En las anécdotas que relata, ¿cuánto hay de distorsión o invención?

Muy poquito, algunas exageraciones. El otro día me preguntaron si era verdad que durante las resacas quemaba la ropa en el patio. Pues mira, no. Entiendo que el lector va a saber cuándo estoy forzando la situación. Las historias son reales. Es más, en ocasiones eludo cosas para evitar malentendidos o, incluso, problemas con la ley. Es todo verdad.

La faceta más gamberra la trabaja en Frontera D y en El Mundo se ciñe a la actualidad. ¿En qué veta se encuentra más cómodo?

En el Diario de Pontevedra escribo de todo cuando hago columna, dependo de lo que me salga en el día. Hay gente que te prefiere escribiendo de actualidad pura y dura, dando caña y demás. A otros les gusta más reírse y que les cuentes algo intrascendente que te ha pasado. Estoy muy a gusto escribiendo de las dos maneras. A veces estás más gamberro, te sales un poco de madre y cuentas incluso alguna batalla sexual o juerguista. Si la actualidad te brinda un tema chulo escribo con tanta pasión como de lo otro.

Leí hace poco: «El presente es Jabois. Qué hijo de la gran puta. Se conoce, ha entendido, a los maestros al dedillo: Trapiello, Espada, Savater, Umbral, Camba, etc. Un fierita». ¿Qué tal va de ego?

¿Sabes qué pasa? Yo ya tenía ego cuando no me conocía nadie. El otro día me preguntaban: «¿Qué se siente al estar de moda?». Y yo contesté que siempre había estado de moda, lo que pasaba es que nadie se había enterado. Yo no me creo absolutamente nada. A veces me siento un poco como de prestado, un impostor. No tengo grandes ambiciones y no tengo la conciencia de ser tan leído. Cuando recibo estas felicitaciones o se ha escrito sobre mí en términos laudatorios por gente a la que yo he admirado toda la vida intento escribir como un reto, para no dejarles mal a ellos. Yo no me reconozco mucho en los piropos. Trato de verme entre esos nombres y puedo tener una prosa, un estilo, pero a mí me cuesta mucho tener un fondo, un poso. Tener incluso un par de ideas brillantes a la semana, ya no te digo al día. Así que el ego no lo tengo muy allá. A ver, yo creo que esa gente cree en lo que esta diciendo, que no es una gente mentirosa, pero yo, sin embargo, no me lo acabo de creer del todo. Lo veo con un poco de escepticismo e, incluso, un poco de retranca. Soy muy joven y aquí estamos hablando de nombres que tienen ya su estatua hecha. Y yo la mía la estoy empezando por los pies. Y a ver si llego a los tobillos.

¿Qué escritores le han influido?

Me gusta mucha la literatura de la Generación Perdida, pero creo que no se suele notar mucho en mi forma de escribir. Scott Fitzgerald, Hemingway, Dos Passos… estos americanos exiliados y borrachos de la post-guerra de la Segunda Guerra Mundial. Literariamente ellos fueron los primeros autores por los que sentí gran devoción. Luego he seguido leyendo y ramificando un poco el gusto. A la hora de escribir en los periódicos me apoyo mucho en gallegos. Me gusta mucho Wenceslao Fernández Flórez o Julio Camba, que me encanta, no tanto por la forma de escribir, que también, sino por la forma de abordar la realidad, de ver las noticias, de tratar de encontrar un ángulo divertido de todo. O Cunqueiro. Lo que me gusta es que no dramatizan, no escriben a cañonazos, son tíos bastante templados. Como de vuelta, incluso con un punto cínico. Esta gente me ha influido mucho.

¿Cómo llegó a la Generación Perdida?

Había leído una biografía de Hemingway, escrita por Fernanda Pivano, que estaba en la Biblioteca de Pontevedra. Yo iba allí todas las mañanas porque en teoría estaba en la Universidad, y para que mis padres no viesen que estaba en la ciudad me metía a la biblioteca. A mí siempre me ha interesado la vida de los autores, soy muy mitómano, pero de puertas adentro. No lo expreso muy claramente en los artículos para no volcar tus pasiones, que me parece un poco vergonzoso. Por la vida absolutamente desquiciante de Hemingway llegué a «Fiesta», luego los relatos, etc. Es de los pocos autores de los que he leído prácticamente todo. Y de ahí después a Scott Fitzgerald, que es mi autor de cabecera.

Manuel Jabois en el Congreso de Periodismo digital de Huesca. Por Susana García

En «Irse a Madrid y otras columnas» escribe a veces acerca de borracheras, afters o Erasmus. ¿Vio un nicho de mercado?

Vi mi vida, la de cualquiera. Es decir, con veintipocos sales, tienes las mismas referencias televisivas, cinematográficas o complicidades (más o menos) con la gente de tu edad. Las resacas las hemos tenido todos en la vida, no son un patrimonio que sea mío.

Son temas muy chanantes. ¿Le gusta este grupo cómico?

Me gustan mucho. Soy fanático de las Celebrities. Me he llegado a ver cien o doscientas veces el de Hulk Hogan Macaulay Culkin.  Y tengo muchos giros suyos, incluso hablando. Me gusta mucho ese humor: el gag ese de la madre con las rodillas dobladas; Philip Max, autor teatral… tengo varios favoritos. También veía Museo Coconut en Neox.

¿Y otros humoristas?

Me gusta mucho Miguel Noguera. Lo conocí en un festival en Bilbao, sin tener ni idea de quién era, donde además estaba allí con Elvira Lindo. Me llama un compañero de trabajo y me dice: «¡Qué envidia, no sabes con quién estás en Bilbao!» Y yo: «Sí claro con Elvira Lindo». Y él: «¡No, con Miguel Noguera!». Entramos en YouTube y nos quedamos pasmados viendo los ultrashows. Desde entonces le sigo mucho, me encanta el sentido revolucionario del humor que tiene. Parece que en el campo del monólogo está todo inventado y el tío le ha dado un giro tremendo. Es muy difícil, en todos los campos, abrir camino, nuevas formas. Y Miguel lo está consiguiendo; es un humor muy especial, que no se lo puedes poner a un patán. También soy fan de las paridas de toda la vida de Martes y Trece, los Monty Phyton o, ahora, unos monologuistas de la nueva ola norteamericana.

¿Qué le parece que uno de los criterios de valoración en España sea el de con quién se iría uno de copas?

Sí, es muy extraño. Hombre, irse de copas es una cosa bastante importante, no puedes irte con cualquiera. Ten en cuenta que te vas a emborrachar y te vas a abrir más, a contar algunas intimidades. Me parece bien. Tampoco te van a preguntar con quién te vas a ir a la biblioteca a leer libros.

Y de ahí a calificar la valía de un político

Otorga el grado de simpatía. No es lo mismo tomar copas con Julio Anguita, que me caía muy bien, que con Rajoy.

Rajoy, que se crió en Pontevedra, como usted.

De Rajoy me gusta mucho ese desapasionamiento que tiene para enfocar las cosas. No es un tío de declaraciones altisonantes ni de reacciones furibundas. Si se quiere meter contigo siempre lo va hacer con humor o con mucha ironía. Dañina, a lo mejor. A mí eso me gusta mucho. Yo tengo a Rajoy por un muy buen parlamentario, me gusta mucho como orador. Yo cada vez estoy más en el debate de la forma que del fondo. A fin de cuentas todos tenemos una opinión y no creo que alguna valga más que las demás. Me interesa la forma en la que esa opinión se expresa. Rajoy mantiene esa distancia. Muy gallega, por otro lado.

Entonces, ¿con quién se iría a tomar algo?

No sé. A ver, ¿a quién idolatro yo? La verdad es que no tengo ningún interés en irme de copas con nadie. Con cualquiera que aparezca por la puerta del bar.

***

Respecto al oficio de escribir, ¿se nace con él o se aprende?

Se trabaja muchísimo. Yo tengo artículos del 2008 muy malos colgados en la red. En el 2009 hay un par de ellos que también lo son. A partir de 2010 ya me empiezan a gustar todos. Puedo cambiar cosas, pero estoy contento con todos. Cuando yo empecé en el periódico era una cosa terrorífica. Ni sabía puntuar ni tener sentido del ritmo. Escribía rematadamente mal. Yo soy autodidacta, nunca tuve el talento de con seis años escribir unas redacciones cojonudas. Yo escribía muy mal hasta hace muy poco y ahora escribo bien. Y te lo digo porque es la única cosa que me oirás decir que hago bien. No soy ningún genio, ni escribo una gran frase detrás de otra. Todo después de haber escrito durante 15 años.

¿Y la mirada?

La visión es algo más inherente. Mi abuelo miraba las cosas igual, aunque tenía más mala hostia, insultaba muy bien. Él tenía 80 años y pensaba: «a tomar por culo» y decía las cosas a la cara. Yo soy más político, me interesa venderme. Aquí el artista profundamente libre está condenado al ostracismo. Esa visión a mí siempre me gustaba. Un sentido del humor un tanto apurado, irreverente si se quiere. Soltar cosas personales a destiempo. Burradas dentro de un discurso más o menos serio. Me gusta espantar un poco a la gente. Estar explicando algo en un tono y cambiar repentinamente a otro buscando la reacción. Esa visión yo creo que la tienes o no la tienes. Puedes tener una o cualquier otra. Sin embargo, para todo ello es prioritario escribir bien, y eso se hace leyendo y escribiendo mucho.

¿Se escribe mejor de resaca? A veces en esos momentos la mente está disparada.

Sí, desgraciadamente estás más vivo. Las pocas veces que me he notado brillante delante de un folio ha sido con unas resacas atroces. Hay una explicación científica. A mí se me abren muchas ventanas como a la gente que toma peyote, que se le abren otros planos. A mí de resaca se me afila muchísimo el ingenio. Probablemente, los mejores artículos que he escrito los haya hecho de resaca, lo cual es una tragedia porque parece que te está animando a beber todos los días. Pero sí que es verdad que sucede. Y en la misma conversación diaria. De resaca escribí el artículo por el que me dieron el Premio de periodismo Julio Camba. Era sobre Man de Camelle, que era un ermitaño que vivía en la Costa de Morte, y cuando llegó el Prestige se empaparon de chapapote todas las esculturas que tenía con rocas y se murió. Pues fíjate qué chorrada: el artículo era yo en la mesa con mis padres hablando. Estaba con una resaca atroz, me tenía que ir y lo escribí en poco tiempo. Lo envié al premio y ganó. Tampoco es que fuese un grandísimo artículo, hace diez años escribía bastante mal, pero ese año no se presentó ninguna vaca sagrada y me lo dieron. Era un punto de vista muy original, una conversación en la mesa de la cocina hablando de Man de Camelle. Se me había ocurrido para poder irme y con una resaca de espanto.

¿Se ha ruborizado de algún texto suyo?

Sí, probablemente. Pero no me importó.

¿Y su familia?

Unas cosas, me imagino, les molestarán más o menos. Realmente no le dan importancia, es mi trabajo. Cuando el material de alrededor se acaba empieza el material de uno mismo. Se escribe a tumba abierta y de absolutamente todo. Yo no puedo escribir sobre la piel de un vietnamita. Escribo sobre cosas que me ocurren a mí, o a mi entorno, y vas con todo ello a la guerra. Y desde el respeto y la fidelidad, tanto a los hechos como a las personas. No puedes estar jodiendo o traicionando a alguien. Pero si es para hacer humor o para contar algún detalle de tu vida, no pasa nada.

Rememora muchas anécdotas del pasado, ¿es nostálgico?

A la hora de escribir funciona muy bien la nostalgia. Pero no lo soy especialmente, nunca he cambiado el hoy por el ayer en ninguna etapa de mi vida. Tengo bastante esperanza, cada etapa tiene su salsa.

Escribió un artículo sobre el reality «¿Quién quiere casarse con mi hijo?». ¿Consume este tipo de programas?

Qué va. Vi sólo ese episodio, enganché a 40 desaprensivos en Twitter y ahora están cada lunes cagándose en mí. No me gustan esos programas, lo vi expresamente porque quería hacer un artículo de telebasura. Yo estuve muy enganchado en su época a «Confianza ciega». Quedábamos varios amigos para verlo en casa, era tremendo. Siete u ocho tíos con cervezas, viendo el programa y descacharrándonos de risa.

¿En qué nivel le salta el «vergüenzajenómetro»?

En Facebook con la gente que exterioriza sus cosas súper privadas. Me da mucha vergüenza. Lo aparto, no lo veo. Me da la sensación de haber abierto un buzón con una navaja, donde encuentras mensajes de todo tipo. La exteriorización de las pasiones, normalmente, me produce cierta vergüenza ajena. Soy una persona muy reservada. A lo mejor lo puedo hacer, pero tiene que ser en plan cachondeo: «Te quiero tanto que te partiría la columna de un abrazo». Y en televisión también. Esos realities en los que la gente llora. A mí estas cosas me parecen pornografía absoluta. Prefiero ver una orgía, que a una madre abrazándose con su hijo llorando diciéndose que se van a querer toda la vida. Me chirría. Deberían codificarlo, como en el Canal Plus.

¿Sigue algún programa televisivo específico?

No veo mucho la tele, lo único «La que se avecina». Tengo la desgracia de estar enganchado a un juego de videoconsola llamado «Pro Evolution Soccer». Llevo siete u ocho años jugando única y exclusivamente a ese juego.

En la foto del Facebook sale tapándose la boca, en una pose con un poco de coqueto y otro poco de socarrón. ¿Es imprescindible tener una foto sujetándose la barbilla, con pose ceñuda, para ser considerado un intelectual con todas las letras?

Madre mía lo que me ha llamado (risas).

Hablaba en general.

Menos mal. Sí, es una posición muy clásica tocándose el mentón. Tenía una Manolo Rivas así hace unos años. Esa foto me gustó porque me la hicieron en blanco y negro. Y porque no se veía mucho la cara. La imagen tiene su importancia a la hora de vender libros. Yo le reñí a Julián (grafista de «Irse a Madrid y otras columnas») por no meter una imagen mía en la contraportada, aprovechando que ahora soy joven y guapo. Una compañera mía me decía que los libros de Manolo Rivas se vendían en la facultad a manos llenas por la foto de la contraportada, que salía él con sus ojazos. Además, como si tienes que acompañar el libro de un calzoncillo usado en la solapa. Vale cualquier cosa.

¿Qué sensación le provoca la figura de un intelectual circunspecto dándose aires? ¿O los malditos, que nombras alguna vez?

No comulgo con esa historia. La postura malditísima que decía Trapiello: «Querer ser maldito en la vida real, pero querer follarte a Lauren Bacall también en la vida real». No me atraen ninguna de esas figuras.

¿Le producen risa?

No, tampoco. Hombre, si se toman muy en serio a sí mismos, sí, un poco de risa sí que dan. El rollo traumatizado, turbulento, del escritor delante del folio poniéndose muy trascendente no me va. De todas maneras, tampoco vas a obligar a un tío serio a que se ponga a reír. O si quiere dar lecciones, a que no las dé. Que cada cual haga lo que quiera. Tampoco me parece el oficio más serio del mundo. Es decir, «yo opero a gente, yo defiendo a clientes. ¿Y tú? Yo relleno un folio de palabras».

Arcadi Espada llama al periodista técnico de hechos.

Está muy bien, técnico municipal de hechos.

***

¿Qué es lo que más le gusta del oficio de columnista?

La libertad. Tienes más capacidad para jugar, para soltarte respecto a una noticia. Además, la columna es una pieza corta que se lee mucho. Y a mí me encanta ser leído.

«Los columnistas escribimos artículos, no paridas», nos contó recientemente Ignacio Camacho.

Yo creo que hay de todo. En mi caso, depende del día. No veo el oficio de columnista muy serio. Se debe escribir de lo que quiera. Y muy bien. Yo procuro en El Mundo no dedicarme mucho al pajilleo artístico y trato de escribir de actualidad. Alguna parida siempre sale, pero también relajan el ambiente. Es como cuando pasa una tía buena en medio de una conversación de filósofos, te paras un momento y haces un comentario de las tetas. De todas formas, te hablo desde un punto de vista bastante novato. Ignacio sabe mucho más de esto que yo, es un pura sangre.

José María García se vanagloriaba de que nadie sabía de qué equipo era. Así entendía el periodismo.

Estoy de acuerdo profundamente. A la hora de «columnear» te diría que quizás. Pero sobre todo en noticias. A mí no me gusta saber si quien está firmando una noticia es de un partido u otro. En la columna opinas, y bueno, si quieres pides el voto para quien te dé la gana, aunque tampoco me parece muy bien. No se hace mucho.

Vargas Llosa lo hizo.

Bueno, Vargas Llosa está por encima del bien y del mal, a él le dejamos decir lo que quiera. De todos modos, no es bueno que un periodista escriba con la camiseta por fuera. Si tú haces una crónica futbolística me interesaría no saber quién eres ni de qué equipo eres. Una vez que ya lo sé empiezo a ver cosas que no debería ver, incluso fruto de mi paranoia: «Esto lo dice porque no sé qué». Está muy de moda tomar partido, yo el primero, cada uno en su esquina berreando. Yo lo hago desde un punto de vista coñero. Cuando hablo del Madrid lo hago rozando el delirio. No aspiro a convencer ningún barcelonista. Quiero echarme unas risas. Es una pasión suburbial.

Algunos diarios siempre azuzan hacia el mismo lado.

Eso tiene que ver con la posición de los periódicos hoy en día. Se debería comprar el periódico para que te dé información, no para que te cuente lo de derechas que son, lo socialdemócrata o lo católico que es. No tiene sentido. Hay tres periódicos de derechas que se están moviendo con un público muy similar. Viendo sus portadas parece que están jugando a ver quién la tiene más larga. ¿Funciona? Quizá sí, pero a mí ese lector no me interesa. Aun así, hay que vender periódicos y cada uno tendrá su manera de hacerlo.

Manuel Jabois e Ignacio Escolar, dos marcas periodísticas. Por S. G.

Como entrevistador, ¿de quién guarda mejor recuerdo?

Me gusta mucho la entrevista que le hice a Carlos Oroza, un poeta gallego. Fue conocido en su época como el último poeta beat, aunque él dice que fue beatnik antes que GinsbergBurroughs, etc. Estuvo en Madrid muchos años. Hizo grandiosos poemas anti-franquistas que cantaba en las calles y se le juntaban las multitudes. Ahora vive en Vigo y tiene 79 años. Allí se le trata como a un poeta, ya no quedan muchos ejemplos así. Tiene un sentido musical de la palabra riquísimo. Recuerdo con mucho cariño también la que le hice a César Antonio Molina, porque me dio un titular. Eso es prioritario. Me dijo que Zapatero le había destituido por la paridad y por el glamour. Como lectura prefiero la de Oroza, él habla en poesía, pero como periodista la de Molina fue más importante, porque en su momento saltó a todos los periódicos.

¿Y el peor entrevistado?

Últimamente he tenido gresca con María Kodama, la mujer de Borges. La entrevisté el año pasado en Santiago y acabamos un poco mal. Tuvimos una riña y lo reflejé prácticamente en la entrevista.

Y aparte aquello que escribió del candidato a la alcaldía de Sanxenxo, que se entrevistó a sí mismo.

«Me alegro que me haga esa pregunta», decía. Pero olvidé dejar constancia de un detalle. Antes de esto, ponía entre paréntesis «risas». Me arrepentí muchísimo. De todas formas, en este caso, era una persona que no controlaba muy bien cómo van los medios de comunicación. Eran de un partido minoritario, estaban empezando. Creyeron que era buena idea y no había un fondo de maldad, era de inocencia pura.

¿Qué le parece el fenomenal éxito de Jotdown?

Es muy positivo. Demuestra que la gente quiere leer. Este discurso de pongo un parrafito de tres líneas, mucho color y mucha foto. Ya de entrada no hay color y te meten un texto de cuatro mil palabras. Y la gente lo lee. Tanto Jotdown como Frontera D cubren las necesidades de ese público lector, de trabajos extensos, de lectura reposada. Tienen una red de escritores estelar, por un lado, y muy emergentes, por el otro. Las entrevistas son muy interesantes y los entrevistados están muy bien elegidos.

Puede parecer una obviedad, aunque no debe ser tanta, la de escoger entrevistados con verdadero y potencial interés.

Yo propuse a Jotdown dos tíos súper-importantes para hacerles una entrevista y me dijeron que no. No puedo decir quiénes son. Yo estaba flipando. Y ellos no veían que fuesen personajes que les interesasen. Y estaban empezando, sería verano. Esto pocas publicaciones lo pueden hacer. Tenían muy claro lo que querían hacer. Han sido muy valientes, muy arriesgados, y la cosa está funcionando bastante bien. Además, están utilizando a la perfección las vías del futuro, como la lectura masiva a través de Twitter. Yo me estoy encontrando a amigos, que no tenía por grandes lectores, que están por Facebook enlazando artículos de Jotdown. No es que la gente no quiera leer, simplemente es que no hay espacio. Vas con cualquier contenido de Jotdown o Frontera D a un periódico generalista y no te lo van a publicar, no tienen papel.

¿Qué piensa de esas ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas?

Eso es un monólogo. Para ir a ver a Rajoy, te vas a ver a Miguel Noguera, que dicen más o menos lo mismo, pero al menos te ríes.

¿Tienen parte de culpa los periodistas, por haber cedido?

En teoría, en esa tesitura, los periodistas deberían levantarse y marcharse. Si te convocan para que un tío te lea un papel, para eso que te lo envíen por correo electrónico. Si voy ahí es para hacer preguntas, para saber más. Pero no es la culpa de los periodistas. Habrá propietarios de medios que les interese que estén allí o por no hacerle el feo al gobernante de turno. La principal responsabilidad es de los políticos que realizan estos actos, literalmente de personas sin vergüenza. No como un insulto, sino de llegar a hacer una cosa así. Convoco a un número de personas, les leo un folio y adiós, gracias. Pero, ¿quién te has creído que eres? ¿Quieres que te veamos leer como en el colegio? ¿Te ponemos nota o qué? Es una puesta en escena, saliendo a la luz pública y lanzando su mensaje. Hay un fondo de mesianismo un poco absurdo.


Vamos a hablar ahora de los temas importantes.

Fútbol.

Exacto, en abril sacará un libro sobre su Real Madrid.

Sí, con Libros del Ko y se llama Grupo Salvaje. Es un relato de mis recuerdos de la infancia con el fútbol y el origen de mi madridismo. Como el origen de la saga de los Buendía.

Y este año la Liga, y quién sabe si la Champions.

La liga la veo. La Champions depende de muchas cosas, como las vueltas de campana que dé Alves. A lo mejor perdemos contra el Barça o contra el Bayern. Yo de fútbol tampoco entiendo mucho, yo soy del Madrid.

¿Messi o Cristiano?

Cristiano. No soy justo ni objetivo. Si Messi estuviese en el Madrid y Cristiano en el Barca, diría Messi.

Si le digo Messi y Granero, por ejemplo.

Me quedo con ese poso de filosofía pop que tiene Granero. Siempre voy a encontrar un detalle. Messi es el enemigo, un muy buen enemigo.

He escuchado y leído que el Barcelona es el mejor equipo de la historia que, además, ha coincidido con el mejor jugador de la historia.

Es un discurso bastante predominante en la vida pública, que de tanto repetirlo va a acabar calando. Como el supuesto anti-franquismo del Barcelona, cuando fue un equipo hartamente franquista y terriblemente adicto al régimen. Al final hasta en el extranjero se creen que ellos fueron los guerrilleros anti-franquistas, los de la ciudad que recibieron a Franco con pétalos blancos. El mejor equipo de la historia, no. Y el mejor jugador, puede llegar a serlo. Tiene toda la pinta. Mantener el nivel es muy complicado. Raúl era extraordinario, tenía que haber ganado el Balón de Oro y después de los 27 estuvo cinco años enterrándose a sí mismo en el campo. Los ciclos de los jugadores son así. Raúl empezó con 17 y Messi con 19. Si consigue mantener ese nivel hasta los 29, quizá. También tiene que ganar un Mundial, que es lo que marca las diferencias, el gran torneo. Es el escenario en el que tú tienes que dar un puñetazo en la mesa. Y Messi tampoco tiene la excusa de ser de la selección de Ghana, de Dubái o de Irán. Está en Argentina rodeado de jugadores tremendos.


Un comentario en «Manuel Jabois: «Siempre he estado de moda, lo que pasaba es que nadie se había enterado»»

  • Si señor, villu toda una entrevista, me ha gustado bastante mas que cuando tocas la guitarra…
    Un abrazo y adelante, que parece que juntar letras no se te da mal!

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