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«Ni fábricas de precarios, ni escuelas de élites»

Éste es el aspecto que presentaba el campus de la Autónoma en la mañana de la huelga general. Por A. Aragón

El día de la huelga general tocaba que los estudiantes defendieran su futuro. Por eso o a pesar de ello, las principales universidades de la capital estaban vacías. Clases sin alumnos y campus desiertos, los jóvenes eligieron las calles para canalizar su protesta contra la reforma laboral.

Nada más salir de la estación de Cercanías de Cantoblanco, una pintada en el suelo avisa a los visitantes, sin distinguir entre habituales y ocasionales. «¿Qué haces aquí?». A la misma pregunta, uno de los pocos parroquianos contesta con resignación. «Los exámenes están cerca y toca chapar un poco. Si eso ya esta tarde me pasaré por la manifestación», responde.

Sendas pancartas de Comisiones Obreras presiden las dos fachadas principales del Rectorado de la universidad. «No a los recortes», reclaman. Dentro, la batalla sindical ya se ha librado. Pequeños banderines del sindicato festonean el certamen de cartelería. Entre la selva de papel destaca algún comentario irónico de la reforma. «Prohibido enfermar. No vayas al médico. ¡Tienes que trabajar!», se puede leer.

Pese a la apariencia subversiva, hoy no ha habido incidentes y, según los trabajadores del edificio, «la jornada se desarrolla con mucha normalidad». «No ha habido ningún jaleo. Hay quienes han seguido viniendo y muchos otros que han ido a la huelga», informa. En Biología un dibujo establece un juego entre la evolución de Darwin y el derecho a la educación. El mensaje, aunque no las formas, se repiten camino de la Facultad de Ciencias Jurídicas. «Ni fábricas de precarios, ni escuelas de élites», reza una pintada.

Las previsiones hablaban de un piquete informativo en Derecho, pero allí la tranquilidad es incluso mayor de la que puede observarse en otros puntos. Por no haber, casi no ha habido clase. «En teoría iban a venir a las once, pero aquí no hay nadie. De hecho sólo hemos abierto el seminario, que ya está cerrado, y el aula 7. La verdad es que la mañana está siendo muy tranquila», relata una de las empleadas.

En Empresariales llega la explicación. «En las últimas huelgas generales no ha habido piquetes informativos. La gente que es más activa se ha bajado a Madrid para las concentraciones », alega el conserje. La situación allí resume la jornada lectiva. «Ha habido algún profesor que ha cumplido con su trabajo y ha venido a la facultad. Lo que no puedo asegurar es que haya habido clases porque hay muy pocos estudiantes», dice.

El ejemplo lo escenifica un profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. «He venido a dar clase como el resto de días. Han venido 10 alumnos, así que hemos decidido tener una sesión más corta. Lo que haremos será que la asistencia de hoy no cuente como lo haría el resto de días», explica en una planta principal vacía. Fuera, se acumulan más botellas vacías de la noche anterior que alumnos, confirmación de que el día de la huelga no se tomaba como lectivo.

De regreso a la estación de Ciudad Universitaria, una veintena de trabajadores protesta por el Plan de Eficiencia aprobado por la Complutense. «No es más que un plan de recortes del Rector. Se va a traducir en despidos de profesores y falta de convocatorias para nuevas plazas. También quieren financiar únicamente las investigaciones que sean más rentables. Ese funcionamiento es más propio de una universidad privada», protestan.

Camino del metro, un papel tirado en el suelo indica los pasos: «¡Encontrémonos en las calles!». Y en las calles estuvieron. Durante todo el día, aunque con una presencia intermitente, los jóvenes fueron una parte más de la concentración en Sol. No por ser trabajadores, si no por aspirar a serlo.

«Becarios hasta los 40». «Becarios firmados, trabajadores emigrados». Cambiando las banderas rojas por sarcasmo en formato cartón, los estudiantes también se hicieron oír. «Este año no he podido terminar la carrera porque iba directa al paro. Si tuviera más dinero, me iría», decía Clara. «Es una vergüenza que me pidan matricularme en alguna asignatura para explotarme», protestaba Iván.

Lamentos, quejas, resignación y un panfleto con Bertolt Brecht en el bolsillo. «Hay hombres que luchan un día y son buenos. […] Pero los hay que luchan toda la vida. Ésos son los imprescindibles». ¿Hasta donde llegará esta vez el descontento?

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