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Historia de una ocupación en un día de huelga

Manifestantes durante la acción «Jaque a la banca». Foto: P. B.

La huelga en Guadalajara comenzó a primera hora de la mañana. Los piquetes retrasaron los autobuses en las cocheras –que se dirigían principalmente a Madrid– y estos no salieron con regularidad hasta las 7.30 horas. «Intentábamos retrasarlos, poniéndonos detrás de ellos, cantando», explica un joven que no quiere dar su nombre. Son los piquetes más madrugadores, aunque otros llevan toda la noche rondando las entradas de los polígonos. «Compañero, ¿sabes que hoy hay huelga?», le preguntaba un piquete a un coche parado a la entrada del polígono de Cantos Blancos, junto a la A2, en la que hay más de un centenar de empresas. Varios hombres explican que hay «jaleo» en otro polígono de la zona, en el del Henares. «Allí sí que parece que se ha montado», hablan entre ellos.

A las 8.30 horas los piquetes se empiezan a mover y deciden cuál será el próximo destino. Unas voces se alzan y recuerdan que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Guadalajara ha convocado una acción llamada «Jaque a la banca» a las 9 horas en la céntrica plaza de Santo Domingo. Aun así, la mayoría se mueve a otro punto neurálgico del consumo en la ciudad, la rotonda del centro comercial Ferial Plaza.

Media hora más tarde, medio centenar de personas se congregan en esa plaza. Aunque muchos son conocidos y saben que van a ocupar un banco, desconocen cuál. Unos minutos más tarde, la comitiva parte hacia la sucursal elegida: el BBVA de la calle del Carmen. Los primeros entran mientras los trabajadores miran estupefactos.

La hora de la ocupación

Unas 50 personas se congregan dentro, pero no dejan de aparecer simpatizantes y curiosos que miran al otro lado del cristal. La plataforma convocante despliega una pancarta y uno de los portavoces se pone a explicar el porqué de aquella ocupación. «No nos iremos de aquí hasta que se resuelva el caso de María, una mujer de 80 años que, por avalar a su hijo con su propia casa, se puede quedar en la calle por culpa de este banco».

El hijo de María, que se dedicaba a la construcción, fue despedido y su economía cayó en picado, por lo que al final perdió su casa. Ahora el banco reclama el aval del crédito hipotecario: la casa de su madre. «Yo me muero antes de que nos quiten la casa», sentenciaba la mujer unos días antes, pues esta mañana no ha podido acudir a la cita con la plataforma. Los congregados se han ido sentando mientras la policía llegaba a la sucursal. Al principio solo un par de efectivos -aunque la presencia de agentes camuflados también era notable-. El número de efectivos aumentaba a medida que los minutos pasaban y se sucedían vítores y cánticos contra el capitalismo, la banca y el Gobierno. «¡Agarráos los unos a los otros!», gritó alguien de entre los «okupas» del banco cuando la policía fue a buscarlos.

La primera detención, la de un chico que sacaba fotos con su cámara. «¡No me grabes!», le gritaba un policía para, minutos después, salir por la puerta escoltado por cuatro hombres que lo llevarían a comisaría. Uno a uno al principio, en grupos al final, fueron sacados los manifestantes. Fuertemente agarrados, dos manos poco podían hacer contra cuatro agentes y, al final, muchos salieron en volandas.

En la puerta les reclamaban los datos en un papel doblado, de forma poco profesional. «Lo hacen para asustar», se repetían fuera los desalojados. Una persona repartía panfletos para saber cómo actuar en este tipo de casos. «Tener un abogado cerca» era una de las premisas. «Solo puedes estar tres días en el calabozo, cinco si se considera terrorismo», afirmaba el papel.

Mientras tanto, la gente reunida en el exterior aplaudía cuando un compañero salía de la sucursal. Después de una hora y media, con una quincena de policías y más de 100 personas, el piquete continuó su andadura. El problema de María sigue sin solución pero, según el mismo chico de las cocheras, «con la sensación de haber hecho algo».

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