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La extraña tranquilidad de Mercamadrid

Tranquila. Así fue la noche en Mercamadrid. Históricamente, la mayor «Plataforma de Distribución Alimentaria Mundial» siempre ha sido uno de los puntos fundamentales a la hora de calibrar si una huelga tiene éxito. «Esta no es como la última, la del 29 de marzo», avisan de primeras la mayoría de las personas que deciden pisar el recinto la noche del miércoles 14 de noviembre.

Un día normal, la hora del inicio del ajetreo en este inmenso complejo son las cuatro de la mañana. «A partir de ese momento se forman unas colas en la entrada que no te puedes ni imaginar», cuenta un cliente habitual del mercado de frutas. Por tanto, a esa hora es lógico que los piquetes estén en pleno auge. Sin embargo, al llegar a la entrada no solo no hay colas, sino que tampoco hay piquetes. «Han venido a las diez de la noche y a las tres de la mañana se han marchado», explica uno de los pocos policías que hay destinados en el recinto. Lo hace al bajarse del furgón para estirar las piernas y antes de pasar a la gasolinera a por un café.

-«¿Han dado guerra los piquetes?» Pregunta otro cliente, por la ventanilla de su furgoneta, al pasar por el control de la entrada.

-«Nada, han venido unos 50 ó 60, pero no eran violentos y no ha habido incidentes», responde un chico joven, encargado en una de las garitas que controlan la entrada al recinto.

Cuando pasa el camionero, el vigilante confiesa que ante la huelga tienen órdenes de dejar pasar gratis hasta las cinco de la mañana a todos los vehículos. Normalmente, los clientes tienen que presentar su abono o pagar. Sin piquetes y sin apenas clientes, lo que ya se intuye fuera es una realidad dentro: pasillos y más pasillos vacíos. Eso sí, los mayoristas han decidido abrir sus puestos y la mayoría de los mozos también acuden a trabajar.

Uno de estos últimos es Javier. Con dos niños pequeños y con una hipoteca que pagar, afirma que no se puede permitir hacer huelga, aunque la apoya. «Esta tarde sí que iré a la manifestación», añade mientras se gasta bromas con cuatro mozos polacos. No hay nada que hacer y ya que han venido a trabajar por lo menos están entretenidos. «Ahí dentro hay otros que están jugando al mus», señala en  correcto español uno de los polacos.

Dentro de las diferentes naves, la situación es parecida: mucha tranquilidad. Los mozos,hablando animosos unos con otros. Los dueños de cada puesto también hablan entre ellos, aunque resignados: «Aquí un día normal entre las cuatro y las seis no puedes andar por los pasillos y hoy mira, no hemos vendido nada de nada».

Enseguida surge el debate: ¿Huelga sí o huelga no? Los mayoristas lo tienen claro. «Es una gilipollez que nos va a costar muy cara. Esta noche hemos perdido dinero ya solo con mantener todo esto encendido», se quejan. Alejado de los mayoristas, fuera de las naves, un fotógrafo es de la misma opinión: «La huelga es una memez. Algunos amigos  que no secundan la huelga se han tenido que coger el día de vacaciones porque les iba a resultar muy difícil llegar a su trabajo». Y antes de que llegue el taxi deja escapar una reflexión: «Últimamente solo cubro dramas».

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