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Carrero Blanco: su muerte no cambió la historia

Así quedó el coche de Carrero Blanco tras el atentado. Foto: ABC
Así quedó el coche de Carrero Blanco tras el atentado. Foto: ABC

El distrito de Salamanca fue testigo de uno de los magnicidios más importantes de nuestra época. En el corazón de sus calles en cuadrícula la banda terrorista ETA perpetró el asesinato del Almirante Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973. La «Operación Ogro» acabó con el hombre al que Franco había cedido meses atrás el control de su gobierno.

La iglesia de San Francisco de Borja ocupa gran parte de una manzana acotada por las calles Serrano, Maldonado y Claudio Coello. En aquella iglesia Carrero Blanco escuchaba misa cada mañana, y aquel día no fue una excepción. Fue en el momento en el que giraba por Claudio Coello cuando el Dodge Dart que le llevaba voló por los aires. Un complejo dispositivo activó los explosivos que se habían colocado en un túnel excavado durante meses desde un piso alquilado y que llegaba hasta la mitad de la calle. El coche ascendió más de veinte metros hasta caer al patio de la residencia de los jesuitas. La cornisa del edificio todavía deja ver una reparación mal acabada.

El vehículo carecía del blindaje al que hoy acostumbran los automóviles en los que se desplazan jefes de Estado o de Gobierno. El automóvil que transportaba al almirante repetía el mismo itinerario de manera regular: justo lo contrario a lo que prescriben las pautas básicas de seguridad.

Carrero, ¿el franquismo sin Franco?

Pero, ¿qué habría cambiado en la Historia de España sin la muerte de Carrero Blanco? ¿Se habría producido el advenimiento de Adolfo Suárez? «La creciente evolución de España hacia la democracia era ya imparable a comienzos de los años 70», señala Conchita Ybarra, catedrática de Historia Contemporánea de la UNED. Una vez en el trono, el Rey dejó claras sus intenciones de emprender ese camino. «Arias Navarro fracasó en su intento de imponer la intransigencia, como lo hubiera hecho Carrero», añade Ybarra.

«No debemos nada al terrorismo», señala con contundencia el periodista Miguel Ángel Aguilar, que escribía por entonces para la revista Cambio16. Aguilar ahonda en el sentir de que el fatal suceso no modificó en gran medida los acontecimientos venideros: «Muerto Franco, el almirante habría presentado su dimisión al Rey y el proceso habría seguido pautas análogas a las descritas conforme a las demandas sociales y a las reclamaciones de las fuerzas políticas».

¿Cómo sintió el suceso un ciudadano de a pie? Un acto tan dirigido contra una de las figuras más altas del Estado no era habitual en la acción de ETA. Isabel es una vecina del barrio. Ha vivido toda la vida en la misma calle en la que mataron a Carrero, apenas unos cien metros más adelante. Aquella mañana se encontraba en su casa con una prima, que se alojaba con ella unos días mientras hacían una pequeña reforma en su piso. «Todo era normal aquella mañana. De repente escuché algo que no había oído nunca, pero pensé que solo podía ser una bomba».

Aspecto de la calle Claudio Coello tras el atentado. Producción ABCD.
Aspecto de la calle Claudio Coello tras el atentado. Foto: ABC

«Salimos al balcón y vimos una columna de humo. No nos atrevimos a salir a la calle. No sé cuánto tiempo pasó, pero bastante, hasta que sonó el teléfono. Era mi hermano, me preguntó si estaba bien, y me dijo que habían atentado contra el presidente del Gobierno. Yo no sabía muy bien quién era él ni cómo pensaba, pero había escuchado decir que iba a estar ahí cuando el Caudillo no estuviese».

Varios análisis coinciden en que la presencia de Carrero sí habría variado el tiempo y el lugar en el que Adolfo Suárez hubiese dado el salto a la política de más alto nivel. «Quizás no hubiera ascendido de manera tan fulgurante, aunque sí otro político como Joaquín Garrigues, favorito de los americanos, u algún otro joven de la democracia cristiana. Carrero ya era sumamente impopular, tanto por la oposición al régimen como por los renovadores por ser “más franquista que Franco”», apunta Ybarra. Por otro lado, Aguilar sostiene que Suárez «hizo su carrera política en tiempos de Carrero. Veraneaban juntos en la urbanización de la Dehesa de Campoamor», de lo que se deduce una buena relación personal. «Su línea de horizonte era distinta, pero no eran antagónicos». No puede afirmarse por tanto que Suárez no hubiese llegado a tener el papel que tuvo, una vez que su ascenso vino impulsado en última instancia por el apoyo del Rey y de Torcuato Fernández Miranda.

Lo que parece claro es que el atentado supuso un cambio en la relación con ETA. «Aunque parte de la oposición a Franco pudo sentirse aliviada, no pudieron compartir la crueldad con la que se perpetró», señala Ybarra. «No me consta que hubiera reconocimiento ni legitimación explícita por parte de nadie», apunta Aguilar, pero efectivamente sí supuso un cambio de escala: «Que fueran capaces de asesinar al presidente del Gobierno en la forma en que lo hicieron les dio una consideración legendaria».

Pese a esa opinión, el periodista no cree que nos encontremos ante el magnicidio más importante de nuestra reciente Historia: «Si atendemos a las consecuencias, en manera alguna es el más importante. En cambio, el asesinato de José Calvo Sotelo fue uno de los fulminantes decisivos de la sublevación del 18 de julio de 1936 y de la guerra civil que siguió».

Un asesinato abierto a la conspiración

Mucho se ha escrito sobre la muerte de Carrero Blanco. Teorías de la conspiración incluidas. Pero la que más se ha extendido es la de una posible connivencia de Estados Unidos en el crimen. El argumento principal es que el atentado se produjo muy cerca de la Embajada de Estados Unidos y que era imposible que una preparación tan compleja, con excavación de túnel incluida, no hubiese sido detectada por los americanos.

Esa última tesis es rebatida por Anna Grau en su libro De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak. La ironía del título sirve para que Grau, que fue corresponsal de ABC en Nueva York, asegure que «si la CIA hubiese apoyado el asesinato de Carrero Blanco tendrían un problema de esquizofrenia».

Grau cuenta que durante su estancia en Estados Unidos pudo recopilar información que apunta que los norteamericanos «no consideraban a Carrero Blanco un obstáculo para la democracia. Lo que les preocupó del atentado es que pudiese ser una involución» por parte de los más afectos al régimen.

En 2013 se cumplirá el cuarenta aniversario del atentado. Una miniserie de televisión se adelanta ahora a repasar los acontecimientos. Mucho se escribirá entonces de este suceso, que sin dejar de ser fundamental, no parece que cambiase el discurrir de nuestra Historia.

La portada de ABC el día siguiente al asesinato de Carrero. Foto: ABC
La portada de ABC el día siguiente al asesinato de Carrero. Foto: ABC

 

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