Embajadores

Artesanía y lentejas

Un voluntario sirve las lentejas solidarias de La Tabacalera. Fotos: C. Sánchez

La nave central de La Tabacalera huele esta tarde a lentejas. Un microondas se encarga de poner a punto las raciones a un euro y medio que se anuncian por el megáfono. Las cañas «recolgonas» de los domingos suelen ver la noche en Lavapiés, y un plato caliente de merienda-cena asienta el ánimo. También se vocifera la cerveza Alhambra sin fuerza que ha donado la fábrica. De aquí saldrá la comida de Nochebuena para personas sin hogar que se celebra el 24.

Entre cucharada y cucharada, los visitantes recorren la sala fría, de techos altos, más acogedora gracias a la decoración. El mercado navideño organizado por Muestrarte ha reunido a varios artesanos que exponen sus artículos durante todo el día, mientras la música en vivo contribuye a hacer más cálido el ambiente. Hombres y mujeres de otra época bailan u observan desde las paredes.

Esta artesana vende plata y cajas pintadas y se encargó de las lentejas

La artesana de tremendo pelo rizado que vende pulseras y cajas de madera pintadas ha hecho las lentejas para el evento, en representación del Colectivo Cocina. Forma parte además del Dub Central, un taller de música donde fabrican sus propios bafles. «Hoy la cosa ha estado muy flojita», dice, sin quitar la vista de las no más de treinta personas que curiosean en los puestos. Hasta hace tres años, esta artesana podía ganarse la vida con la plata, de Almería a Valencia y de Valencia a Alicante. Ahora ha tenido que recuperar su puesto como camarera, «el segundo oficio de todos los artistas».

La antigua fábrica de tabacos de la calle de Embajadores ha saltado a la escena después de tres meses de silencio dedicados a un proceso de refundación. No es la primera vez que esto sucede, porque como dice Pato, encargado de la programación, «por aquí pasa mucha gente, así que hay que replantearse lo que se quiere cada poco tiempo».

Uno de los puestos de artesanía

Es una experiencia piloto, «estamos ultimando detalles», pero ya se ha decidido que el objetivo esencial de esta nueva etapa debe ser prestar ayuda a las personas con mayores necesidades económicas, como indigentes y parados de larga duración. Durante estos días, por ejemplo, La Tabacalera recoge juguetes para regalar a los niños que el día de Reyes acudan a la chocolatada.

Sobre una de las mesas, unos dinosaurios de papel de aluminio pelean entre ellos. No son nada comparados con el belén y el velociraptor de 750 metros de albal que José Gabriel, mexicano de 30 años y cazadora de cuero y flecos a lo Jim Morrison, ha hecho para la inauguración de una galería de Atocha. No ha vendido en toda la jornada, a pesar de que ha puesto unos precios «muy bajos» —entre cinco y quince euros— para poner su obra «al alcance de todos»; pero le basta con la experiencia, le apetecía probar. Gabriel hace grabados, pinta al óleo y en piedra y escribe poesía: es artista plástico y escritor de noche e informático de día, y le gusta Madrid porque hay mucha gente bohemia.

Elena, otra de las artesanas, come pipas para pasar el rato. Casi no se la ve escondida bajo los acrílicos fruto de sus clases de arteterapia. En este rincón los precios son «negociables», como casi todo en La Tabacalera.

Elena y sus acrílicos del taller de arteterapia

El centro todavía no está abierto al público a diario, a falta de la votación de los estatutos, cuando se retomarán los talleres, conciertos, exposiciones, la biblioteca y la cafetería…, con la misma intensidad que durante estos tres años.

Parte del nuevo proyecto son también los «talleres de iniciación» que enseñan la vida en el centro, un espacio de uso y disfrute públicos en el que las cosas se deciden entre todos y el trabajo es voluntario (desde atender la biblioteca hasta limpiar los servicios). Cualquiera puede asistir a un taller sin coste alguno o proponer una actividad.

La dirección general de Bellas Artes del ministerio de Cultura no tenía en 2007 los 30 millones de euros para el Centro Nacional de Artes Visuales que pretende construirse en el edificio —que ocupa toda una gran manzana y es un Bien de Interés Cultural—, por lo que cedió una parte (9.200 de 30.000 metros) a la asociación cultural SCCPP (Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa). Desde entonces es el Centro Social Autogestionado (CSA) La Tabacalera de Lavapiés, una joya en el centro de Madrid que ya no vende tabaco y tiene por delante al menos dos años.

Libros, discos, cuadros y otros artículos del mercado navideño, en la nave central de La Tabacalera

 

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