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40 años y 70 actores regalando ilusión

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La noche del 5 de enero de 1974 unos cuantos vecinos de Colmenar de Oreja iban a pasar a la historia del pueblo. Aunque entonces ellos no lo supieran. Mitad en broma mitad en serio, decidieron en el casino que se iban para casa, robaban las colchas de sus camas sin que sus respectivas mujeres se enteraran y, con los edredones sobre los hombros, volvían a la calle disfrazados de reyes magos. Aquellos fueron los primeros que tuvo el pueblo en un tiempo en el que todavía en mandaba Franco en España.

Casi 40 años después, aquellos jovenzuelos disfrazados son hoy abuelos. Sin embargo, cada 5 de enero los Reyes Magos vuelven a desfilar por Colmenar. Ya no van vestidos con las colchas de las camas, sino que ahora se pasean durante la cabalgata en sus fastuosas carrozas. Y no lo hacen solos, claro está. Van acompañados de su corte de pajes y de todo aquel vecino que decida guiarles, ya sea a pie, a caballo, montado en un tractor o tocando un instrumento.

«En 1974 yo tenía nueve años. Uno después, el teatro se llenó con los niños del pueblo porque la mañana del 6 del enero venían los Reyes Magos para sortear regalos», cuenta Manuel Martiañez, actual miembro organizador de la cabalgata. Entonces, no había obsequios para todos. Solo tres para los niños y otros tres para las niñas. Sin embargo, el pequeño Manuel tuvo suerte. Su número de entrada al teatro, de las más de mil que se vendieron, resultó premiada y él se fue tan feliz a casa con un parchís automático a seis colores.

¿Y el resto de niños? «Nos daban un paquete de galletas de Cuétara», dice Ángel Luis Haro, también perteneciente a la dirección de la cabalgata. La cercanía del pueblo con Villarejo de Salvanés hacía que los reyes magos fueran a Cuétara y entregaran regalos a los chiquillos que vivían en los pisos propiedad de la fábrica. A cambio, la empresa cargaba de galletas los zurrones de sus majestades para que luego estos los suministraran entre los niños de Colmenar.

Un niño, un regalo

En 2013, todos los chiquillos del pueblo reciben su regalo. El humilde parchís o la cartuchera de los vaqueros de los años setenta se han sustituido por la Nancy, los coches teledirigidos o la equipación de la selección española de fútbol. Eso sí, ahora no van 1.000 niños al teatro, sino menos de la mitad, unos 460. «Antes íbamos hasta los 14 años y ahora los últimos que pueden ir son los de 3º de Primaria, que tienen ocho años», aclara Francisco Javier Sancho, otro responsable de una cabalgata que, desde 1999, cuenta con unos estatutos propios.

Tanto Manuel como Ángel Luis y Francisco Javier están seguros de que al menos en toda la zona del sur de Madrid no hay ningún sitio donde a los niños los Reyes Magos les den un regalo en mano. Es por ello que muchas personas, que nacieron en Colmenar y ahora viven en otro lugar, traen la mañana del 6 de enero a sus hijos pequeños al teatro.

Allí, el Grupo Junior, formado por jóvenes del municipio, realiza un espectáculo tras el cual los niños hacen cola para subir al escenario. Unos escalones arriba, sus majestades esperan sentados en su trono. Están cansados porque antes de recibir a los chiquillos han visitado la residencia de ancianos, el convento de monjas y el centro de discapacitados con sus deliciosos roscones. Sin embargo, sonríen cuando los pequeños les cuentan lo buenos que han sido durante todo el año. La entrega del regalo viene después de una foto.

Un pueblo volcado

Un día antes, al caer el sol y aparecer la noche, a eso de las seis de la tarde, por las calles aledañas a la Plaza Mayor empieza a oírse el murmullo de la gente. Buena parte de los vecinos de Colmenar ocupan en ese momento los soportales para presenciar la representación del nacimiento del hijo de Dios. En ella participan más de 70 actores entre San José, la Virgen María, los Reyes Magos, los pajes, los romanos o el pueblo judío. Al acabar, sus majestades pronuncian un discurso desde el balcón del Ayuntamiento como paso previo a la cabalgata que recorre después todo el pueblo.

Ambos espectáculos se remontan a 1979, cuando los que cinco años antes se habían disfrazado de reyes, más otros vecinos que se fueron sumando, decidieron pedir consejo al entonces cura del pueblo, Ángel Montarroso, para que les guiara en la escenificación del nacimiento de Cristo. Al principio, los actores interpretaban a sus personajes a viva voz. Con el tiempo, José Antonio Lerín, también cura, decidió grabar todas esas voces.

los reyes Melchor, Gaspar y Baltasar
Los tres reyes magos en la Plaza Mayor durante la representación. Foto: Beatriz y Fernando Lozano.

Treinta años más tarde, cada 5 de enero en Colmenar se sigue escuchando el mismo sonido de aquella grabación. Es una de las pocas cosas que con el paso de los años no se ha modificado, aunque la actual directiva lo tiene como objetivo principal. Lo harán dentro de poco si el presupuesto lo permite. «Con la crisis, cada año es más difícil sacar esto adelante», dice Manuel, y en su tono no hay un sentimiento de queja: «La realidad es la que es».

Manejan un presupuesto de «entre 13.000 y 14.000 euros», gastados en su mayoría en regalos. No es este el único gasto. «Conseguimos 700 kilos de caramelos, acomodamos las carrozas, montamos el Belén y cada año hacemos algo nuevo: cañones de luz, las casetas de la representación, el traje de los reyes», afirma Francisco Javier. En 2013, con la crisis en auge, la cabalgata se ha autofinanciado. Lo ha hecho con la venta de lotería, la rifa de una cesta de Navidad y, sobre todo, la aportación del pueblo. «Sin la colaboración de los vecinos sería imposible», zanja Ángel Luis.

Anécdotas de un rey mago

En la Nochebuena de hace dos años, causas aún desconocidas provocaron un incendio en el portal de Belén que se propagó por algunos de los soportales de la Plaza Mayor e hizo que estos permaneciesen ennegrecidos durante aquellas Navidades. Es la anécdota más famosa en más de tres décadas de ilusión, ya que incluso Telemadrid informó del suceso.

Resulta curioso escuchar los recuerdos de quién tuvo el honor de ser rey mago, algo muy preciado Colmenar de Oreja. «Ya tenemos seis o siete candidatos para el año que viene», cuenta Manuel que, al igual que Ángel Luis y Francisco Javier, un 5 y 6 de enero fue llamado majestad. ¿Hace falta algún requisito? «Sí, ser padre», responde orgulloso. Para Francisco Javier, la emoción con la que los pequeños aguardan la llegada de los reyes es algo muy gratificante: «Sientes satisfacción al ver la cara que ponen».

Otros, en cambio, se ponen muy nerviosos. Tanto es así que alguno incluso se ha llegado a orinar encima del rey mientras ambos se hacían la foto con el regalo. ¿Alguna historia más? «En una ocasión, un niño le dijo a uno de los reyes: Tú eres mi padre», cuenta riéndose Manuel, quien desde hace 14 años no ve junto a sus hijos lo que ya es una tradición en Colmenar. La cabalgata.

 

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