Reporterismo

El cementerio de los niños no bautizados

Crucifijo Iglesia Oza dos Ríos. Fotos: Loreto Sánchez Seoane
Crucifijo Iglesia Oza dos Ríos. Fotos: Loreto Sánchez Seoane

Una oscura leyenda pesa sobre la parroquia de San Pedro de Oza, en la aldea coruñesa de Oza dos Ríos. Los habitantes llevan años escuchándola: ha pasado de padres a hijos desde finales del siglo XIX.

Eran días en los que la Iglesia  se caracterizaba por su hermetismo y su rígida doctrina, hasta el punto de que los niños que nacían muertos o los recién nacidos que no vivían el tiempo suficiente para poder ser bautizados eran excluidos de la comunidad católica. A las familias de estos recién nacidos se les negaba la posibilidad de enterrarlos en camposanto,  como si sobre ellos hubiese caído una gran vergüenza. En San Pedro de Oza estos pequeños cuerpos, hijos, nietos o sobrinos de los ozenses, eran trasladados a una pequeña parcela en la zona de la Carreira. Para proteger sus almas en pecado, los aldeanos colocaban una cruz de madera, una costumbre que acabó por dar al lugar el nombre que todavía hoy mantiene: La Cruz de la Carreira.

San Pedro de Oza.  Fotos: LSS
San Pedro de Oza

Cuenta la leyenda que fue un perro el que obligó a la parroquia a rectificar: un día, el can desenterró uno de los diminutos cuerpos, para consternación entre los habitantes de Oza dos Ríos. A partir de entonces se permitió a las apenadas familias enterrar a sus niños no bautizados en las laderas de la iglesia o en la parte posterior, siempre y cuando no se hiciese en camposanto y fuese durante la noche. De esta forma, los inocentes niños pasaron a compartir terreno con prostitutas y suicidas: para dar ejemplo a la sociedad, jamás se enterraban en suelo sagrado.

«¡Hombre! Pues claro que es verdad. El hermano de mi marido nació muerto, hace como 75 años, y lo enterraron ahí», explica una de las aldeanas de Carraceda, perteneciente a Oza dos Ríos. «Esta historia me la contaron mis abuelos. Había una cruz de madera, no un cruceiro (una cruz de piedra). También hay otro lugar del que decían lo mismo en una aldea de por ahí», corrobora otra vecina, mientras señala algún punto detrás de las montañas.

Salida cementerio Iglesia Oza dos Ríos. Fotos: LSS
Salida cementerio Iglesia Oza dos Ríos. Fotos: LSS

Juan Carlos es el sacerdote que esta al frente de la iglesia. Tiene 36 años y lleva seis años encargándose de una zona compuesta por 12 parroquias, lo que convierte a sus domingos en un día bastante ajetreado. Además de preparar las misas y cuidar las instalaciones, Juan Carlos toca la guitarra eléctrica en la orquesta del pueblo, París de Oza, y es un apasionado de la música rock.  Se le conoce entre la gente del pueblo, hasta por los más mayores, como «el cura rockero». No es raro encontrárselo a altas horas de la madrugada tomándose alguna que otra copa con los parroquianos.

El cura no conoce la oscura historia de La Cruz de la Carreira, pero admite que los cuerpos de los niños sin bautizar, prostitutas y suicidas compartían exilio fuera del camposanto. Sin embargo, las cosas han cambiado: Juan Carlos acepta que se les entierre sin problema dentro del cementerio de la Iglesia. «Ahora cualquiera puede bautizar a un niño que se encuentre a las puertas de la muerte, no hace falta que seas párroco, por lo que hay pocos casos», explica. La parroquia no mantiene un registro de todos los niños nacidos en Oza dos Ríos, solo las partidas de bautismo, por lo que es imposible saber el número de cuerpos de niños que se enterraron bajo en la zona.

Cruz de la Carreira. Fotos: LSS
La cruz de la Carreira

En los últimos cien años, La Carreira ha cambiado notablemente. Los caminos de piedra han pasado a ser carreteras asfaltadas, y gran parte de la antigua zona yace sepultada bajo el cemento: hoy es un cruce de caminos. Aún así, es raro el aldeano que al pasar con el coche por esta intersección no cierre los ojos durante al menos un par de segundos.

La leyenda continua. La Santa Compaña, el nombre que la mitología gallega reserva a las almas de los muertos que desfilan en procesión, está formada para los ozenses por las ánimas de los niños enterrados en este lugar. Cuentan que en el cruce de la Carreira, donde esta situada La Cruz, las almas se aparecen a quien pronto dejará este mundo terrenal. En ese preciso momento se produce un silencio sepulcral (nunca mejor dicho), los perros aúllan y los animales se esconden. Solo se oye el tintineo de campanilla y los rezos de un rosario anunciando su llegada. Por eso, se debe cerrar los ojos, para no verlos y «poder pasar inadvertido».

2 comentarios en «El cementerio de los niños no bautizados»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *