Reporterismo

Javier Álvarez: canciones de andar por casa

Javier Álvarez afinando
Javier Álvarez presentó una colección de nuevas canciones en acústico (Fotos: V. R. de Almirón)

Esperar a un Premio Ondas, Premio de la Música y antaño número uno de Los 40 Principales en el vestíbulo del metro de Canillas es algo extraño. Aunque no tanto si lo comparamos con el hecho de esperarlo porque va a dar un concierto en el salón de casa y ante siete personas.

Contactamos con él a través de su página web. Tras cuatro correos electrónicos y dos llamadas, quedamos un domingo. Debe de ser así porque cada viernes actúa en el barcelonés Café-Teatro Llantiol con su proyecto paralelo, «Las Maris», un espectáculo musicoteatral junto a la artista zaragozana Nieves Arilla. La cita está cerrada y el lugar donde será el concierto, elegido.

Madrileño del 69, «con perdón», aparece abrigado con un abultado plumífero azul, vaqueros y la guitarra en la mano. Nos presentamos y salimos a la calle. «¿Un cigarrito?», pregunta nada más salir. Obviando algunas canas, tiene un aspecto muy parecido al que tenía a mediados de los 90, cuando, con 25 años, su primer disco homónimo se convirtió en un fenómeno que marcó la adolescencia de muchos españoles (sobre todo del sexo femenino). «Llegué a tener que salir corriendo de la puerta de un instituto», afirma al recordar aquellos tiempos en los que le recomendaban que no se moviera en transporte público para evitar a las fans. Otro ingrediente, por cierto, que hace interesante el haberle esperado en el metro casi veinte años después.

Un disco en la memoria

Que un músico de esta trayectoria ofrezca conciertos con este peculiar formato en petit comité tiene una explicación: un disco, A, que físicamente no existe. Un disco, por tanto, que solo podrán escuchar quienes asistan a uno de estos directos porque nunca será grabado. Un disco con dos partes y el requisito esencial para que suene: el crepúsculo. Es en ese momento, sin luz artificial, al lado de una ventana y con el sol diciendo hasta mañana cuando la música empieza a fluir. Eso es A, canciones que se desmayan con el día y por las que Javier no cobra. «Es un disco antidinero», explica.

El concierto es tan privado y hogareño que a cada pausa se puede escuchar la respiración de los presentes, o cómo el cantautor desliza las hojas donde están escritas las letras de las canciones. Dan ganas de ponerse el chándal, las zapatillas y prepararse un Cola Cao. Aunque en nuestro caso, apoyando la tradicional merienda-cena, reinó la cerveza, el fuet, las patatas fritas y las galletas saladas.

Reunión con Javier Álvarez
La merienda y la tertulia son dos de las cosas más características de estos encuentros (Foto: V. R. de Almirón)

Comienza la audición. El pudor evita que aplaudamos entre canción y canción. Javier lo agradece: «¡Sois los primeros que escuchan el disco entero sin aplaudir!». Y añade: «Esto es como escuchar un EP, no se aplaude tras cada tema». Los acordes acompañan a un cielo donde el sol va siendo vencido por una luna en cuarto creciente que nos salva del negro más absoluto. La última canción, «el bonus-track», llega prácticamente de noche. Entonces sí nos atrevemos a aplaudir.

Una tenue luz artificial pasa a iluminar la buhardilla. «¿Qué os ha parecido?», nos pregunta. Estamos encantados y se lo hacemos saber. Tenemos en la memoria algo que no existirá de otra forma. Un disco que solo da una oportunidad.

Después, picoteo y canciones míticas de Javier como «La edad del porvenir», «Padre», «Sunset Boulevard»… Charlamos con él sobre música, política, los años de universidad, la crisis y el futuro. «Ahora estoy aguantando con ayuda de gente que me quiere; no pienso buscar trabajo en otra cosa que no sea la música», afirma cuando explica que actualmente no puede vivir de ello.

Y así, en el improvisado saloncito de una buhardilla del noreste de Madrid, termina una tarde especial donde la música ha caminado a ras de suelo.

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