Alcalá de Henares

Baldomero Perdigón, el eterno fotógrafo del detalle

Baldomero Perdigón mira la que fue su primera cámara fotográfica. Fotos: Belén García
Baldomero Perdigón mira la que fue su primera cámara fotográfica. Fotos: Belén García

Es muy fácil encontrarse a Baldomero Perdigón Puebla deambulando por las calles de Alcalá de Henares, cámara en mano, en busca de ese detalle objetivo, de una instantánea cargada de esencia. Es su pasión desde que, hace más de cincuenta años, sus padres le regalasen  su primera máquina de fotos. «Costó 500 pesetas, un dineral en aquel momento». Era un chaval que entonces comenzaba el Servicio Militar.

Empezó haciendo fotos a su grupo de amigos hasta que un buen día se decidió a captar la esencia de su ciudad. Eran finales de los años 50, la industria emergía con fuerza en la economía local y las casas bajas cedían espacio a edificios cada vez más altos. Recuerda que un amigo le dijo en una ocasión: «Baldo, como no te des prisa en hacer fotos, dentro de unos años nadie va a conocer Alcalá». Su gran vocación es retratar la esencia de las calles, ir al detalle, a lo cotidiano. «Es demasiado fácil fotografiar la Plaza Cervantes o la Catedral Magistral… porque siempre van a estar ahí. Por eso mi afán de ir un poquito más allá».

Libros y postales de Baldomero Perdigón. Foto:B.G.
Libros y postales de Baldomero Perdigón. Foto:B.G.

Fue así como comenzó a gestarse «Alcalá Blanco y Negro», su primer libro. Una suerte de álbum que recoge en «casi 100 páginas» una década de historia a través de las costumbres de la gente que paseó por sus calles, jugó en sus parques o se bañó en el río Henares. Fue una gran preocupación para él porque tuvo que pedir un préstamo al banco de 3.900.000 pesetas. «Todo salió bien, lo sacamos en noviembre y en enero ya se había agotado la primera edición». Tenía tanto material que sería posible un segundo libro.

Más tarde, Baldo —así le conocen pequeños y mayores en la ciudad complutense— comenzó a retratar el sentir de las cofradías que desfilaban en las procesiones de Semana Santa. Rechazó, una vez más, que su objetivo captase únicamente las imágenes religiosas. Sus instantáneas estaban dedicadas a los cofrades. Se centró, sobre todo, en ese beso que se da a una novia antes de meterse bajo el paso o en cómo apuran un cigarrillo en los segundos previos a la procesión. De este trabajo surge «Siglos de Pasión», un libro elaborado junto a su hijo, Baldomero Perdigón. Mientras ojea sus páginas evoca la Procesión del Silencio: «Es increíble. Es un silencio ensordecedor que sólo se rompe con el sonido desgarrador de las cadenas por la calle».

Pero Baldo no sólo ha publicado libros. Más de 70 fotografías integran siete colecciones de postales. Entre ellas, destaca la dedicada a su amigo Ramón González Navarro, con quien colaboró en el libro «Universidad de Alcalá. Esculturas de la fachada». Fiel a su estilo, cada primer plano está pensado para dar vida a las figuras que componen la fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso, también conocida como Universidad Cisneriana. Para captar hasta el más mínimo detalle, Barto desafió las alturas y se encaramó en una grúa. Estaban restaurando el patio interior de Santo Tomás de Villanueva. «Aquello se movía como una barca. Recuerdo que para mantener el equilibrio me agarré a la pared y me quedé con una especie de rosetón en la mano».

Don Quijote y Sancho Panza frente a la Casa Natal de Cervantes. Foto:Baldo
Don Quijote y Sancho Panza frente a la Casa Natal de Cervantes. Foto:Baldo

Ni siquiera las nuevas tecnologías han logrado detener a Barto. El salto de lo analógico a lo digital significó una nueva etapa dominada por el color. Este cambio vino acompañado de la irrupción de internet. Baldo tampoco se quedó atrás y puso en marcha un blog. «Es que ya no sé que hacer. El blog me obliga a estar activo, a tener que inventar algo todos los días». Cada mañana sale temprano a la calles y no lo hace por si pasa algo. Lo hace para encontrarse con un personaje o una luz que no hubiese visto antes. Así, un día se encontró con el rojo y disparó contra objetos, contra cosas que pasan y se hacen en la calle. Después, le dio por el amarillo. Aún es temprano para que desvele cuál será el siguiente color que rescate de la paleta.

Recuerdos en blanco y negro

Si algo se puede decir de Baldo sin temor a equivocarse es que es un nostálgico. «De alguna manera, lo digital ha prostituido la fotografía», se lamenta. La dificultad de la instantánea en blanco y negro es conseguir darle vida a un paisaje o un retrato con tan solo dos tonalidades, según su máximo defensor. “Solo tienes dos colores con los que jugar”, confiesa Baldo.

Pero lo que de verdad emociona a este alcalaíno es la magia del revelado. Recuerda con ternura aquella primera vez que impresionó en papel. «Cuando la eché al revelador y en aquel papel blanco comencé a ver cómo se dibujaba la fotografía…me pareció magia. ¡Fue muy emocionante para mí!»

Su especialidad son los retratos. Un trabajo en el que se emplea a fondo. Trata de documentarse sobre la persona, conocer todo sobre ella y luego sorprenderla para «sacar al personaje lo que lleva dentro de forma natural y espontánea, sin posados». Su trabajo consiste, ni más ni menos, que en sacarle el alma que tiene la persona sin que se de cuenta.

Para quien ha vivido toda la vida callejeando por la ciudad complutense resulta muy sencillo destacar una instantánea. Sería la de la Calle Colegios: «desde el Convento de las Carmelitas hacia la Plaza de Cervantes viendo al fondo la torre de la Catedral Magistral, del Colegio de Málaga…. Es una calle fantástica». Más complicado es, en cambio, quedarse con una estampa capaz de condensar la esencia de la ciudad. Tentado a ello, Baldo propone una fotografía del Cardenal Cisneros: “Hizo más por Alcalá de Henares que Cervantes. Se trajo aquí la universidad. Tiene más mérito este señor. No tengo nada en contra de Don Miguel”, dice aludiendo a Miguel de Cervantes mientras sonríe.

Vitrina del gran pregonero de Alcalá de Henares. Foto: B.G.
Vitrina del gran pregonero de Alcalá de Henares. Foto: B.G.

Baldomero Perdigón no es sólo un fotógrafo. Es una persona muy querida por los alcalaínos. Prueba de ello son las placas que reconocen su labor de pregonero en diferentes fiestas y eventos culturales de Alcalá de Henares. «A veces la gente se acuerda de Baldomero y me invita a estas cosas». Tiene el honor de haberse encargado del pregón en las Navidades de 2004 por decisión de la Asociación Complutense de Belenistas y de las fiestas patronales en honor a la Virgen del Val en 2008 y en honor a la Santos Niños en 2011. Además, en la Cabalgata de Reyes de este pasado año revivió su experiencia como rey mago. «La primera vez fuí Baltasar y casi me reconoce mi hijo. Le dijo a mi mujer que el rey negro se parecía mucho a papá». En esta ocasión se metió en la piel de Gaspar.

No se concibe la realidad de Alcalá de Henares sin la cámara de Baldomero Perdigón que carrete a carrete, postal a postal, ha firmado con fotografías  la historia de la ciudad.

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