Guadalajara

Poder «andar» a caballo

La gente suele odiar los lunes. Pero a Virginia le encantan porque es el día en el que se reúne con su amiga Honda y salen juntas a pasear. No hablan durante el camino, pero todos notan a su alrededor que se lo pasan en grande. La mayoría de las veces es Virginia quien le dice a Honda por dónde deben ir, aunque hay ocasiones en que le regaña porque Honda quiere comer algo, pero no es el momento. Estas dos amigas podrían ser como tantas otras que pasean por los parques, pero no lo son porque Virginia es una chica y Honda un caballo.

Virginia es una joven de 29 años que sufre parálisis cerebral. Es alegre y activa, a pesar de que su movilidad es bastante reducida. Sus ojos son muy expresivos y se abren como platos cuando ven a Honda. La relación las dos amigas es la hipoterapia. Es un tratamiento de rehabilitación que aprovecha los movimientos equinos para estimular los músculos y las articulaciones, a la vez que los tonifica. «Las personas que se pueden beneficiar de esta actividad son los discapacitados psíquicos, los enfermos neurológicos o los que padecen enfermedades del aparato locomotor, además de los autistas o víctimas de malos tratos», explica Mélanie Aragón, monitora del centro y técnico especializado en hipoterapia.

De la silla al caballo

Gabriel, su padre, siempre va a su lado, «más bien para que me note, pero yo apenas la sujeto», dice con humildad. Aunque Virginia no puede hablar, ambos se comprenden y ríen durante las clases. Su compenetración se puede palpar. Él carga el peso de su hija en sus brazos, coloca un altillo a los pies de Honda y la sube al caballo. Virginia refunfuña para que su padre entienda que no está bien colocada, pero recupera su sonrisa en cuanto se siente cómoda.

La clase es sencilla: unas vueltas de reconocimiento a modo de saludo. Después unos sencillos ejercicios para potenciar la musculatura y la coordinación. «¡Las dos manos arriba!», le indica Mélanie a Virginia, que sigue los pasos a pies juntillas. Superadas estas dos etapas, se pasa a la pista y se realizan algunos ejercicios fáciles de doma, como sortear una hilera de conos en zig-zag.  «Virginia sabe llevar las riendas de Honda», asegura su otro monitor, Pedro de la Llave.

Caballos profesionales

Al igual que esta terapia no está recomendada para todo tipo de pacientes —en el centro hípico Los Buenos Aires piden un examen médico antes de aceptar a uno nuevo—, también los caballos necesitan unos requisitos especiales. «Tiene que ser un animal tranquilo, que esté muy probado en clases. Suelen ser mayores. Como decimos en el argot, “a prueba de bombas”», explica Pedro.

Virginia da clase en el centro hípico Los Buenos Aires, fundado por el padre de Mélanie, Armando Aragón, hace siete años. Está situado a unos 15 kilómetros de Guadalajara, en un desvío de la antigua «carretera de la patata» —nombre popular de la vía—. La idea de introducir el tratamiento de hipoterapia viene de las raíces argentinas y francesas de la familia Aragón, grandes amantes de los caballos.

El cambio en Virginia

«Su caso es impactante, porque llega en silla de ruedas y al poco tiempo está llevando las riendas del caballo», cuenta Mélanie refiriéndose de nuevo a Virginia. Según Gabriel, su padre, los efectos del tratamiento se han notado más en el último año y medio en el que sus encuentros con Honda han sido más continuos: «Sobre todo se nota en el manejo del caballo, y me imagino que ella pensaba que sería imposible llegar a eso», supone Gabriel.

Recuerda la primera vez que salieron a pasear por el campo. «Estaba lleno de margaritas, para ella fue algo alucinante». Virginia ríe a su lado rememorando aquél día y él la mira con orgullo: «Tú imagínate, para ella, que está todo el rato en la silla, supongo que ir a caballo es como si pudiese andar».

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