Reporterismo

El rancho murciano

Alfonso con una col gigante
Alfonso, con una col gigante. Foto: La huerta de los zagales

Botas de cowboy, camisa a cuadros y chupa de cuero negra. Es la viva imagen de Axel Rose (el cantante del grupo Guns N’Roses en sus años dorados). Viéndole es difícil imaginar que se remanga para abonar con estiércol 1.000 hectáreas de regadío.

Alfonso y Jaime son amigos desde el colegio. Jaime estudia grafología y Alfonso se marchó a Boston a estudiar «para romper con la rutina». Observaba cómo sus compañeros eran tremendamente emprendedores, que terminaban la carrera y se dedicaban… a llevar el rancho familiar.

Al principio le sorprendió. Pero poco a poco en Alfonso fue fraguando la idea. Un día recordó la casita que su abuelo tenía en La Junquera, a 100 kilómetros de Murcia capital, rodeada de mil hectáreas sin uso. Un mes y medio después, arrastró a su amigo y decidieron hacer resurgir de sus cenizas esta huerta.

Al entrar se dieron de bruces con la realidad. Una casa medio derruida, sin luz ni agua y con excrementos y animales muertos les dio la bienvenida.

La casa antes de la reforma Foto: Jaime B.
La casa antes de la reforma Foto: Jaime B.

Unos «zagales» ecológicos

Los primeros días dormían en un saco de dormir a 13 grados bajo cero. «Yo metía a mi perro en el saco, hacía un frío de morirse, y pensaba ‘¡Pero si esto es Murcia!’», comenta Jaime riéndose. Pero consiguieron hacerse cn un tractor, arreglaron la casa y prepararon el terreno.

Paseando por los alrededores descubrieron un afluente del Segura, el Quípar, que pasaba por La Junquera. En ese instante supieron que la suerte estaba de su parte. Agua, casa y tierra gratis. «Solo hacía falta una buena idea y ganas de empezar», dice Jaime. Tras meses de búsqueda, consiguieron financiación privada.

La casa después de la reforma Foto: Jaime B
La casa después de la reforma Foto: Jaime B

Durante tres meses de verano murciano consiguieron poner en marcha la explotación agrícola con sus propias manos. Hoy facturan lo suficiente como para seguir invirtiendo en mejoras para el próximo verano. Se han hecho con una furgoneta para vender los productos y expandir su idea. «Cuidamos con tanto mimo la producción que hacer gazpacho con nuestros tomates nos parece un crimen», comenta divertido Jaime.

En el huerto de estos «zagales», como les llaman los vecinos, no madura ningún producto artificial. Según Alfonso: «los tomates son tan dulces que se comen solos». Defienden la agricultura ecológica, cuidar la naturaleza y el producto de calidad. «Nuestra idea es acercar el producto ecológico a todo los ciudadanos. Por eso lo dejamos a un precio asequible».

Con este proyecto Jaime ha aprendido a valorar la tranquilidad del campo. «Vienes curado de allí», dice mientras sus uñas le delantan. Dice que disfruta con lo que hace y que cree en su idea. «Tal y como está el mundo, queríamos crear una empresa que contribuya a mejorar la sociedad, que rompa con los esquemas y que acerque al hombre a la naturaleza». Lo dice convencido.

Vivir sin luz

Alfonso es hoy uno más de La Junquera. «Está revalorizando la zona», comentan los lugareños con cariño. Este joven vive con velas y aprovecha la luz natural. Se calienta con una estufa de cáscara de almendro y hasta hace dos días usaban una fuente próxima a la casa. «Queríamos vivir el contacto con la naturaleza de verdad», explica Jaime.

El toque de modernidad lo da el contacto con los clientes a través de internet. Facebook les permite poner al día a sus seguidores de los avances de su hazaña, ya que quieren modernizar el sector agrícola.

Estos jóvenes se niegan a sucumbir a la crisis y proponen romperla con innovación. Por eso ya negocian con restaurantes y buscan un local para el próximo verano. Su filosofía está clara: «o te mueves o caducas».

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