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HUB Madrid, un estímulo para mentes inquietas

Vista del HUB Madrid desde su cocina. Fotos: Cristina Sánchez

En la pizarra que cuelga a la entrada del HUB Madrid está escrito que esta noche hay cena. El antiguo garaje de reparación de vehículos situado a la espalda de Caixa Forum (calle del Gobernador, 26) se transforma hoy en un restaurante para acoger una cena con la que el comensal da de comer a otros. Las Micro(me)cenas, un evento próximo al crowdfunding o micromecenazgo, arrancan este mes.

El asistente pagará 10 euros por una comida ligera y algo de beber y por conocer tres proyectos sociales de jóvenes emprendedores. Al término de la presentación votará por la idea que más le haya atraído, y el ganador se quedará con el dinero recaudado para invertirlo en su atrevida apuesta.

En el HUB Madrid (en inglés, «meollo», «núcleo»), un espacio de lo que ahora se conoce como coworking (trabajo en colaboración), unos 300 jóvenes emprendedores se dedican a proyectos tan dispares como Crece, una plataforma que conecta a empresas con estudiantes; Futboling, un futbolín 2.0, para jugar por internet; Transportemos, destinado al transporte logístico compartido en empresas; Pinterest, una red social para emprendedores, u 8Belts, un método para aprender chino por internet en seis meses.

Las mesas favorecen el contacto entre los emprendedores

De aquí salieron marcas hoy tan asentadas como Idealista (anuncios de alquiler y venta de viviendas) o la edición española de Blablacar (viajes en coche compartido). Otro miembro «de honor» del HUB Madrid es Pedro Tomás Delgado, emprendedor centrado en la biotecnología cuya empresa, Aquaphytex (pionera en la depuración de agua por medio de plantas), ha sido la única de Europa elegida para el «Unreasonable at sea», organizado por la Universidad de Stanford (California) y el Instituto de Iniciativas no Razonables (Unreasonable Institute, Colorado). Este joven extremeño de 27 años se embarcó el 7 de enero en un viaje de cien días que le llevará a recorrer el mundo acompañado de otros emprendedores (como la vicepresidenta de Google o el fundador de WordPress) y junto a científicos y mentores que los ayudarán a acelerar e implantar sus modelos de negocio en otros países.

En un paso previo se sitúa el HUB, constituido como sociedad limitada, que impulsa a profesionales independientes y pymes que tengan propuestas innovadoras, por encima de todo, produzcan un bien social y sean sostenibles.

El primer HUB se creó en Londres en 2005. El de Madrid, que el próximo 11 de marzo está de aniversario, funciona desde 2010. Por el momento es el único en España, aunque Barcelona, Donosti y Tenerife son candidatas para tener el suyo propio.

Para montar una «sucursal» y ostentar la marca HUB es indispensable superar las fases de Candidatura e Iniciativa. «Es algo parecido a las franquicias, un modelo fácilmente replicable, pero más colaborativo», dice Andrea Sánchez, encargada de Comunicación de HUB Madrid. Hay una matriz que comparte conocimientos y herramientas con todos los HUB y que establece los requisitos.

El de la capital fue fundado por ochos jóvenes de seis nacionalidades que estudiaban en el Instituto de Empresa (IE). Tras reunirse con distintos emprendedores se hicieron con el local, que debía adecuarse al «modelo HUB»: un espacio amplio y diáfano, con fuentes de luz natural… El proceso duró desde finales de 2007 hasta el año 2010.

Pizarra con la programación; al fondo, la cocina

Los empleados del HUB Madrid trabajan como dinamizadores y conectores: conocen todos los proyectos e intentan que la programación sea afín a las necesidades de los miembros. Entre otras actividades, en Madrid están los Bussines Express (cinco proyectos que se presentan en público), el Mercado de la Buena Vida (venta de productos artesanos y ecológicos) o el taller de formación Business Clinic (donde abogados explican la ley de emprendedores).

En alguna ocasión la plantilla tiene también que desempeñar el papel de host («anfitrión»), aunque la mayoría de las veces es tarea de los colaboradores, que a cambio utilizan el HUB gratis. Hoy le ha tocado a María. Sentada junto a varias plantas y un cartel que no deja lugar a dudas («Pregúntame, soy la host del día»), deberá dar información a quien la solicite, atender las demandas de los compañeros y vigilar que no se acabe el papel higiénico, entre otras cosas.

Desde 20 a 150 euros al mes, los socios pagan una «membresía», que depende del número de horas de uso del espacio. El precio incluye, aparte de un lugar de trabajo con conexión a internet, el acceso a salas de reuniones, de descanso, para talleres y para llamar por teléfono, la cocina y la biblioteca. Los miembros también reciben información sobre becas y ayudas para emprendedores, pueden disfrutar de todos los eventos que se lleven a cabo en el HUB, tienen la posibilidad de presentar su proyecto en público y utilizan la red social Hub Net.

Esta comunidad internacional con más de 4.000 miembros está en permanente contacto: físico (en sus 37 sedes de los cinco continentes, que los socios pueden recorrer cuando viajan), y virtual, el llamado networking (a través de su red social). HUB atrae además a otras empresas, instituciones y medios de comunicación que se interesan por el trabajo de estos jóvenes inquietos.

«Rodearte de optimismo en muy importante»

Saúl Loriente, madrileño de 31 años, cocina y hace campañas de publicidad

Saúl Loriente, madrileño de 31 años que estudió Lingüística y se especializó en la creatividad publicitaria, pasa las mañanas en el restaurante centenario de su familia, Lago de Sanabria, donde prepara ahumados y ha inaugurado un servicio de recogida no solo de sus platos emblemáticos sino también de productos gourmet.

A pesar de tener un restaurante, Saúl come de lunes a viernes en el HUB porque se encuentra «muy a gusto». Sus tardes aquí le han servido para fundar Cuello de Jirafa («adaptación al medio»), una agencia de publicidad para pequeñas y medianas empresas cuyo objetivo es que estas «puedan ser competitivas –explica–, mediante un marketing no convencional».

Este emprendedor cree en la filosofía de los HUB y siente que realmente en ellos hay un compromiso «para que el mundo sea un poco mejor». «Hablando con otros, además de compartir tus conocimientos, creces. En un momento tan delicado como el que vivimos, rodearte de optimismo es muy importante: ver que se pueden hacer cosas, y que salen adelante».

No trabajar en la «típica oficina» es para Saúl otro punto a favor del HUB. «Es un espacio que inspira, donde conoces gente de todo el mundo que mola mucho». Piensa que las ayudas a emprendedores no son suficientes. «Yo siempre estoy pendiente y nunca veo nada. La última ayuda que ha salido, además, es para personas menores de 30 años…».

España está falta de espíritu de riesgo, según Saúl, que pone el ejemplo de Estados Unidos, donde los niños instalan puestos de limonada a la salida del colegio. «Ellos tienen otra mentalidad, otra cultura, no tienen miedo al fracaso», dice este creativo, que reconoce que en nuestro país no se valora a los emprendedores. «En Estados Unidos, si en una entrevista de trabajo cuentas que te ha ido bien en todo, no se fían: prefieren a la gente que ha tenido que cerrar un negocio. Si no te equivocas, no aprendes», sentencia.

«Solo las empresas de bajo coste ambiental sobrevivirán»

Nicola Cerantola, veneciano de 30 años, ayuda a hacer diseños sostenibles

Nicola Cerantola, veneciano de 30 años que vive «muy de estudiante», está sentado en la parte de arriba del HUB. Ha notado que la productividad sube mucho cuando trabaja aquí. Él intenta cambiar de mesa todo lo que puede.

«Todo te inspira. Aunque haya personas que trabajan en cosas muy distintas, te estimulan. Además, si trabajas en tu casa no puedes contarle a nadie tus problemas; en cambio aquí la gente te entiende».

Nicola es ingeniero industrial y se dedica al diseño sostenible o «próspero», como a él le gusta llamarlo, aunque lo que hace es ayudar a los diseñadores para que sean más ecológicos, algo así como una consultoría. Este joven emprendedor explica que además del material o el objeto en sí, es importante valorar por qué la gente lo compra: «Cuando hablo por Skype, no me importa el aparato, solo poder hablar con mi familia. La gente no está dispuesta a gastar dinero, quieren cosas que le aporten sentido a sus vidas: al final todo se reduce a las emociones», observa.

Nicola confía en que habrá un cambio de paradigma en cuanto a la obsolescencia de los productos. «Llegará un momento en que ya no se compre una caldera, por ejemplo, sino que se contratarán 22 grados de temperatura». También le resulta caduco el modelo de educación de la universidad pública, que en su opinión lleva mucho retraso respecto a los centros privados, como en el que él imparte clases, el Instituto Europeo de Diseño. «Ya no te titulas y encuentras trabajo, como antes: tenemos que adaptarnos». Nuevos métodos como el learning by doing («aprender haciendo») son para él una formación necesaria para que los negocios del futuro puedan sobrevivir con un bajo coste.

«Este sistema ha llegado llegado a su límite», pronostica este italiano. Nicola entiende que los políticos deberían replantearse una economía tan dependiente de la energía y de los materiales y que produce tantos residuos. «Desde hace años las empresas viven del derroche, de la ineficiencia. Pero afortunadamente la crisis está despertando las conciencias».

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