Congreso Periodismo Digital 2013

Noche de reporterismo salvaje

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El director del Máster Alfonso Armada fue el que mejor lo resumió: una noche de reporterismo salvaje. Y eso que no estuvo. Aunque pensándolo bien igual podría valer el adjetivo que hizo famoso entre los masterópodos al periodista decano de ABC, Luis Miguel Santiago Castelo: terrible. Salvaje o terrible, lo mismo da uno que otro, el caso fue que los jóvenes aprendices de juntaletras sudaron la camiseta en la fría noche oscense.

Ya los había alentado la superjefa Elena Jorreto la noche anterior, «he traído a Huesca una toalla, pero no es para tirarla. Es para secarse el sudor». Ni en «Un domingo cualquiera» se había escuchado un argumento así de contundente. Y de emotivo. Estaba claro, pues, que tras ese alegato los masterópodos se iban a dejar el alma en la cobertura del Congreso de Periodismo Digital. Al fin y al cabo, habían venido a Huesca para eso. Aunque ya que estaban allí… a algunos el cuerpo por la noche les pedía comisaría. Vamos, muchas ganas de «montar una gorda».

La cena era fundamental. Había que alimentarse bien para luego rendir con garantías. Algunos ni esperaron a que los camareros apareciesen con la bandeja. Trocito a trocito, acabaron con el pan. Otros discutían sobre a quién se parece la jefa de Prensa del Congreso, Marta Azanza, sentada varias mesas más allá: «Es igual que Karina, la de Cuéntame», sentenció uno de ellos. Era clavada.

Llegó Luis Prados, subdirector del Máster. LP, como muchos le llaman, tiene una memoria prodigiosa en dos temas: partidos de fútbol del Real Madrid y promociones de masterópodos. Se podría escribir un libro con sus anécdotas, de una precisión terrible. O más bien una enciclopedia. «El primer partido que se jugó en el Bernabéu después de la muerte de Franco fue un Madrid-Zaragoza», dice. Es la única sobre fútbol. El resto son sobre la que lió la generación del Máster 2001 con una barra libre acaecida en el mismo hotel donde se celebra la cena, o acerca de lo bien que le va a un chico de la promoción del 2004. «Se sentó en esa silla», dice señalando a uno de «los niños», como llama cariñosamente a los alumnos del Máster. Ahora tiene un buen puesto en una importante publicación.

Justo cuando los camareros salen de la cocina con el primer plato, igual que si fueran soldados desfilando el 12 de octubre por el Paseo de la Castellana de Madrid, Víctor Ruiz de Almirón propone un brindis. Es un amante del consenso. De hacer piña. Y cita a Tierno Galván, mientras levanta una copa de vino tinto: «El que no esté colocao que se coloque». Para empezar  hay risotto. El primero que lo prueba da el visto bueno, «está cojonudo». Supera con creces al catering de la mañana. Se come rápido. Como se bebe. Bueno, esto último es aún más rápido, sobre todo si es vino.

Enseguida llega el segundo. «Salmón con salsa de cítricos», informa el camarero. «Vamos, limón exprimido», responde Belén, otra masterópoda. Es la superioridad que proporciona hacer la mejor fabada de España en el restaurante de sus tíos, en Meco. Mejor dicho, del mundo, ¡por qué ser modestos! Con el postre, bolas de fresa impregnadas de ¿romero? ¿tomillo?, la velada llega casi al final. Para ese momento, dos de las tres miembros del «Comando Nicotina», Isabel y Loreto, no pueden parar de reírse. Han cambiado el tabaco por el vino y de primeras el cambio es brusco. Y cuesta, claro. Aunque con una sonrisa se lleva mejor.

El estómago está lleno y sería inaceptable irse así a la cama. Hay que desgastarlo. Para ello no hay mejor lugar en Huesca que el Edén. Es un sitio donde ponen música y gin-tonics a 5,50, argumentos absolutos para convocar allí a cientos de periodistas. La jefa propone hacer una pieza para Madrilanea. Más bien, lo que trama es un interrogatorio: ¿Tú quién eres y qué haces aquí? Manuel Jabois, Ignacio Escolar y Eduardo Galán son rodeados por las masterópodas igual que si fueran estrellas de rock. Pero se ve que son más cercanos. No pasan más de un par de minutos y ya es imposible distinguir entre quienes son algunos de los líderes de opinión de este país y jóvenes que sueñan con tener ese éxito algún día. Buena señal.

Jabois e Iara, otra alumna del Máster, inician una conversación. De trabajo, para ser exactos. «Esto se merece un post en FronteraD», le dice él recordando aquellos tiempos en los que colaboraba en la web digital de Alfonso Armada. Iara se lo piensa, pero con el futbolín se olvida. Gana partidas junto a servidor, hasta que entra a jugar la jefa. Elena comanda la defensa del Barça, frena los ataques del rival y de vez en cuando suelta un latigazo desde la zaga. El Barça de ella y Pachi, se impone al Madrid y LP prefiere no mirar. Imperdonable que se pierda la partida defendiendo la camiseta blanca.

Son los instantes previos al momento álgido de la noche: un trenecito de casi todos los periodistas alrededor del garito con la música de al son del chacachá. Tras el éxtasis, muchos de ellos se retiran a sus aposentos. El Congreso se reanuda a las nueve y media y solo los más fuertes resisten. «Son unos héroes», dice un masterópodo. O unos imprudentes, piensan los que han bebido algunas copas menos. No, son jóvenes periodistas que aprovechando un viaje de trabajo a Huesca descubrieron el paraíso. Casualmente se llamaba Edén.

El Congreso de Periodismo nos llevó al «Edén». Foto: Loreto Sánchez Seoane
El Congreso de Periodismo nos llevó al «Edén». Foto: Loreto Sánchez Seoane

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