Opinión

El poder del «bunga bunga»

El resultado electoral otorga a Berlusconi poder de decisión. FOTO: REUTERS
El resultado electoral otorga a Berlusconi poder de decisión. FOTO: REUTERS

La crisis política italiana, persistente y recurrente, se ha convertido en gasolina que amenaza con resucitar las llamas de una Europa inflamable. La incapacidad del arco parlamentario para alcanzar un pacto de gobierno, personificado en un nuevo primer ministro que sustituya al tecnócrata Mario Monti ha perpetuado a éste en el poder. Y ya saben, a río revuelto ganancia de pescadores. Y no hay nadie que pesque mejor en Italia que Silvio Berlusconi. Empresario, multimillonario, acorralado por la Justicia, organizador de eventos erótico-festivos y auténtico rey del mambo de la política italiana. El delicado equilibrio de fuerzas políticas en el país transalpino ha devuelto a «Il Cavaliere» a su lugar natural: el centro del poder, con influencia para hacer y deshacer.

La gravedad de la situación es a menudo suavizada por quienes repiten que «Italia siempre ha estado así», refiriéndose a su histórica capacidad para el desgobierno. Tal vez los italianos estén acostumbrados, lo que no convierte la situación en menos grave, pero los europeos no. La Unión Europea no puede permitirse que el tercer país más potente del euro ponga rumbo hacia un ingobernabilidad prolongada que acreciente su ya de por sí maltrecha situación financiera. Pero acostumbrados a moverse en aguas pantanosas, los partidos políticos italianos se han dado por vencidos. Ante la imposibilidad de un acuerdo para elegir al primer ministro, se ha dado carpetazo a la cuestión para centrarse en la búsqueda de un sustituto para Giorgio Napolitano en la presidencia de la República, cuyo mandato expira el 15 de mayo. Y en esta cuestión el acuerdo tampoco parece sencillo. Los culpables son varios, son todos: en primer lugar un Partido Democrático en permanente esquizofrenia y en el que el liderazgo de Bersani vuelve a ser cuestionado. Intentar primero contentar a Beppe Grillo para luego sentarse a la mesa de Berlusconi debe producir una difícil digestión. Pero no hay excusas para una formación que, como su país, lleva tiempo conviviendo con la zozobra. Otro responsable es el Movimiento 5 Estrellas, una formación que, abanderada por Grillo, ha acaparado el descontento ciudadano. Pero como movimiento espontáneo, comienza a instalarse la divergencia entre quienes creen que habría que haber facilitado un gobierno de Bersani y las posturas enrocadas en el no a todo de su líder. Bien podría decirse que otro responsable es el pueblo italiano, que ha vuelto a depositar su confianza en un Berlusconi que vivía desde hace meses desahuciado para la vida política y cuyo destino más lógico parecía la cárcel. Su ascenso, ha laminado de las urnas el «tecnocentrismo» de Mario Monti, con quien el pacto con el Partido Democrático habría terminado por llegar.

En esta situación de incertidumbre vive Italia unos días clave para el conjunto de Europa. La democracia puesta a prueba una vez más. La grandeza de la Roma Imperial se presenta como ejemplo descorazonador para quienes comprueban ahora que, en mitad del fango y la confusión, vuelve a emerger una suerte de emperador discotequero para decidir el futuro de todos. La personificación del «bunga bunga» vuelve a estar en la cresta de la ola. Dispuesto a tejer una red que le confiera la inmunidad judicial que tanto necesita. Los italianos deben pensar qué han hecho. Pero sobre todo deben pensar qué harán. Pronto se repetirán las elecciones, y en sus manos volverá a estar la capacidad de desalojar de la política a aquellos que la convirtieron en su cortijo.

 

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