Microteatro

Dos budas en la Trans Vía

Hermanos Alcázar
Hermanos Alcázar

VNO | La barricada de los Alcázar

[Una barandilla de acero frente a lo que fue la tienda de música Madrid Rock, en la acera de enfrente de la Telefónica. Luz de final de la tarde. Voces dulces de Chamberí que les confiere un deje chulapo de zarzuela. EMILIO se sienta sobre los hierros de la barandilla y lleva un pañuelo en la frente a modo de cinta. JOSE, siempre de pie delante de un árbol escuálido, mira hacia Montera para ver la gente que atraviesa el semáforo. En la cintura: cartucheras con balas y una piel de conejo. En los dedos calaveras, runas o anillos de azabache. Pelo largo, canoso. Ojos claros. Brazos tatuados con lazos celtas. En el dorso de las manos dos corazones rojo y verde. Dos inscripciones dentro: Amor y Odio. EMILIO viste una camiseta de Led Zeppelin con las mangas cortadas por él mismo. JOSE, una de las Brigadas Internacionales, también sin mangas.]

(Dirigiéndose al público.)

EMILIO.− Esta esquina es nuestro garito. Aquí recibimos las visitas.

JOSE.− Los guiris nos hacen fotos…

EMILIO.− …las señoras nos miran por encima del hombro y de reojo…

JOSE.− …y los niños nos señalan.

EMILIO.− ¡Qué ciudad más inhumana!

JOSE.− Pero aquí se puede hablar, hay buen rollo.

EMILIO.− ¿Sabéis…? Pasamos 7.000 días borrachos, que se dice pronto.

JOSE.− Ahora llevamos diez años limpios. Sólo bebemos Coca−Cola −saca de la mochila una botella de plástico de dos litros.

EMILIO.− Yo bebía vodka con Cointreau, ¡ni lo probéis!

JOSE.− ¡Fue la guerra! Estamos aquí para dar voz a los que se quedaron en el camino.

EMILIO.− La guerra se libró en los 80: la bebida, la movida, el caballo

JOSE.− 40 amigos muertos, y un hermano pequeño víctima de sobredosis.

EMILIO.− Traíamos un karma muy pesado y nos lanzamos a la libertad como brutos.

JOSE.− Fue la época más guapa de la historia de España.

EMILIO.− Bueno, en el 36 Madrid fue la primera ciudad de Europa en la que se paró el avance al fascismo.

JOSE.− Esto era la Avenida del quince y medio −señala el edificio de la Telefónica−. Aquellas marcas son debidas a la metralla de los obuses.

EMILIO.− Si te pones cara al sol puedes ver las marcas en donde estuvieron el yugo y las flechas.

JOSE.− Nuestros padres eran del Opus.

EMILIO.− Nos metieron en Los Maristas. Pero nos arreglamos para que nos echaran.

JOSE.− Empezamos Geografía e Historia, ¡qué aburrimiento!

EMILIO.− Lo que más nos mola es la arqueología. Ayer estuvimos en el Cerro de Garabitas.

JOSE.− Encontramos espoletas, una pistola… Y balas. Esas balas fueron disparadas por alguien hacia otro alguien.

EMILIO.− En Morata de Tajuña, en el mesón El Cid, está montado un museo sobre la batalla del Jarama al que donamos muchos de los hallazgos.

JOSE.− Se derramó mucha sangre para conquistar la libertad que hoy tenemos.

(Emilio mira cómo el sol se esconde entre las cornisas de la Gran Vía. Señala la camiseta de Jose.)

EMILIO.− Esa bandera representa el sacrificio de muchos en la defensa de esta ciudad.

DOS | El anfiteatro de Chueca

[Ruido de fondo del tráfico que recorre el centro de Madrid a las ocho de la tarde. Se escuchan algunas bocinas aisladas. El cuarto, un primer piso de una pensión de la calle Desengaño, es iluminado por la luz del sol procedente de Gran Vía. Entra por los escasos 30 metros que la separan. La imponente sombra del edificio de Telefónica crea un claro oscuro en la acera.]

(Con la puerta del armario ropero abierta. Cuelgan unos vestidos. Frente al espejo interior.)

 

ALONDRA.− Botas altas… Hace mucho tiempo, he tenido unas así. Las había comprado en el 84, en la calle Hortaleza. No recuerdo en qué zapatería. Había estado mirando varias tiendas… No tenía claro el color; si blancas, rojas o negras… Entré con la disculpa de que eran para mi novia, ¡que por cierto calzaba un 44! Elegí las negras. Al ver que las metía sin caja en la bolsa, el dueño me aclaró que no podría devolverlas. No tenía esa intención, sólo deseaba llegar a la pensión para ponérmelas. Al andar, me excitaba el sonido del tacón contra los suelos de madera. Quería caminar con ellas por la calle. Pero, ¿cómo salir de la pensión? Me puse unos pantalones de cuero, un jersey ajustado de cuello de cisne, ¡y la mochila con mis botas dentro! Una vez en la calle, en el primer bar que encontré me las puse en el servicio. Con los pantalones por dentro. Cuando salí, un grupo de chicos se dieron cuenta y me gritaron «¡maricón!», riéndose. En el siguiente, saqué mis pantalones por encima de las botas. Al ser estrechos me costó. Eso no fue impedimento para que un travesti me reconociese en la calle por el sonido de los tacones. Dejé que se acercase a mí. Se sonrió, me dijo que estaba muy guapa. Así comenzamos a hablar, le pregunté dónde podría tomarme una copa sin causar mucha expectación, y me dijo que le acompañase, que se dirigía al mejor lugar de Madrid. Tomamos algo por Chueca. Me fui al servicio, y otra vez metí el pantalón por dentro de las botas. Al verme llegar se le iluminó la cara. Durante toda la conversación nos mantuvimos cerca el uno del otro, en una especie de sofá haciendo esquina. Con caricias a mis botas, al principio solo por mi parte. Me producía excitación sentirlas; no la compañía, aunque era muy agradable y me infundía confianza. Según se consumió la noche, y las copas, se fue acercando más y más a mí. Acariciando mis botas sentí algo que no podría explicar muy bien. Fue la primera persona en entender que me gustasen los tacones. Chueca es el lugar al que cualquiera puede venir a ser uno mismo. Para atreverse con esa persona que siempre se deseó interpretar.

TRES | A la salida de Bershka

[ALONDRA. Pelo rubio teñido. Una rosa de tela roja ladeada en la cabeza. Gafas de montura metálica dorada. Falda verde con vuelos. Jersey de encaje negro. Zapatillas deportivas del 44. Medias hasta la rodilla con franjas rojas y negras. Bolso negro agrietado y una bolsa de Bershka en la misma mano. En la otra una cartera. Un reloj rosa y pulseras de plástico en la muñeca. Dos rosarios colgados del cuello con cuentas de plástico transparente. Mide dos metros. Carmín rosa. Huele como en la sección de cosméticos de El Corte Inglés.]

(Mismo escenario del comienzo.)

 

ALONDRA.− ¿Y estos, qué harán ahí? −dice como para sí con la bolsa en la mano, mirándoles por encima del hombro.

JOSE.− Estamos para pasar el rato y ver de qué va la vida.

ALONDRA.− ¡No entiendo cómo la policía no os echa de aquí!

EMILIO.− ¡No nos metemos con nadie!

JOSE.− Al principio nos quisieron echar, pero todo el mundo tiene su destino. Si fuese nuestro destino, ya nos hubiesen echado.

ALONDRA.− ¿De qué vivís?

JOSE.− Reciclamos del Mercadona.

EMILIO.− Producir es enriquecer a los bancos con los que se pagan las bombas.

ALONDRA.− ¡Lo que pasa es que sois unos vagos!

JOSE.− ¡Eso! Todos los días del curro a casa y de casa al curro.

EMILIO.− Yo no vendo mi alma por cuatro baratijas.

ALONDRA.− ¿Pero algo os tendrá que gustar?

EMILIO.− El Rock’n’Roll.

JOSE.− Desde el 2005 que cerró Madrid Rock bajamos hasta aquí todas las tardes.

ALONDRA.− El dinero es necesario. Sin él no se puede vivir.

JOSE.− ¡El dinero lo estropea todo!

EMILIO.− ¿Para qué sirve?

ALONDRA.− Para comprar zapatos en Bershka.

JOSE.− Lo triste es que la música se convierta en zapatos.

ALONDRA.− Tampoco se es más libre por estar fuera del sistema.

EMILIO.− Aquí se le llama libertad a ir tirando.

ALONDRA.− ¡Nunca llegaréis a nada!

EMILIO.− Más vale ser punky que maricón de playa…

ALONDRA.− ¡Sois unos chulos!

JOSE.− No es que seamos chulos, es que entendemos la vida.

ALONDRA.− (Alejándose, en voz baja) ¡Joer con los heavies estos!

EMILIO.− Yo sé lo que llevaba en la bolsa…

JOSE.− ¿Cómo lo sabes?

EMILIO.− Porque se lo he preguntado y me lo ha dicho.

JOSE.− ¿Qué llevaba?

EMILIO.− Unas botas altas de tacón de aguja. Dijo que si liga, sin los tacones no es capaz de hacerlo.

7 comentarios en «Dos budas en la Trans Vía»

  • Estos personajes sólo se sostienen si los observas como el que mira un espectáculo, que es lo que son. No dudo de su buena fe, pero no me parece que los Alcázar, con sus teorías, sean un ejemplo a seguir. Respeto sus ideas pero no las comparto. Encuentro esta rebeldía un poco pasada de moda. No creo que la libertad consista únicamente en “apearse del sistema” y vivir en la calle, reivindicándola como destino. Creo mas bien que la calle es un camino que tiene que llevarte a alguna meta. Sus afirmaciones son pura utopía, mas propia para la letra de sus canciones que para utilizarla como filosofía de vida. Personalmente, creo que el trabajo es lo que nos hace libres, no lo que nos esclaviza. Que se lo pregunten a los casi 6 millones de españoles que están a la espera de encontrar un trabajo digno para ser libres e independientes y poder pasear por la calle cargados de bolsas de productos del Mercadona que no sean para reciclar y dirigirse a su casa, de la que no fueron desahuciados.
    Estudiar en Los Maristas es un auténtico lujo que no está al alcance de cualquiera.

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  • Muy original. Es muy importante fomentar la cultura en internet, es el presente y el futuro. Me gustó mucho.

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  • Interesante artículo, muy interesantes los perfiles psicológicos de los protagonistas, llenos de matices, contradicciones, cuestiones psicológicas a estudiar.

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