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Pongamos que hablo de basura

 

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Restos de basura en plena Plaza de la Independencia.  Foto: F.M.

Como cada mañana desde hace más de diez años, Alfonso sale del portal en el que trabaja como portero en una calle cercana a Plaza España. Apenas la ciudad empieza a amanecer cuando él se prepara para barrer y fregar los escasos metros de su fachada. Primero la derecha, luego la izquierda; como siempre. Hoy es diferente. A un lado, una papelera se ha convertido en un basurero improvisado. Al otro, las motos que reposan en su aparcamiento parecen flotar sobre restos ennegrecidos. Madrid afronta su décimo día de huelga de limpieza con sus calles al borde del colapso. Pero entre el océano de basura en el que se ha convertido la capital, emergen pequeñas islas de limpieza como la que Alfonso u otros porteros y comerciantes se empeñan en adecentar a diario.

Pasear por el centro de Madrid se ha convertido en un ejercicio de fe. Fe en no encontrarse sorprendido en medio de una de las montañas de desperdicios que se han creado en torno a los contenedores. Pero en ese recorrido improvisado que cualquiera podría hacer por las zonas más turísticas de la capital, algo llama la atención al viandante. Un oasis aparece en determinados puntos sin un aparente orden. O sí. Los exteriores del Congreso de los Diputados o del Ayuntamiento de Madrid relucen. Son algunos de esos puntos que parecen no haber sufrido los estragos de más de una semana de huelga.

«Los clientes no se quejan, de momento. Ya veremos cuando la cosa empiece a oler», dice el camarero de una de las lujosas terrazas de la Puerta de Alcalá, una de las fotografías que más buscan los visitantes de Madrid. Muchas zonas turísticas, como la Plaza Mayor, la Puerta del Sol o el Santiago Bernabéu, han sufrido más que otros puntos «oficiales» las inclemencias de la falta de limpieza. Mientras atiende rápido las mesas, el joven camarero reconoce que los trabajadores son los encargados de adecentar la zona, «aunque casi no hace falta, no hay mucha suciedad».

A escasos metros, el portero de una finca en la calle Pedro Muñoz Seca (paralela al Paseo de Recoletos), recoge con esmero un puñado de hojas y colillas que ha barrido y amontonado en la esquina de una acera sin más restos de suciedad. Cuando se le pregunta por la huelga y por qué ahora le toca a él «hacer su trozo de acera» se pone nervioso: no quiere hablar. Conoce de sobra a los barrenderos que pasan cada mañana y cada tarde por el barrio. Por eso se tensa cuando Madrilánea le aborda, tanto que llega a pensar que se trata de un piquete que se le ha acercado al verle barrer, y duda. Una vez aclarado el entuerto, se queda apurando los últimos restos de una suciedad casi inexistente.

Los portales de las fincas con portero y los exteriores de los comercios no son los únicos espacios libres de basura. El exterior del Congreso de los Diputados luce tan impoluto que ninguna de sus señorías encontraría siquiera una colilla si mirara desde la ventanilla de sus coches oficiales. Nada que ver con lo que se puede ver a escasos metros, subiendo por la Carrera de San Jerónimo dirección a la Puerta del Sol. Las papeleras de las angostas aceras rezuman restos que llegan hasta la calzada, y, en las calles aledañas, un lugar habitual de fiesta en la noche madrileña, la basura y el orín son un elemento decorativo más.

Barrios, mentiras y huelgas de limpieza

«La limpieza ya brillaba por su ausencia, aunque con la huelga la cosa ha ido aún a peor, como del día a la noche», reconocen desde la Asociación de Vecinos de Aluche. «La gente está muy enfadada en el barrio y no parece que la alcaldesa quiera que esto se solucione», rematan. A los vecinos de algunas zonas de la periferia no les sorprende la suciedad en sus calles. «En Usera era habitual ver mucha porquería, pero lo que hay ahora alrededor de los contenedores de papel y vidrio nunca se había visto», reconoce Naiara Bardera, vecina de este barrio del sur de Madrid.

El pasado martes, la Asociación de Vecinos de Chueca declaraba a ABC que «Ana Botella segmenta a la población madrileña, discriminando a los ciudadanos. Prioriza los servicios mínimos y la Policía Municipal en las zonas que le interesa». De la misma opinión es la asociación vecinal de Aluche. «Aquí no viene el turismo, por eso no interesamos», sentencian.

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Retenes de limpieza por el centro

Cinco barrenderos caminan con paso lento a la vera del Oso y el Madroño. Delante de ellos, a varios metros y en actitud relajada, dos policías municipales les hacen de escolta. La alcaldesa Ana Botella anunció el pasado domingo que reforzaría la seguridad de los trabajadores de servicios mínimos para evitar posibles acciones de piquetes. Y algo se ha notado durante la semana, sobre todo en puntos concretos. El miércoles se podía pasear por una Fuencarral totalmente limpia, aunque las perpendiculares aún lucían los restos de fiesta de un ya lejano fin de semana.

Diez días después de una huelga de limpieza de la que no se intuye su fin, Alfonso continuará como ha hecho siempre. Primero un lado, después el otro. Atento a lo que ocurra a su alrededor, limpiará el pequeño espacio delante de su portería como una isla que cuidar, pase lo que pase en el océano de la gran ciudad.

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