Chamartín

Estilográficas: el placer de la escritura

Ejemplo de copperplate de una de los expositores. Foto: J.R.
Ejemplo de copperplate de una de los expositores. Foto: J.R.

Parece como si el papel se moviera sobre un punto que permanece fijo. En él se esconden miles de historias. Solo hace falta que el papel se deslice para que, con una suavidad característica, vayan apareciendo las palabras. Apenas sin rozarse, apenas sin herirse. Hace ya mucho tiempo que la pluma y el papel llegaron a un pacto por el que escribirían todas las grandes historias juntos. Acompañándose lo escrito con el placer de escribirlo.

Los días 14, 15 y 16 de noviembre, se celebró en Madrid la feria de la estilográfica. El XI Madrid Pen Show. El encuentro tuvo lugar en el salón Roma del hotel NH Eurobuilding de la calle Padre Damián. Alfonso Mur, Jesús Martínez Guillén y Julia Gusano son los organizadores, como otros años. Se llama «Madrid Pen Show» porque ningún objeto de escritura está excluido. Relojes antiguos, objetos de escritorio y artículos de coleccionismo también se agolpan en mesas y vitrinas. Pero son las plumas estilográficas, las fountain pen, en inglés, el motivo central que reúne a tantas personas. Este año se han dado cita 67 expositores, 10 más que en 2013. También han aumentado los visitantes. «El año pasado tuvimos algo más de mil asistentes. Este año hemos tenido casi 1200 personas» ha señalado Alfonso.

La escritura con estilográfica no se parece a la del bolígrafo. Es mucho más personal. El punto, el tamaño del plumín, puede ser extrafino (EF), medio (M), grueso (B), extragrueso (EB), itálico (I), oblicuo (OB) o flexible (flex o semiflex). El gramaje del papel, el color y la densidad de la tinta completan el reflejo de la personalidad de cada uno a la hora de escribir. El peso, la forma y el tamaño de las plumas, así como su decoración, revelan las preferencias. Los hay que, por el tamaño de sus manos, prefieren plumas más grandes; las plumas para mujeres en principio son más pequeñas. Pero aquí no hay leyes universales. Todo consiste en probar la sensación que cada pluma produce en las manos de quien escribe. Es todo un placer.

El Madrid Pen Show es la mayor muestra de objetos de escritura de Madrid. Es un evento internacional. Coleccionistas, compradores y vendedores de todos los rincones se han dado cita en Madrid. Entre los compradores siempre aparece algún rostro conocido. «Hay grandes coleccionistas aquí» dice Alfonso, uno de los organizadores y autor de «El legado Conklin», un inmenso volúmen que versa solo sobre la marca americana. Pero también hay pequeños aficionados. No es tanto el precio como el valor personal que tiene cada pequeña colección. Y todas empiezan igual: a partir de la tercera pluma, cuando el aficionado mira sus estilográficas y piensa cuál sería la tercera que podría acompañarlas. Aunque «es un vicio muy caro», dice uno de los vendedores, «pero merece la pena». Todos los que asisten han venido con dinero en los bolsillos. Siempre se puede encontrar algún objeto que requiera de una pequeña inversión.

«Como en todo se nota la crisis, aunque aquí no tanto» explica Jesús Martínez Guillén, otro de los tres organizadores, mientras observa el salón lleno. Doctorado en periodismo hace tres años, se mueve por la sala como pez en el agua. Siempre se puede encontrar algo por un precio más que razonable. «Por allí hay plumas a partir de 5€» indica Alfonso. El amor por las estilográficas no entiende de cifras, aunque el vuelco al corazón al ver la pluma deseada se deje sentir a la vez en el bolsillo.

Uno de los expositores Foto: J.R.
Uno de los expositores Foto: J.R.

Marcas tan emblemáticas como MontBlanc, Waterman, Parker, Pelikan, la española Inoxcrom (que utilizó Artur Mas para firmar la convocatoria del 9N), o las japonesas Pilot, Namiki y Nakaya, entre otras, se encuentran en las mesas. La mayoría, sin embargo son las antiguas. Las «yayas», como son conocidas en internet. Las plumas vintage, son las grandes estrellas. Algunas han envejecido muy bien. Otras, sin embargo, necesitan pasar por las hábiles manos de Julia Gusano, la última de los organizadores del evento, siempre manchadas de tinta.

Julia, también licenciada en periodismo, tiene una pequeña tienda de reparación y venta de plumas antiguas. Está situada en un patio interior, donde hay un universo completo capaz de contar toda la historia del siglo XX a través de los materiales utilizados para crear los diversos objetos de escritura. A Julia se la puede encontrar los domingos en El Rastro sentada en una pequeña mesita en la que muestra unos cuantos ejemplares. Pero este fin de semana no para quieta. «Todo el mundo quiere consultarle, ella es una institución» comenta una amiga que le ayuda a atender su mesa. Y tiene razón, no hay más que verla trabajando. La peculiaridad de su mesa está en que solo la atienden mujeres: su hermana, su prima y una amiga suya reciben a curiosos y clientes, perplejos ante plumas y recambios.

Julia no rehúye de la tecnología. Entre venta y venta, entre consejo y pregunta, consulta su iPad. Pero lo suyo son las plumas. Y no las nuevas sino las antiguas. «Antes las cosas se hacían para durar» explica. «Antes el tiempo no tenía valor». Los fabricantes no tenían prisa a la hora de hacer cada pluma. Y puede que tenga razón: en esta feria podemos encontrar estilográficas con más de 100 años que escriben igual que recién salidas de fábrica.

Pero cualquiera diría que esta es una afición de «viejos». Cuando los ojos del comprador descubren lo que estaba buscando, la mirada se le ilumina como la de un niño pequeño al ver una tienda de golosinas. En realidad el ambiente es muy parecido. Las conversaciones son alegres y siempre con una sonrisa. Es un ambiente familiar y acogedor en que viejos conocidos saludan a las caras nuevas con alegría. Los rostros solo reflejan la seriedad del debate interior cuando el comprador dice que va «a dar una vuelta»: tiene que pensar si puede gastarse el dinero que ha traído consigo para un imprevisto que secretamente deseaba que sucediera.

Hay que tomarse su tiempo en revisar cada una de las mesas y es conveniente saber hablar por lo menos inglés, aunque siempre hay alguien que pueda hacer de intérprete. Han organizado el salón Roma en forma de «L», con pasillos e isletas. Algún visitante se queja de la falta de espacio entre las mesas de la misma forma que el niño que no alcanza a ver sus dulces favoritos. «Es más grande que el de el año pasado», comenta otra de las vendedoras. No conviene dar marcha atrás una vez que se ha pasado por un sitio. La atención podría recaer en una de las miles de estilográficas cuidadosamente colocadas en las mesas y acabar por enamorarse. Y ya se sabe que el amor no entiende de cantidades.

De hecho, las grandes piezas no se exhiben en estas mesas. Las más caras se venden antes. «Hablamos de plumas de hasta 20000€» comenta Alfonso. En esos casos se trata de ejemplares únicos. Pero esto es solo una anécdota. Es difícil hablar de una media de precios.

El arte de escribir

Otra de las grandes aficiones que se desarrollan en el salón es la caligrafía. No solo se trata de la escritura de cada uno, sino del arte de escribir de forma tipográfica. Las plumas antiguas, especialmente las Waterman de los años 20, por ejemplo, algunos modelos de Pelikan, o las modernas Pilot Falcon, Namiki, y Nakaya, tienen unos plumines que permiten un tipo de escritura muy especial. La copperplate, o cursiva inglesa es ese tipo de letra en la que varía el grosor del trazo. Algunos se sorprenden incluso al saber que puede hacerse a mano. «¡Ah, qué bonito! ¿Pero eso no está hecho con el ordenador?», comenta una curiosa al pasar. Los plumines flexibles permiten variar la línea en función de la presión que se ejerza al escribir.

Otra de las curiosidades son los plumines itálicos y los stub. Estos no acaban en una «bola» o en un «punto». Están cortados de forma recta, de manera que variando la posición de la pluma al escribir se obtiene un trazo grueso o un trazo fino. La letra gótica o la cancilleresca se escriben con este tipo de plumines. La novedad de este año son las Pilot Parallel, adecuadas para este tipo de escritura, que han comenzado a distribuirse hace poco en nuestro país.

La IX feria de la estilográfica de Madrid es toda una experiencia, tanto para aquellos que comenzaron a usarlas hace años como quien siente por primera vez deslizarse el papel bajo un plumín. Es un momento que no se olvida. Los organizadores lo saben bien. La primera pluma de Alfonso fue una Sheaffer Feather Touch. «Me la regalaron por mi primera Comunión» cuenta. La de Jesús fue una Geha (pronunciación de las letras alemanas GH) que era «absolutamente indestructible, era una de esas plumas escolares que estaban hechas para aguantar». Julia también recuerda la suya perfectamente «era una Ciros, española, de color rojo y con el capuchón dorado».

Con la misma claridad responden sobre su pluma favorita o la que utilizan a diario. Es conocida la afición de Julia por las Parker 51. Las restaura, las arregla y las cuida. Alfonso, sin embargo, se decanta por las modernas japonesas. No es el único que piensa que son los mejores plumines en la actualidad. Jesús, sin embargo, varía, y es que cada pluma tiene su situación y su momento.

Más que una afición, las estilográficas son todo un mundo. Uno de esos pequeños placeres que convierten lo cotidiano en algo maravilloso. Es un arte. Tan importante es lo que se hace como el modo en que se hace. Tan importante es lo que se escribe como la forma en que se escribe: siempre con una estilográfica.

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